«Los lobos están atacando todos los días»

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En los bares, que son más que un lugar en el que tomar esa caña, vino o café, «es la comidilla» que se sirve a diario . Los ataques de los lobos son el ingrediente que adereza las conversaciones. En San Martín de la Vega del Alberche (Ávila) amanecen «todos los días» con otra incursión del cánido que se ha llevado entre sus fauces la vida de «un ternero, dos, tres...», un potro o ha dejado malherido al animal, obligando casi siempre a su sacrificio. Y por más que la escena se repita en este pueblo y en el resto de los del entorno de esta zona de la provincia de Ávila, la que más ataques acumula en Castilla y León, España e incluso Europa –sólo en el primer semestre de este año, casi 700 animales muertos y certificados de los 2.400 de toda la Comunidad–, no se acostumbran –o más bien se niegan a tener que asumir– a que el depredador siga llenando su estómago a costa de sus reses. «¡Que no seamos los ganaderos los que tengamos que alimentar al lobo!» , clama Carolina al otro lado de la barra. Hace año y medio, además del negocio de hostelería y alojamientos rurales, también montó una ganadería de yeguas de raza hispano bretón con su hermano, Alejandro. Y ya saben lo que es llegar a la finca y encontrar «al pobre animal agonizando». Él, incluso, un día, a eso del atardecer, al ir a dar una vuelta para ver cómo estaba el ganado antes de caer la noche, ahí se lo encontró parapetado, al acecho de una presa que echarse a sus colmillos. «Te llevas una desilusión como ganadero y también por el animal un disgusto de cómo lo está pasando . Te vas a casa con un cuerpo...», recuerda Carolina todavía con un rostro que se le desencaja al rememorarlo.No es miedo. Saben que el lobo es astuto y huye de los humanos, pero sí temen y penan por esos animales a los que no saben cómo proteger a campo abierto, donde ni siquiera un muro y malla de metro y medio de altura sirven de freno a una especie que, recuerdan, ha vuelto a expandirse desde hace un par de decenios después de haber desaparecido a mediados del siglo pasado. Y con la sensación extendi da de que la presencia del cánido «se está yendo de las manos». «Dos o tres años bestiales»«Llevamos dos o tres años bestiales», resum e César, uno de los 35 ganaderos (la mayoría de vacuno, más de media docena de equino) en un pueblo de 165 habitantes, donde la ganadería es su principal medio de vida. Cuenta los días para comenzar con la trashumancia , para partir hacia tierras más cálidas en las que el ganado pueda pasar el invierno y, de paso, librarse del lobo. Y es que arrancar el camino a lomos de su caballo con sus vacas andando por cordeles, cañadas y veredas ya no sólo es una obligación heredada de sus antepasados que para él es toda una pasión que confía que sigan sus hijos. San Martín de la Vega del Alberche (Ávila) En San Martín de la Vega del Alberche, se quejan, los ataques del lobo son constantes. Lo sabe César, uno de los 35 ganaderos de este pueblo de 160 habitantes, que muestra la imagen de uno de sus terneros atacados por el cánido FOTOS: IVÁN TOMÉDesde hace unos años se ha convertido en el momento en el que abrir una ventana en el tiempo para librarse de los ataques del cánido que tan de cabeza les traen. Otros años ha marchado hasta Extremadura, éste lo hará más cerca, a cuatro jornadas con sus noches hasta Talavera de la Reina (Toledo). Ahí «no hay ataques». «¡De momento!», apostilla . Resopla sólo de pensarlo mientras no pierde de vista a sus reses, 120 de pura raza avileña que pastan en el monte comunal de San Martín de la Vega del Alberche ahora a apenas medio kilómetro de las casas. MÁS INFORMACIÓN noticia Si Europa enmienda el blindaje del lobo de Teresa Ribera noticia Si La Junta ve que «se estrecha» el cerco al Gobierno al ir contra Europa con el lobo noticia No El nuevo censo del lobo eleva un 8 por ciento las manadas en Castilla y León, hasta las 193«¡Ahí pasa algo!», lo percibe casi por el rabillo del ojo con sólo ver cómo unas cuantas madres emprenden el trote hacia sus terneros. Ya más cerca, lo comprueba: es un perro extraño que se ha aproximado, y el rebaño –ya muy escamado por las fechorías del lobo– se pone en alerta. El 20 de noviembre se llevó entre sus fauces la vida de un ternero, recuerda. En verano, otro, cuya imagen tiene grabada a fuego en la memoria y en el teléfono. Lo encontró todavía «caliente» , con el canis lupus a pocos metros y los «pelos de punta» que a él se le escarparon. Estaba en un «prado vallado, con malla ganadera» que para el lobo se ha demostrado que no es impedimento. Ya lleva cuatro ataques este año, suspira. Al recordar los del anterior y casi prefiere no mirar mucho más atrás en el tiempo... «No busco la indemnización» , que son «un montón de papeles», pero que al ir cada día a ver sus reses –lo hace varias veces, recalca– no se encuentre la dramática imagen. «Yo no digo que los exterminen, pero deben controlarlos, que lo regulen ». Lo que reclama César es un sentir general en este pueblo, donde ven que la protección de la especie es un lastre más en el ya de por sí complicado sobrevivir diario del sector, sin cuya actividad ven muy complicado que haya relevo generacional y habitantes.« Aquí se vive del ganado . Son los que me compran a mí el pan. Si no fuera por los ganaderos, no habría vida, ni en este pueblo ni en los de alrededor», advierte Óscar, panadero y con una cabaña de equino. También alcalde, cada día recorre con su furgoneta 15 localidades repartiendo barras, hogazas, dulces artesanos... y en todas la escena se repite.A pocos kilómetros, en Hoyos del Collazo, Elio también sabe lo que son los ataques del lobo y, como César, parte en invierno con su cabaña a Extremadura en busca de pastos y, también para vivir unos meses sin el predador encima. En el vecino Garganta del Villar, dos coches de Medio Ambiente vuelven de certificar una muerte por el cánido. «Hoy sí», reconoce el agente , para quien esto es casi el pan de cada día. La pasada semana, de diez ganaderos que tramitaban papeles en la Unidad Veterinaria de Navarredonda, seis estaban para dar de baja una res víctima del cánido, rememora Carolina invitando a echar cuentas.«Cerca del pueblo»«Están atacando todos los días», clama una señora que pasa al escuchar la palabra 'lobo' en la conversación. «Ya cerca del pueblo. Da igual. Cuando tienen hambre atacan », señala Carolina mientras sirve unos cafés. Lo sabe bien por experiencia José Antonio, otro ganadero, quien hace unos días sufrió otro ataque «¡a cien metros de las casas!».La "comidilla" entre los vecinos Entre los vecinos, como Óscar, panadero y ganadero; María Antonia, que pasa temporadas en el pueblo, y Flores, pastor ya jubilado, los ataques del lobo son "la comidilla" de las conversaciones en esta localidad de la sierra de Gredos (Ávila) FOTOS: IVÁN TOMÉ«Para ellos –los lobos–, esto es un vergel» , reconoce César, señalando el amplio monte comunal de San Martín de la Vega del Castañar en el que se cuentan por decenas las reses. Despejado de maleza, pero con una zona de bosque y jaras más arriba y arbolado más a lo alto.De las quejas por la burocracia a los intentos de «estafa» Casi un año tardó Óscar en cobrar los daños por un ataque. Y no sólo es el tiempo, se quejan, sino que «lo peor es la burocracia», añade César. Además, critican, no siempre un cadáver o animal herido logra ser certificado como víctima. Con las reses en extensivo, dicen, en verano cuando están en lo alto pueden tardar días en verlas y, cuando la encuentran –si lo hacen– igual sólo quedan los restos, y ya no sirve. «Hay mucho intento de estafa», matiza un agente medioambiental, quien se queja de que haya quien intenta 'colar' todo por ataque del cánido.¿Y medidas de protección? Óscar tenía un mastín con sus yeguas y durante un tiempo estuvo convencido de que se libraría de las incursiones del predador. «Pero una vez no fue verdad, y me tocó», lamenta. Música, burros, malla ganadera, perros... Aseguran que de nada sirven para mantener a salvo a unos animales que viven en el campo y que cuando llega el otoño y se empiezan a concentrar en las zonas más bajas «es una época criminal» . En verano, a más altitud y conviviendo con venados, corzos... tienen más donde elegir y lo notan «menos». Lo que no quiere decir, coinciden los ganaderos, que no haya bajas. «Es verdad que tienen que estar los lobos, pero con la ganadería en extensivo es muy difícil, no es compatible», señala Óscar. Imposible dar batidasIncluso quienes como Eugenio nunca se han dedicado al campo asegura que los cánidos «están haciendo mucho daño» a un sector que es el sostén de estos pueblos que en días como éstos también reciben el impulso del turismo rural. Los ataques, lamentan, están «haciendo mella». Ya hace años estaba por esta zona, pero Flores, que a sus 82 años recuerda sus años de pastor de vacas y ovejas, asegura que ahora «son bastantes más» . Rememora esa tarde-noche en la que su hermano le subió la cena y una «oveja muy golosa» se separó del rebaño y ahí estaba aguardando el cánido, que se llevó entre las fauces al animal «con el changarro sonando». «Que le maten un ternero, al fin y al cabo, son pérdidas, pero si le matan uno, otro, otro... son muchas perras las que pierde el ganadero », advierte sobre una convivencia que, si bien en el día a día no afecta, sí lo hace en el ánimo y las cuentas del sector, apunta de camino a su paseo diario acompañado de Rabón, su inseparable perro.«Cuando andaba más por el campo» sí se cruzó en alguna que otra ocasión con el lobo, pero «son muy astutos» y no se dejan ver . «En la vida he visto yo un lobo en el pueblo», apunta María Antonia, natural de San Martín de la Vega del Alberche, pero residente en Madrid. «Sabes que no hacen nada a las personas. Huyen», asegura convencida sobre un animal que tampoco los ganaderos logran tan fácil atisbar, por mucho que el predador deje su rastro de huellas y sangre. Hasta quienes como Eugenio, que jamás ha tenido relación con la ganadería –dedicados a la construcción toda la vida– reconoce que «se oye bastante hablar» de los perjuicios en un tema que sabe «complicado» : esa convivencia entre el animal protegido y la ganadería. «Hacen mucho daño», lamenta María Antonia y recuerda, como también lo hace Quintín, esos tiempos cuando «era pequeña» en los que «dieron una batida» para acabar con algún ejemplar que estaba haciendo estragos en la ganadería. Ahora, critican en el pueblo, «no se puede hacer nada». Aunque la decisión de la Comisión Europea de rebajar de «estrictamente protegido» a protegida a la especie abre de nuevo en ellos la puerta a la esperanza de un «control» por el que claman.

 

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