batz.deron
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Madrid es Navidad cuando a doña Manolita le da la gana. Siempre empieza en sus colas, que abarrotan Preciados y Callao mientras la ludopatía pública anuncia Loterías y Apuestas del Estado en cortometrajes conmovedores. Siempre me ha llamado la atención en el estanco, la cantidad de personas que usan su mostrador como si fuera un casino. Se amontonan apuestas y derrotas, sueños en forma de boleto impreso que el azar vuelve a truncar para que regresen al día siguiente. Como Larra pero pagando. Porque el juego es malo, sí. Todo el mundo sabe lo dañino que fue Sheldon Adelson. Aunque ese discurso pierde su significado si el que se forra con tu enfermedad es el Estado, así, en mayúsculas. Cuando España se levantaba rota y diezmada por la guerra, Franco comenzó a dar licencias de estancos y de venta de lotería a las viudas de su lado del muro. El gusto por el burle venía ya de lejos. No en vano, todo esto tiene sus orígenes en la 'Lotería moderna' ideada por Ciriaco González Carvajal en Cádiz en 1811. Por decirlo de otro modo, llevamos en nuestros genes más de dos siglos de amor por el juego con el Estado como principal camello de esta adicción tapada por la nostalgia que nos brinda el solsticio de invierno, que dirían los cursis, o Navidad, que diría cualquier persona normal. De hecho, fue un año después, en 1812, cuando nuestra historia celebró el primer ' Gordo de Navidad '. Ni Abel Caballero , ni las luces led que alumbran este Madrid de bufanda, deciden cuando empieza la Navidad. Lo decide el conde Cabritas, que compró en 1987 a los herederos de aquella señora, doña Manuela de Pablo, esa marca de felicidad que en 1904 iniciaba su andadura en la calle San Bernardo, para aguantar 120 años de penas e ilusiones truncadas. Tras pasar por la Puerta del Sol y la calle Gran Vía, es la calle del Carmen la que hoy acumula colas de feligreses que buscan un modo de pasar a mejor vida sin estirar la pata. Al final, el juego, como la Navidad, tratan de esto. De ilusión. Pero no deja de ser llamativo cómo el país entero se para el 22 de diciembre para echarse unas fichas en el Casino Nacional. Cristales ahumadosHay muchos locales de apuestas y de juego online que, aunque su nombre venga a decir que se apuesta desde cualquier sitio, en realidad se ubica en un espacio físico donde se da cita lo mejorcito de cada casa. Estos locales de distintas empresas están abarrotando los centros de las principales ciudades españolas. Por mucha afición que la gente tenga por el mundo de la apuesta, estas casas n o dejan de estar 'mal vistas', por la mayoría. Los cristales están ahumados, se ponen vinilos para que no se sepa lo que ocurre dentro y para que los imberbes no empiecen por el mal camino temprano. Sin embargo, todos los sitios que pertenecen a Loterías y Apuestas del Estado tienen las puertas abiertas de par en par. No es de extrañar que en un restaurante te ofrezcan un décimo para el Gordo, como también te dan un chupito de alcohol después de pedir la cuenta. ¿Se imaginan a un librero ofreciéndoles un porro después de pagar mi última novela? Sería llamativo como poco. Pero ahí están, que si la ONCE que si Loterías, ofreciendo doblar la apuesta para salir del bucle de la necesidad. No se trata de cinismo. Es algo peor. Lo que no se puede discutir es que hoy, 24 de noviembre, Madrid ya se viste de Navidad porque doña Manolita está abarrotada de jugadores. Me cuenta un amigo de esos que llevan la cartera abarrotada de boletos, que siempre compra dos décimos por cada uno que regala. Lo hace para que, si le toca, gane el doble de dinero que el otro agraciado y así poder restregarle que es el doble de rico. Aunque generalmente termina el doble de pobre . Es el truco del Casino, queridos amigos. Nunca pierde. Aunque éste se vista de seda o de servicio público. Madrid ya es Navidad y aún falta un mes para la Nochebuena. Recuerden que si les toca el décimo agraciado ganarán menos gracias a Montoro. No me digan que no tuvo siempre aspecto de Scrooge en Cuento de Navidad. Yo, sin embargo, aprovecharé para tomarme unos churros con chocolate en San Ginés. Otra forma de ser feliz ahora que empieza todo a brillar.
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