Dentro de la tragedia de Valencia , uno siente el alivio de la reacción de la sociedad. En Córdoba , el trasvase de solidaridad ha sido formidable. Un torrente de ayuda que, con los ciudadanos de a pie como gran afluente, se canaliza a través de innumerables iniciativas que han brotado en nuestra tierra.Y esto desde aquí. Luego, están quienes colaboran en el terreno. Es el caso de los bomberos de la Diputación y la capital que están dando el mil por cien para que la normalidad empiece a abrirse paso. O de esos dos policías locales de Montilla, que, en medio del agotamiento de batallar contra la devastación, sacaron tiempo para dejar un cariñoso mensaje a los niños de la clase que usaron como improvisado dormitorio. Frente a estos magníficos ejemplos, está la lamentable tendencia de nuestros políticos a acordarse de Santa Bárbara cuando truena y de olvidarse de ella en cuanto el cielo no resuena. El mejor ejemplo lo daban las páginas de ABC este miércoles: publicó que la capital espera desde 2013 -tres años antes, había sido la gran riada- una obra -valorada hoy en 8,2 millones- para evitar inundaciones en ocho barrios. Se trata de encauzar cuatro arroyos de la Sierra. Hace ya más de once años, el Ayuntamiento y la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), quien debe acometerla, firmaron un convenio para ejecutarla: el primero aportaba el 20% del coste y el segundo, el 80%, vía fondos europeos. Pero el dinero de Bruselas se evaporó, con lo que el acuerdo se convirtió en papel mojado.Esta intervención ha emergido en la revisión del plan hidrológico de la demarcación del Guadalquivir 2022-2027 y se financia de nuevo con partidas de la Unión. Cuando ABC preguntó la pasada semana a la CHG por el estado del proyecto, agua; no hubo respuesta. El Ayuntamiento ha anunciado que se la reclamará dentro de una propuesta de más acuerdos. Debe demandársela a Confederación un día sí y otro también y otro también y otro también. Aquí, para recordar de lo que es capaz el agua, no hace falta acordarse de Santa Bárbara. Basta con sacar a flote en nuestra memoria la riada de 2010 y aquella asfixiante imagen de las casas cubiertas por el Guadalquivir hasta el punto que sólo se veían sus tejas.
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