‘Madama Butterfly’ regresa al Liceu con un gran reparto y una sorpresa en el foso

Beaulah_Kovacek

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Giacomo Puccini le explicó al director de orquesta Luigi Mancinelli en una carta de 1903, pocos meses antes del estreno de Madama Buttefly, la clave de su nueva ópera: “El primer acto es explosivo, colorista, lleno de acción y divertido. El segundo es conmovedor, apasionante, amable y tierno”. Entre ambos actos median tres años en los que la jovencísima geisha Cio-Cio-San ha visto cómo, tras renunciar a su religión, a su cultura y a su familia, se siente abandonada por el oficial estadounidense Pinkerton, con un hijo que su padre no conoce y en graves dificultades económicas.

Esas diferencias entre los dos actos casi exigen dos tipos diferentes de soprano protagonista. La ingenua adolescente de quince años del primer acto pide una voz más lírica, delicada y aérea frente al fraseo más efusivo, dramático y envolvente del segundo; el tercer acto, que prosigue sin ningún salto temporal, ahondará en el perfil spinto y dramático del personaje.

La soprano estrella Sonya Yoncheva, un poco más conocida en España tras su reciente aparición en el talk show de RTVE La revuelta, optó por la contención vocal frente a una verdadera caracterización global del personaje. La diva búlgara fue la gran triunfadora del regreso de Madama Butterfly al Liceu, el pasado 9 de diciembre, con quince funciones y tres excelentes repartos, en conmemoración del centenario de la muerte del compositor.

El tenor Matthew Polenzani y el barítono Lucas Meachem durante el primer acto de ‘Madama Butterfly’.

En su primera aparición, mientras cantaba entre bastidores y envuelta en el ensueño del coro de sus amigas con una orquesta etérea, la cantante evitó terminar con el re bemol sobreagudo optativo. El resto del primer acto se mantuvo muy contenida hasta el dúo final con Pinkerton, donde se aferró a los pasajes más dramáticos y culminó con valentía en el do sobreagudo. Pero el segundo acto marcó su verdadero ascenso vocal, especialmente después de la famosa aria Un bel dì, vedremo, muy aplaudida aunque más controlada que emotiva. Justo después, Yoncheva convirtió Che tua madre dovrà, donde confiesa que se matará si no regresa su marido, en el primer clímax de la velada. Y prosiguió con un imponente tercer acto, en el que ofreció una desgarradora interpretación de Tu, tu piccolo Iddio! Una gran actuación levemente empañada por algún agudo en pianísimo destemplado y una pronunciación irregular del italiano.

La soprano Sonya Yoncheva (de rodillas) y la ‘mezzosoprano’ Annalisa Stroppa (de pie) en ‘Madama Butterfly’.

Pinkerton fue interpretado por Matthew Polenzani, al igual que en el Teatro Real hace cinco meses. El tenor estadounidense resolvió el personaje sin espontaneidad y con el mismo tono poco atractivo, aunque aportó destellos musicales en el manejo de las medias voces, como en su Addio fiorito asil del último acto. El barítono norteamericano Lucas Meachem también interpretó al cónsul Sharpless en el Teatro Real y resultó igualmente convincente en un personaje tan poco agradecido. Pero en el Liceu se añadió la lujosa Suzuki de Annalisa Stroppa, que regresaba al teatro barcelonés casi una década después. La mezzosoprano italiana combinó idealmente la ligereza del dúo de las flores con el dramatismo del tercer acto, donde elevó el trío con Pinkerton y Sharpless. Entre los secundarios, destacó el buen casamentero Goro del tenor asturiano Juan Noval-Moro, aunque ni Carlos Cosías encontró el matiz irónico del pretendiente Yamadori ni David Langares sonó atronador como el tío Bonzo. Y una mención destacada para el Coro del Gran Teatre del Liceu que cantó en etéreo y compacto piano el coro a boca cerrada que cierra el segundo acto.

Sonya Yoncheva y Matthew Polenzani durante el primer acto de ‘Madama Butterfly'.

La sorpresa de esta reposición de Madama Butterfly ha sido la excelente dirección musical del chileno Paolo Bortolameolli. Debutó en el Liceu, en junio de 2022, asumiendo las dos últimas funciones de La flauta mágica, como asistente de Gustavo Dudamel. Pero ahora vuela en solitario y dejó bien claras sus credenciales en el estreno con detalles de clase en cuanto a color orquestal y flexibilidad en el manejo del tempo. Al frente de una brillante Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu, manejó con buen tino dramático la amplia paleta de motivos de la ópera y subrayó las referidas diferencias entre los dos primeros actos. Acertó al conectar los dos últimos, tal y como quiso Puccini en la primera versión de la ópera, y elevó el ambicioso preludio del acto final, donde pareció evocar todo lo que se le pasa por la cabeza a Cio-Cio-San durante su vigilia nocturna.

Vista general del primer acto de ‘Madama Buttefly’.

La coproducción de Moshe Leiser y Patrice Caurier, que se estrenó en 2003 en Londres y dos años después en el Liceu, se ha repuesto en tres ocasiones en Barcelona, por lo que el público la conoce bien. Es una propuesta fiel al libreto de la ópera y cuenta con una sencilla escenografía de Christian Fenouillat con paneles móviles que representan la casa de Pinkerton. Se abren para mostrar imágenes de la bahía de Nagasaki, sirven para proyectar la silueta amenazadora de la esposa de Pinkerton y desaparecen puntualmente para subrayar momentos dramáticos. La efectiva iluminación de Christophe Forey y el vestuario de Agostino Cavalca redondean una brillante propuesta muy cercana al japonismo. Sin embargo, el conjunto no aprovecha el dinamismo ni los detalles divertidos del primer acto, ni contrarresta el estatismo del segundo. Por lo demás, la fiel reposición de Daisy Evans no ahonda en la dirección de actores, algo especialmente necesario en el acto final. En todo caso, el equipo escénico de esta reposición recibió idénticos aplausos que el resto del reparto.

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