joanie.kuhlman
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De la Cueva de los Murciélagos (Albuñol, en la costa de Granada) se ha escrito mucho. Durante unos años del siglo XIX fue la principal fuente de nitrógeno natural del país como fertilizante (por el guano de los quirópteros que colgaban de sus techos). Dentro creyeron ver galena, mineral rico en plomo, en unas vetas rojizas de la roca y los mineros entraron con todo. Pero aquello, sobre todo, era un cementerio, una necrópolis que después se supo muy antigua. Lo sacaron casi todo, los 70 cuerpos que allí había, los ajuares y las ofrendas que los acompañaban, acabando la mayoría ladera abajo, pavimentando el camino a la oquedad o como recuerdo en casa de los vecinos. En 1867, el abogado y arqueólogo almeriense Manuel Góngora y Martínez, catedrático de la Universidad de Granada, fue al pueblo, recuperando todo lo que pudo comprándoselo a los lugareños o de la misma cueva. La mayoría de aquel material acabó en el Museo Arqueológico Nacional, pero no todo. Ahora, siglo y medio después, un equipo de arqueólogos ha encontrado en las escombreras de la fallida mina los restos de arquería más antiguos de Europa. Según publican en Scientific Reports, hallaron flechas todavía con sus plumas, puntas hechas de madera de olivo o cuerdas de tendón trenzado como los arqueros actuales siguen trenzando.
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