Carleton_Ruecker
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El Sindicato de Inquilinos e Inquilinas se manifestó la pasada semana por las calles de Barcelona con una pancarta de cabecera en la que se podía leer «Se ha acabado. Bajemos los alquileres. Por una vivienda digna para todos». Como no podría ser de otra manera, el Sindicato –en la manifestación, además de miembros de ERC, Comunes, la CUP y Podemos, se encontraban Javier Pacheco y Camil Ros, secretarios generales de CC.OO. y UGT de Cataluña- está contra quienes dice defender. Vayamos por partes. Si se bajaran los alquileres por decreto –eso reclaman los manifestantes-, una parte importante de los propietarios de las viviendas retirarían del mercado sus casas, pisos o apartamentos esperando que la tormenta amainara. La ley de la oferta y la demanda es concluyente: a meno viviendas, precios más altos. El Sindicato contra el inquilino y la inquilina. El Sindicato contraataca: los poderes públicos han de intervenir el mercado inmobiliario y regular el alquiler, porque no basta con invertir en el alquiler público. De nuevo, la ley de la oferta y la demanda: en el supuesto de que sea legal la intervención del Estado o de la Generalitat en el mercado inmobiliario, los propietarios de la vivienda no solo retirarían la propiedad del mercado, sino que la venderían. El Sindicato, otra vez, contra el inquilino y la inquilina. El Sindicato arrecia el contraataque: huelga de alquiler. De la ley de la oferta y la demanda al sentido común: la machada sindicalista –«pues, yo no pago»- se traduce en menos y más caras viviendas en alquiler, en más viviendas en venta y en una multitud de denuncias. Vaya, con el Sindicato de Inquilinos e Inquilinas. La situación es complicada y dramática para muchas personas, especialmente para los jóvenes. Pero, no solamente para ellos. El problema no es la especulación que denuncia el Sindicato. La especulación es una operación comercial con ánimo de obtener un lucro. De una u otra manera, todos somos especuladores. Incluso, el Sindicato. El grave problema de la vivienda solo tiene solución –relativa, por cierto- aumentando la oferta. Vuelve la ley de la oferta y la demanda: a más oferta, precio más bajo. El empresario ha de construir viviendas de alquiler y el Estado –aunque no sea una constructora- también ha de colaborar en la construcción de viviendas de alquiler. Lo mismo podríamos decir de los llamados sindicatos de clase –excluyo al Sindicato de Inquilinos e Inquilinas- a los que les cuesta poco hablar y recibir subvenciones, y mucho dar un palo al agua. Eso sí, son los adalides en reclamar el límite de los precios del alquiler e incentivar la vivienda -¿quién paga y no cobra?- como bien de uso y no de inversión. Puestos a reclamar, los sindicatos podrían exigir al Estado que facilitara –seguridad jurídica, suelo e impuestos- la construcción de vivienda privada en alquiler. Sí, con lucro. Si no hay lucro –aunque sea mínimo- no hay viviendas. El mundo es así y cualquier cambio lo empeora. Ejemplos, sobran.
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