Kevin_Gorczany
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“Soy Carlos, médico de familia de un pueblo sevillano, quien por primera vez ha temido por su salud porque otra persona ha decidido que merezco ser golpeado […] El personal médico tenemos que soportar a diario desplantes, malas caras, cuestionamiento de nuestras aptitudes, capacidades y conocimientos. Déjame contarte algo: soy una persona con sentimientos, dudas, miedos e incertidumbres, al igual que vosotros”. Este es un extracto de la carta abierta que la semana pasada remitió a los usuarios del Servicio Andaluz de Salud Carlos Máiquez, apenas siete días después de estar a punto de ser agredido por uno de sus pacientes en su centro de salud de Burguillos (Sevilla). Con ella, además de exorcizar el estupor por su mala experiencia, apela a “la empatía” de los ciudadanos. Es esa pérdida de la capacidad de identificarse con el personal sanitario que está detrás del mostrador o en una consulta la que, en la mayoría de los casos, subyace bajo el incremento de agresiones a los profesionales sanitarios en Andalucía, cuya tendencia al alza van a denunciar los sindicatos con una concentración a principios de diciembre.
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