mwill
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El actor Hugo Silva estrena este viernes en nuestros cines su última película, 'Desmontando a Lucía'. A caballo entre el cine negro y la comedia ácida, desconcertante y divertida, no deja indiferente. Y con su protagonista hablamos de pecados, de los confesables y de los que no. De pecados capitales. Y empezamos, como siempre, perdonándole uno.—Le perdono un pecado.—La gula, sin ninguna duda. —¿Y cuál es el que más le costaría perdonar? En los demás y en usted mismo.—Me cuesta mucho perdonar la avaricia. A mí, personalmente, me parece súpertóxica. Creo, además, que la envidia despierta el resto de los pecados.—¿Y qué despierta su ira? —Pues, si me hubieses hecho esta pregunta hace no tanto, te habría podido dar un montón de nombres concretos. Antes tenía mucha ira, pero ahora he pasado a otra fase que no sé si es peor, una de decepción con el homo sapiens. Ahora veo cosas que antes me enfadaban y pienso «qué pereza». —Ha cambiado de pecado entonces.—Sí, sí, lo que antes me despertaba ira ahora me despierta pereza. —¿Cuál sería su pecado capital?—Pues yo creo que la gula. Pero lo tengo controlado.—Entonces no es pecado, es pasión.—Los pecados y las pasiones van de la mano.—En una profesión como la suya, lo que debe ser complicado es mantener a raya la soberbia. —Es dificilísimo, sí. Por eso yo valoro tanto la humildad, porque funciona muy bien como protector contra muchos de los pecados. Contra todos, diría, pero sobre todo contra la soberbia, que en esta profesión es imprescindible mantener a raya. Pero, si no lo hiciéramos, estaríamos completamente chalados. —La pereza y la gula las hemos disculpado, porque las ha confesado. Pero, ¿qué hay de la lujuria? —Ni siquiera la contemplo como pecado. Y, en todo caso, también sería ese uno de mis pecados. Lo que pasa es que yo lo veo como algo que no tiene que ver solo con lo sexual, tiene que ver con la forma de afrontar la vida, de vivirla. Yo creo que uno aprende a vivir la vida de manera apasionada e intensa, que es un ejercicio muy bonito. Para mí eso sería una forma de lujuria: vivir apasionadamente. Luego, a lo mejor, si te pasas la gastas, claro. Creo, de todos modos, que es un pecado bastante venial. De hecho, si lo mantienes a raya, incluso me parece uno muy sano. —Nos falta la envidia…—La envidia me parece tan poco elegante que la había olvidado por completo. Es que ni la contemplo, me da mucha vergüenza ajena. Es casi como un resultado de la avaricia y de la soberbia. Los otros pecados son pasiones fuertes, que tienen algo incluso de literatura. Pero la envidia es tan cutre que no tiene ningún interés, ni siquiera artístico. —Es verdad que al resto se les puede sacar algo de interés. Y usted, con un trabajo creativo, pueden resultarle de utilidad.—Son maravillosos para la escena, son motores cojonudos para trabajarlos en la interpretación. Pero la envidia no, la envidia es muy cutre. No hay por dónde cogerla. La he tenido que trabajar en alguna ocasión, para algún personaje, y es todo tan ordinario, de tal bajeza, que estás deseando escapar de esa piel. Noticia Relacionada Los siete pecados capitales de... estandar Si Leonor Watling: «No peco por pereza» Rebeca Argudo La actriz, que estrena estos días la película 'Anatema', perdona cualquiera de los pecados que tienen que ver con la carne—Me ha salido usted muy poco pecador. —Bueno, no hagas mucho caso porque, al final, lo que uno habla de sí mismo no suele ser del todo verdad. —Pues ha quedado como un pecador bastante virtuoso.—Más bien soy un pecador consciente.
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