Carlie_Kessler
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Oficio complicado el de los superhéroes. Jornadas laborales infinitas, sin apenas descansos, siempre en contextos de altísimo riesgo. Y sin un solo euro en la nómina. Es cierto que la suerte, a cambio, les dio algún poder descomunal. Aunque quizás lo único que de verdad compense sea el agradecimiento de los ciudadanos a los que salvan una y otra vez. Los X-Men, sin embargo, no tienen ni eso. Al revés, la humanidad los desprecia.
“Temidos y odiados por el mundo al que han jurado proteger” es el lema que ha acompañado a los mutantes durante sus seis décadas de vida. Nacieron distintos. Y por eso la gente normal los rechaza. A cualquier miembro de colectivos marginados le sonará familiar. Tanto que la Patrulla-X casi nunca combate solo contra el villano de turno: de paso, reta al machismo, la homofobia, el racismo, el fascismo, el fundamentalismo religioso o la incomprensión de los adultos ante la pubertad, según la visión de cada lector. “Su enemigo más importante es la intolerancia”, lo resume Alejandro Martínez, editor de Panini Cómics, que publica las obras de Marvel en España.
Cuando Stan Lee y Jack Kirby los crearon, en septiembre de 1963, tal vez se adelantaran. Hoy, más ciudadanos luchan en el mismo bando. Pero, al mismo tiempo, nuevas amenazas vuelven a levantar muros y guetos. El progreso ha restituido los focos a los X-Men. Aunque su reciente auge también tiene que ver con cine, riesgos creativos (o su ausencia), videojuegos, nostalgia. Y no solo. En todo caso, los mutantes saborean estos días justo lo que nunca reciben en sus tramas: el amor de las masas.
Se prevé que hordas de adoradores invadan las salas para Deadpool y Lobezno, que estrena este jueves. Entre las misiones de los dos mutantes quizás más peculiares, por cierto, está rescatar a los propios cines. Y demostrar a Disney, dueña de Marvel, que la Patrulla-X tiene un futuro en la gran pantalla. En la pequeña, mientras, ha arrasado: la serie animada X-Men ‘97, secuela moderna en salsa vintage de la original de los noventa, tuvo cuatro millones de visionados en sus primeros cuatro días y ocupa el tercer puesto entre las producciones originales más vistas de siempre en Disney+.
Este mismo mes, además, llega la enésima revolución en los tebeos: tras la rompedora —y por ello aclamada o criticadísima— Era de Krakoa, arranca una época cuyo título sugiere una vuelta a las esencias, From the Ashes (Desde las cenizas). Y todo mientras las repetidas filtraciones del videojuego Lobezno desesperan a Insomniac, el estudio que lo elabora para 2025, pero disparan aún más la expectación.
Se trata, eso sí, de obras muy distintas. Para Reed Tucker, autor del ensayo Marvel vs DC (Planeta), tan solo las une la presencia de algún mutante. Aunque sí confirman la vigencia y el interés hacia estos personajes. Y su sempiterna temática de fondo. “La Patrulla-X es una metáfora de la discriminación y eso juega un rol clave en casi todas sus historias. Siempre ha sido el tebeo más abiertamente político de Marvel”, dice Tucker. Un artículo de The New York Times detectaba ya en 2022, además, el crecimiento de una “comunidad de fans de los X-Men —especialmente público joven, queer y negro— alrededor de podcasts como Cerebro y redes sociales como TikTok o Discord”.
Por supuesto, los mutantes han tenido otros momentos de gloria. Y de olvido. Puede que le suceda a cualquiera que alcance la edad de jubilación. Época, por otro lado, de balances inevitables, por más que los X-Men no tengan la menor intención de retirarse. Nacieron en el mismo periodo que otras leyendas de Marvel, de Spiderman a Los cuatro fantásticos. Ahí estaban el profesor Charles Xavier y sus cinco alumnos originales, en la escuela mansión de Westchester: Cíclope, Jean Grey, Bestia, Ángel y el Hombre de Hielo. También se planteaba desde el principio el choque entre el Homo Superior y el Sapiens. Y el eterno debate que enfrenta al fundador de la Patrulla-X con Magneto, su amigo y némesis: integrarse en la humanidad, pese a su odio, o subyugarla.
Las ventas, sin embargo, fueron las primeras en arrinconar a los mutantes. “Iba tan mal que, pocos años después de su introducción, dejó de continuar la producción original y solo hubo reimpresiones. Realmente no tuvo un impacto en la cultura popular hasta mediados de los setenta”, aclara Tucker. Para entonces, ya habían llegado más estudiantes a la corte de Xavier. Y hasta su origen era diverso: ya no solo EE UU, sino todo el mundo. Lobezno venía de Canadá, Tormenta recordaba su infancia en Kenia, Rondador nocturno hasta soltaba alguna palabra en alemán, igual que Coloso en ruso. Gambito daba voz a la etnia cajun y Thunderbird, descendiente de los Apache, a la América menos escuchada: los indígenas. Al menos durante los pocos números hasta que falleció.
Aunque fue otra la incorporación clave para el destino de los personajes. No dentro del equipo, sino al frente de sus historias: Chris Claremont. Es decir, el guionista que encumbró a los X-Men, junto con dibujantes como Dave Cockrum o John Byrne. “Su problema radica en que no solo deben derrotar a los malos. También deben mostrarse como ciudadanos creíbles y honorables”, apunta el escritor en el apéndice de Días del futuro pasado, una de sus tramas más célebres. “Durante toda mi vida he visto asesinar a la gente sin más razón que el dios al que adoran o el color de su piel… o la presencia de un gen extra en su A.D.N.”, le hizo decir a Magneto en Genesis Mutante 2.0, otra de sus aplaudidas obras. Aunque la lista incluye Dios ama, el hombre mata, La Saga de Fénix Oscura o Excalibur, entre otras muchas.
“Tuvo claro el concepto de la novela río: cada episodio era casi autoconclusivo, pero de alguna manera formaba parte de una gran historia. Daba la sensación de leer algo trascendente. Y además cuidó a cada personaje”, le reconoce Alejandro Martínez. De ahí que los últimos, finalmente, se volvieran primeros. Con lo que supuso en términos de metáfora, para quien se sentía identificado. Y —lo que seguramente importara más a Marvel— de ingresos: se volvió la serie más exitosa de la empresa y X-Men 1, de octubre 1991, logró el récord Guinnes del tebeo más vendido de siempre, con ocho millones de copias.
La etapa de Claremont enganchó, entre otros muchos, también a Salvador Larroca. Años después, el español tendría el “honor” de dibujar tramas del guionista que tanto le había seducido. Y de convertirse en uno de los lápices más reverenciados de la historia de los personajes. “He estado en sesiones de firmas donde viene gente a decirte que leer esos tebeos le cambió la vida en su momento y a lo mejor te asocia, como creador, con aquella revitalización. Emociona mucho”, apunta el artista.
Otro dibujante español clave de la Patrulla-X, Pepe Larraz, destaca más superpoderes de la epopeya mutante: “Lo que hace buena una obra de arte es que tenga múltiples lecturas, incluso según el momento. Cuando eres niño te flipa que Lobezno tiene garras. De mayor, entiendes la persecución, la familia, el conflicto frente a la paz, la discriminación, por eso son tan relevantes. Y me gusta que no haya personajes terriblemente malos, sino hasta cierto punto entendibles. Es uno de los comics en los que la moral se cuestiona más”. Quizás por eso, también, han generado tantas conversaciones, y polémicas.
En el cómic E de Extinción, Grant Morrison escribió y Frank Quitely dibujó la repentina masacre de 16 millones de mutantes. Y tantas tramas han dado para hablar de genocidios, Holocausto, darwinismo social, críticas feroces al catolicismo, pero también héroes que lo practican, paralelismos con Martin Luther King o el apartheid sudafricano, identidad transgénero, o cómo Tormenta y Jean Grey reflejarían distintas posturas dentro del feminismo. El “¿Has intentado no ser un mutante?” que le preguntaban sus padres al Hombre de Hielo en el filme X-Men 2 (2003) evocaba la incómoda conversación que tantos hijos LGTBIQ+ han afrontado en su hogar. Finalmente, el personaje salió del armario en 2015.
Ann Nocenti, mítica guionista y editora que también se encargó de los X-Men, subrayó alguna vez otro punto crítico: ¿por qué en las viñetas de Marvel la ciudadanía despreciaba a Cíclope y compañía, pero aplaudía las gestas de superhéroes como la Antorcha Humana o la Viuda Negra? ¿Cómo podía saber que los primeros eran mutantes? Y respondía que el foco debía ser otro: “Sus poderes llegan durante la pubertad, haciéndolos parecidos a los cambios que atraviesas en la adolescencia, ya sean especiales, descontrolados o te marginen. Es el tema de la identidad que no encaja”.
A la reciente etapa de Krakoa, escrita por Jonathan Hickman y dibujada por Larraz, la han acusado de convertir a los X-Men en supremacistas, que se encierran en su país y sus privilegios y chantajean a la humanidad. El español entiende que los ataques son el precio por intentar innovar: “Existe en Marvel la ilusión del cambio. Parece que cambia todo, pero nunca sucede. En este caso, sí”. Justamente por su atrevimiento y sus dilemas incómodos la aplaudió Connor Goldsmith, creador del podcast sobre la Patrulla X Cerebro.
En lugar de tal revolución, la serie X-Men 97 planteó una reforma. Las claves de siempre, de los robots centinelas que masacran a los mutantes a las peleas entre Cíclope y Lobezno, para recuperar a los viejos seguidores, pero bañadas en alguna idea y planteamiento político más modernos —o demasiado woke, para algunos—. Precisamente la repetición hasta la saciedad, al fin y al cabo, hundió anteriores etapas de los mutantes, según los entrevistados.
Martínez reconoce que a finales de los noventa los cómics tenían ya demasiados personajes. Unos 130 han pasado en algún momento por el equipo, al que también se han sumado grupos como X-Force o X-Factor. Muchos han tenido su propia colección de tebeos en solitario, Lobezno o Xavier han fallecido y regresado y Jean Grey lo ha hecho incluso en más de una ocasión. “No hay grupo que haya incorporado a más gente. Tras 30 o 40 años contando historias de un personaje, cuesta hacer algo que no se haya hecho ya. Así que, a menudo, el guionista que toma una colección introduce incorporaciones nuevas a las que pueda darles su juego. De vez en cuando ha habido que matar a algunos para reducirlos”, reflexiona Larroca. Y señala, igual que Larraz, que Marvel intenta apostar todo lo seguro que pueda: “Ahora hay demasiadas injerencias y gente controlando las cosas, antes lo importante se decidía en reuniones de creativos”.
Lo cual explica que las películas de los X-Men, tras el éxito de las primeras a principio de los 2000, se multiplicaran hasta una quincena, entre filón principal y spin-offs. Y hasta la saciedad, a juzgar por las críticas y la taquilla de las últimas entregas, Apocalipsis y Fénix Oscura. Los líos empresariales también los discriminaron: Marvel había vendido los derechos de los personajes a Fox, de ahí que no pudieran aparecer en las películas de los Vengadores que arrasaron en todo el planeta.
Pese a la exitosa adaptación de Días del futuro pasado y a contar con estrellas como Michael Fassbender, Patrick Stewart o Jennifer Lawrence, la saga se fue desinflando. Mientras las salas, las tiendas de juguetes y los parques de atracciones se llenaban de Thor, Capitana Marvel o Groot, los mutantes —y Los cuatro fantásticos— se quedaban una vez más al margen. Para el editor Alejandro Martínez, al final, se trata de ciclos: “Damos por sentado que Iron Man sea la licencia más cotizada detrás de Spiderman. Pero cuando se estrenó su primera película era un secundario de Marvel. Habrá momentos en que los X-Men estén más o menos de moda, pero siempre estarán presentes. Me voy a venir arriba: pienso en Hamlet o Romeo y Julieta. Las obras de alta calidad que forman parte del canon nunca van a ser olvidadas”.
Ahora, además, Marvel ha comprado Fox, y puede aprovechar a los X-Men en el cine. La duda es cómo hacerlo y cuándo, en un universo fílmico ya muy estructurado. Ha habido algún cameo o secuencia poscréditos, pero falta un plan oficial. Puede que Deadpool y Lobezno marque el comienzo de una nueva era. Una donde la humanidad aplauda a los mutantes en todos los formatos. A un profesor tan inteligente como Xavier no le escapará la paradoja: su sueño, hoy, es el mismo de los directivos de Disney.
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“Temidos y odiados por el mundo al que han jurado proteger” es el lema que ha acompañado a los mutantes durante sus seis décadas de vida. Nacieron distintos. Y por eso la gente normal los rechaza. A cualquier miembro de colectivos marginados le sonará familiar. Tanto que la Patrulla-X casi nunca combate solo contra el villano de turno: de paso, reta al machismo, la homofobia, el racismo, el fascismo, el fundamentalismo religioso o la incomprensión de los adultos ante la pubertad, según la visión de cada lector. “Su enemigo más importante es la intolerancia”, lo resume Alejandro Martínez, editor de Panini Cómics, que publica las obras de Marvel en España.
Cuando Stan Lee y Jack Kirby los crearon, en septiembre de 1963, tal vez se adelantaran. Hoy, más ciudadanos luchan en el mismo bando. Pero, al mismo tiempo, nuevas amenazas vuelven a levantar muros y guetos. El progreso ha restituido los focos a los X-Men. Aunque su reciente auge también tiene que ver con cine, riesgos creativos (o su ausencia), videojuegos, nostalgia. Y no solo. En todo caso, los mutantes saborean estos días justo lo que nunca reciben en sus tramas: el amor de las masas.
Se prevé que hordas de adoradores invadan las salas para Deadpool y Lobezno, que estrena este jueves. Entre las misiones de los dos mutantes quizás más peculiares, por cierto, está rescatar a los propios cines. Y demostrar a Disney, dueña de Marvel, que la Patrulla-X tiene un futuro en la gran pantalla. En la pequeña, mientras, ha arrasado: la serie animada X-Men ‘97, secuela moderna en salsa vintage de la original de los noventa, tuvo cuatro millones de visionados en sus primeros cuatro días y ocupa el tercer puesto entre las producciones originales más vistas de siempre en Disney+.
Este mismo mes, además, llega la enésima revolución en los tebeos: tras la rompedora —y por ello aclamada o criticadísima— Era de Krakoa, arranca una época cuyo título sugiere una vuelta a las esencias, From the Ashes (Desde las cenizas). Y todo mientras las repetidas filtraciones del videojuego Lobezno desesperan a Insomniac, el estudio que lo elabora para 2025, pero disparan aún más la expectación.
Se trata, eso sí, de obras muy distintas. Para Reed Tucker, autor del ensayo Marvel vs DC (Planeta), tan solo las une la presencia de algún mutante. Aunque sí confirman la vigencia y el interés hacia estos personajes. Y su sempiterna temática de fondo. “La Patrulla-X es una metáfora de la discriminación y eso juega un rol clave en casi todas sus historias. Siempre ha sido el tebeo más abiertamente político de Marvel”, dice Tucker. Un artículo de The New York Times detectaba ya en 2022, además, el crecimiento de una “comunidad de fans de los X-Men —especialmente público joven, queer y negro— alrededor de podcasts como Cerebro y redes sociales como TikTok o Discord”.
Por supuesto, los mutantes han tenido otros momentos de gloria. Y de olvido. Puede que le suceda a cualquiera que alcance la edad de jubilación. Época, por otro lado, de balances inevitables, por más que los X-Men no tengan la menor intención de retirarse. Nacieron en el mismo periodo que otras leyendas de Marvel, de Spiderman a Los cuatro fantásticos. Ahí estaban el profesor Charles Xavier y sus cinco alumnos originales, en la escuela mansión de Westchester: Cíclope, Jean Grey, Bestia, Ángel y el Hombre de Hielo. También se planteaba desde el principio el choque entre el Homo Superior y el Sapiens. Y el eterno debate que enfrenta al fundador de la Patrulla-X con Magneto, su amigo y némesis: integrarse en la humanidad, pese a su odio, o subyugarla.
Las ventas, sin embargo, fueron las primeras en arrinconar a los mutantes. “Iba tan mal que, pocos años después de su introducción, dejó de continuar la producción original y solo hubo reimpresiones. Realmente no tuvo un impacto en la cultura popular hasta mediados de los setenta”, aclara Tucker. Para entonces, ya habían llegado más estudiantes a la corte de Xavier. Y hasta su origen era diverso: ya no solo EE UU, sino todo el mundo. Lobezno venía de Canadá, Tormenta recordaba su infancia en Kenia, Rondador nocturno hasta soltaba alguna palabra en alemán, igual que Coloso en ruso. Gambito daba voz a la etnia cajun y Thunderbird, descendiente de los Apache, a la América menos escuchada: los indígenas. Al menos durante los pocos números hasta que falleció.
Aunque fue otra la incorporación clave para el destino de los personajes. No dentro del equipo, sino al frente de sus historias: Chris Claremont. Es decir, el guionista que encumbró a los X-Men, junto con dibujantes como Dave Cockrum o John Byrne. “Su problema radica en que no solo deben derrotar a los malos. También deben mostrarse como ciudadanos creíbles y honorables”, apunta el escritor en el apéndice de Días del futuro pasado, una de sus tramas más célebres. “Durante toda mi vida he visto asesinar a la gente sin más razón que el dios al que adoran o el color de su piel… o la presencia de un gen extra en su A.D.N.”, le hizo decir a Magneto en Genesis Mutante 2.0, otra de sus aplaudidas obras. Aunque la lista incluye Dios ama, el hombre mata, La Saga de Fénix Oscura o Excalibur, entre otras muchas.
“Tuvo claro el concepto de la novela río: cada episodio era casi autoconclusivo, pero de alguna manera formaba parte de una gran historia. Daba la sensación de leer algo trascendente. Y además cuidó a cada personaje”, le reconoce Alejandro Martínez. De ahí que los últimos, finalmente, se volvieran primeros. Con lo que supuso en términos de metáfora, para quien se sentía identificado. Y —lo que seguramente importara más a Marvel— de ingresos: se volvió la serie más exitosa de la empresa y X-Men 1, de octubre 1991, logró el récord Guinnes del tebeo más vendido de siempre, con ocho millones de copias.
La etapa de Claremont enganchó, entre otros muchos, también a Salvador Larroca. Años después, el español tendría el “honor” de dibujar tramas del guionista que tanto le había seducido. Y de convertirse en uno de los lápices más reverenciados de la historia de los personajes. “He estado en sesiones de firmas donde viene gente a decirte que leer esos tebeos le cambió la vida en su momento y a lo mejor te asocia, como creador, con aquella revitalización. Emociona mucho”, apunta el artista.
Otro dibujante español clave de la Patrulla-X, Pepe Larraz, destaca más superpoderes de la epopeya mutante: “Lo que hace buena una obra de arte es que tenga múltiples lecturas, incluso según el momento. Cuando eres niño te flipa que Lobezno tiene garras. De mayor, entiendes la persecución, la familia, el conflicto frente a la paz, la discriminación, por eso son tan relevantes. Y me gusta que no haya personajes terriblemente malos, sino hasta cierto punto entendibles. Es uno de los comics en los que la moral se cuestiona más”. Quizás por eso, también, han generado tantas conversaciones, y polémicas.
En el cómic E de Extinción, Grant Morrison escribió y Frank Quitely dibujó la repentina masacre de 16 millones de mutantes. Y tantas tramas han dado para hablar de genocidios, Holocausto, darwinismo social, críticas feroces al catolicismo, pero también héroes que lo practican, paralelismos con Martin Luther King o el apartheid sudafricano, identidad transgénero, o cómo Tormenta y Jean Grey reflejarían distintas posturas dentro del feminismo. El “¿Has intentado no ser un mutante?” que le preguntaban sus padres al Hombre de Hielo en el filme X-Men 2 (2003) evocaba la incómoda conversación que tantos hijos LGTBIQ+ han afrontado en su hogar. Finalmente, el personaje salió del armario en 2015.
Ann Nocenti, mítica guionista y editora que también se encargó de los X-Men, subrayó alguna vez otro punto crítico: ¿por qué en las viñetas de Marvel la ciudadanía despreciaba a Cíclope y compañía, pero aplaudía las gestas de superhéroes como la Antorcha Humana o la Viuda Negra? ¿Cómo podía saber que los primeros eran mutantes? Y respondía que el foco debía ser otro: “Sus poderes llegan durante la pubertad, haciéndolos parecidos a los cambios que atraviesas en la adolescencia, ya sean especiales, descontrolados o te marginen. Es el tema de la identidad que no encaja”.
A la reciente etapa de Krakoa, escrita por Jonathan Hickman y dibujada por Larraz, la han acusado de convertir a los X-Men en supremacistas, que se encierran en su país y sus privilegios y chantajean a la humanidad. El español entiende que los ataques son el precio por intentar innovar: “Existe en Marvel la ilusión del cambio. Parece que cambia todo, pero nunca sucede. En este caso, sí”. Justamente por su atrevimiento y sus dilemas incómodos la aplaudió Connor Goldsmith, creador del podcast sobre la Patrulla X Cerebro.
En lugar de tal revolución, la serie X-Men 97 planteó una reforma. Las claves de siempre, de los robots centinelas que masacran a los mutantes a las peleas entre Cíclope y Lobezno, para recuperar a los viejos seguidores, pero bañadas en alguna idea y planteamiento político más modernos —o demasiado woke, para algunos—. Precisamente la repetición hasta la saciedad, al fin y al cabo, hundió anteriores etapas de los mutantes, según los entrevistados.
Martínez reconoce que a finales de los noventa los cómics tenían ya demasiados personajes. Unos 130 han pasado en algún momento por el equipo, al que también se han sumado grupos como X-Force o X-Factor. Muchos han tenido su propia colección de tebeos en solitario, Lobezno o Xavier han fallecido y regresado y Jean Grey lo ha hecho incluso en más de una ocasión. “No hay grupo que haya incorporado a más gente. Tras 30 o 40 años contando historias de un personaje, cuesta hacer algo que no se haya hecho ya. Así que, a menudo, el guionista que toma una colección introduce incorporaciones nuevas a las que pueda darles su juego. De vez en cuando ha habido que matar a algunos para reducirlos”, reflexiona Larroca. Y señala, igual que Larraz, que Marvel intenta apostar todo lo seguro que pueda: “Ahora hay demasiadas injerencias y gente controlando las cosas, antes lo importante se decidía en reuniones de creativos”.
Lo cual explica que las películas de los X-Men, tras el éxito de las primeras a principio de los 2000, se multiplicaran hasta una quincena, entre filón principal y spin-offs. Y hasta la saciedad, a juzgar por las críticas y la taquilla de las últimas entregas, Apocalipsis y Fénix Oscura. Los líos empresariales también los discriminaron: Marvel había vendido los derechos de los personajes a Fox, de ahí que no pudieran aparecer en las películas de los Vengadores que arrasaron en todo el planeta.
Pese a la exitosa adaptación de Días del futuro pasado y a contar con estrellas como Michael Fassbender, Patrick Stewart o Jennifer Lawrence, la saga se fue desinflando. Mientras las salas, las tiendas de juguetes y los parques de atracciones se llenaban de Thor, Capitana Marvel o Groot, los mutantes —y Los cuatro fantásticos— se quedaban una vez más al margen. Para el editor Alejandro Martínez, al final, se trata de ciclos: “Damos por sentado que Iron Man sea la licencia más cotizada detrás de Spiderman. Pero cuando se estrenó su primera película era un secundario de Marvel. Habrá momentos en que los X-Men estén más o menos de moda, pero siempre estarán presentes. Me voy a venir arriba: pienso en Hamlet o Romeo y Julieta. Las obras de alta calidad que forman parte del canon nunca van a ser olvidadas”.
Ahora, además, Marvel ha comprado Fox, y puede aprovechar a los X-Men en el cine. La duda es cómo hacerlo y cuándo, en un universo fílmico ya muy estructurado. Ha habido algún cameo o secuencia poscréditos, pero falta un plan oficial. Puede que Deadpool y Lobezno marque el comienzo de una nueva era. Una donde la humanidad aplauda a los mutantes en todos los formatos. A un profesor tan inteligente como Xavier no le escapará la paradoja: su sueño, hoy, es el mismo de los directivos de Disney.
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