Madalyn_Gibson
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Encima de aquel Café del Príncipe en el que Larra encontrara su 'Parnasillo' en forma de tertulia, el Teatro Español. Y en su escenario 'Luces de bohemia' , de Valle-Inclán , dirigida magistralmente por Eduardo Vasco. Fuera, guiris intentando entendernos. Dentro, españoles haciendo lo mismo. Unir, aunque sea de forma tangencial, a Larra y Valle es estimulante porque ambos forman parte, junto a Quevedo , del mismo tronco, de la misma línea de puntos que Umbral definiera como «a contrapelo de España y de cualquier españolidad. Puntos de escándalo, piedras de disidencia». Sé a lo que se refiere, aunque no estoy de acuerdo. Umbral parece identificar lo puramente español con la otra línea de pensamiento, la de Cervantes , Galdós o Machado, que, si bien pueden criticar a España, lo hacen siempre desde la máxima españolidad y el casticismo en lugar de hacerlo, como los otros, desde la excentricidad y desde la enmienda a la totalidad, como esos guiris que buscan exotismo en la plaza de Santa Ana sin comprender que, quizá, el mayor exotismo sea el suyo.Digo que no estoy de acuerdo porque, en mi opinión, no hay mayor amor a España que la de aquel que la critica despiadada y amargamente. Nadie amó tanto a España como Larra, Quevedo o Valle. Se ha dicho que comprender es perdonar y, por lo tanto, cuando estos admiten no entendernos están asumiendo su incapacidad para perdonarnos. Y eso solo sucede cuando el amor es tanto que duele.En cualquier caso, allí estuve. La producción es extraordinaria y la dirección de actores y la escenografía sobresaliente . Pero eso es lo de menos. Lo importante es hablar de su pertinencia y de lo oportuno de su estreno. Porque 'Luces de bohemia' es un texto terriblemente actual y su llegada al Teatro Español no puede llegar en mejor momento. A poco que pensemos, es fácil comprender que la España que retrata Valle está mucho más cerca a nosotros de lo que creemos. Quizá los personajes se vistan de otro modo, quizá sus nombres sean distintos, pero la esencia parece persistir como un eco incansable. Pueden haber cambiado las condiciones materiales –sin duda lo han hecho–, los derechos adquiridos y el bienestar general de la sociedad. Pero en nuestro tiempo subyace, al igual que entonces, una profunda miseria económica y moral, un enorme desprecio al arte y al artista y la política entendida siempre como un negativo destructor: o contra los ricos, que nos someten o contra la revolución, que nos perturba.«En mi opinión, no hay mayor amor a España que la de aquel que la critica despiadada y amargamente»Valle muestra un Madrid decadente y en crisis y exagera sus defectos para que la deformación resulte grotesca. Es cierto que no hay en la obra un ánimo moralizante , sino solo destructor, como en los 'Caprichos de Goya'. Y se agradece, en este sentido está muy por encima de nosotros, acostumbrados a adosar a las obras de arte no solo una moraleja, como si fuéramos Samaniego hablando a niños, sino, además, un certificado de pureza de sangre. Contra todo eso hemos de ir. Como dijo no sé quién, «mal está ser de los buenos, pero peor sería ser de los nuestros». O al revés. En cualquier caso, ojalá que Valle remueva algo a toda una generación y seamos capaces de entender que contra la basurilla de la guerra cultural solo queda la guerra intelectual; que contra la profunda inmoralidad solo queda enfrentarlos a los espejos cóncavos para que se perciban tal y como son, en su deformidad. Somos un país que reniega de su pasado pero que se empeña en repetirlo, como Sísifos condenados y castizos.Max Estrella, ese poeta ciego y maldito, deambula por una noche que bien podría ser la de cualquiera de nosotros, hartos de esperar. Y hoy, a más de cien años, seguimos deambulando entre el fango y la incertidumbre de una España en la que la farsa y el dolor resultan tristemente inseparables.
José F. Peláez: Luces de bohemia
El texto es terriblemente actual y su estreno en el Teatro Español no puede llegar en mejor momento. A poco que pensemos, es fácil comprender la España que retrata Valle-Inclán
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