“No entiendo por qué el amor entre una madre y un hijo no es exactamente igual que otros amores. Por qué no pueden dejar de quererse”. Estas son las líneas que abren Love Me Tender. En algún sentido, a veces a la narradora le gustaría poder deshacerse del amor por su hijo, que su exmarido, Laurent, aprovecha para vengarse de que lo haya abandonado, no solo en lo romántico y erótico —aunque él, después del divorcio, persevera e intenta acostarse con ella, retomar antiguos rituales— sino en lo existencial. De ser una compañera perfecta para él, una abogada parisiense de éxito, la protagonista se ha convertido en una mujer bisexual e independiente, primariamente interesada por las mujeres, que prefiere abandonar su profesión, vivir de forma humilde y dedicarse a escribir una novela.
Las señales de su “perversión”, que el exmarido ve por fin tras el último y más tajante rechazo, ya estaban ahí: según qué lecturas, una estética masculina, los tatuajes. En cualquier caso, Laurent redescubre a su exmujer como un ser macabro y sin moral al que ya no desea recuperar, sino arrebatárselo todo: “Al cabo de dos semanas [de su último rechazo, de haberle verbalizado que ahora está interesada en las mujeres, desde luego no en él] me dice que hay un problema con Paul. Que esa semana se quedará con él en lugar de ir conmigo. Dice que Paul me detesta, que se revuelca por el suelo, que me odia”. Mientras tanto, aunque la sociedad francesa ya ha aprobado el matrimonio igualitario y el feminismo parece avanzar a zancadas, la justicia le impide ver a su hijo con normalidad: no tiene unos ingresos, tampoco un apartamento fijo, su nueva sexualidad y amistades apuntan a que no sabe comportarse como una madre, se la acusa de inestable, incluso se emplean en su contra los libros, tanto los que ella misma escribe como los que lee, Dennis Cooper, Bataille, Genet, Sade.
La novela narra paralelamente la conquista de la independencia y el despertar sexual de la protagonista y su lucha por seguir manteniendo una relación con su hijo, aunque la trama no es tan importante como las reflexiones sobre el amor, la libertad o la maternidad. Es aquí donde reside lo mejor y lo peor del libro: aunque el estilo es reconocible y plagado de imágenes interesantes, tiende a lo fragmentario de tal forma que muchos de sus fragmentos son equivalentes. Pareciera que la narradora no se sorprende, ni se deja seducir del todo por las mujeres con las que se acuesta, algunos encuentros se resumen con frases como: “Entre nosotras hubo enseguida algo muy guarro”, sin apenas especificidad. Es imposible que sepas cuántas amantes aparecen, qué las diferencia o qué producen en la protagonista, lo que las hace absolutamente equivalentes e intercambiables. Aunque es posible que de hecho este fuera el deseo de la autora, incluso así podría (o debería) haber algo singular en cada experiencia sexual, máxime teniendo en cuenta que uno de los temas fundamentales de la novela es el descubrimiento de una sexualidad nueva. “Lo que me interesa de la homosexualidad no son las chicas a las que me follo, sino la chica en la que me convierto”, dice la narradora; quizás se trate de eso.
Sin embargo, ese estilo que resume más que cuenta, salpicado de audacia lingüística y ritmo, es perfecto para narrar la violencia burocrática a la que la someten las instituciones francesas y su exmarido. Eso, en cualquier caso, es lo que justifica la existencia de esta novela: en una sociedad que cada vez sospecha más del MeToo y de sus víctimas, Debré nos narra, como contrapunto necesario, una historia en la que una mujer debe renunciar a su hijo precisamente por no acomodarse a las expectativas sobre lo que debe ser una mujer y una madre.
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Las señales de su “perversión”, que el exmarido ve por fin tras el último y más tajante rechazo, ya estaban ahí: según qué lecturas, una estética masculina, los tatuajes. En cualquier caso, Laurent redescubre a su exmujer como un ser macabro y sin moral al que ya no desea recuperar, sino arrebatárselo todo: “Al cabo de dos semanas [de su último rechazo, de haberle verbalizado que ahora está interesada en las mujeres, desde luego no en él] me dice que hay un problema con Paul. Que esa semana se quedará con él en lugar de ir conmigo. Dice que Paul me detesta, que se revuelca por el suelo, que me odia”. Mientras tanto, aunque la sociedad francesa ya ha aprobado el matrimonio igualitario y el feminismo parece avanzar a zancadas, la justicia le impide ver a su hijo con normalidad: no tiene unos ingresos, tampoco un apartamento fijo, su nueva sexualidad y amistades apuntan a que no sabe comportarse como una madre, se la acusa de inestable, incluso se emplean en su contra los libros, tanto los que ella misma escribe como los que lee, Dennis Cooper, Bataille, Genet, Sade.
La novela narra paralelamente la conquista de la independencia y el despertar sexual de la protagonista y su lucha por seguir manteniendo una relación con su hijo, aunque la trama no es tan importante como las reflexiones sobre el amor, la libertad o la maternidad. Es aquí donde reside lo mejor y lo peor del libro: aunque el estilo es reconocible y plagado de imágenes interesantes, tiende a lo fragmentario de tal forma que muchos de sus fragmentos son equivalentes. Pareciera que la narradora no se sorprende, ni se deja seducir del todo por las mujeres con las que se acuesta, algunos encuentros se resumen con frases como: “Entre nosotras hubo enseguida algo muy guarro”, sin apenas especificidad. Es imposible que sepas cuántas amantes aparecen, qué las diferencia o qué producen en la protagonista, lo que las hace absolutamente equivalentes e intercambiables. Aunque es posible que de hecho este fuera el deseo de la autora, incluso así podría (o debería) haber algo singular en cada experiencia sexual, máxime teniendo en cuenta que uno de los temas fundamentales de la novela es el descubrimiento de una sexualidad nueva. “Lo que me interesa de la homosexualidad no son las chicas a las que me follo, sino la chica en la que me convierto”, dice la narradora; quizás se trate de eso.
Sin embargo, ese estilo que resume más que cuenta, salpicado de audacia lingüística y ritmo, es perfecto para narrar la violencia burocrática a la que la someten las instituciones francesas y su exmarido. Eso, en cualquier caso, es lo que justifica la existencia de esta novela: en una sociedad que cada vez sospecha más del MeToo y de sus víctimas, Debré nos narra, como contrapunto necesario, una historia en la que una mujer debe renunciar a su hijo precisamente por no acomodarse a las expectativas sobre lo que debe ser una mujer y una madre.
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‘Love Me Tender’, de Constance Debré: la violencia burocrática contra una madre
La protagonista de esta novela decide dejar a su marido y abandonar su trabajo como abogada de éxito para convertirse en una mujer bisexual e independiente. Ella lucha por mantener el vínculo con su hijo, a pesar de las trabas del sistema, y reflexiona sobre la maternidad, el amor y la libertad
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