Los entierros clandestinos de Alcalá-Zamora

keara73

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Niceto Alcalá-Zamora tuvo dos entierros. El primero, en La Chacarita, cementerio de Buenos Aires, tras su muerte en 1949. Una ceremonia íntima a la que apenas asistieron familiares. Al féretro, envuelto en la bandera tricolor, lo acompañaban dos puñados de tierra: uno, de los Pirineos, símbolo del exilio; el otro, de Priego de Córdoba, su pueblo natal.

Del segundo entierro se cumplen 45 años estos días. El primer presidente de la Segunda República pudo volver a España en agosto de 1979, pero sin recibir trato de jefe de Estado. Su ataúd llegó como un secreto incómodo que el Gobierno de Adolfo Suárez no sabía gestionar. La familia había intentado traerlo en 1977, pero Rodolfo Martín Villa no dio el visto bueno, intentando evitar una situación que implicase rendir honores oficiales.

Los restos de don Niceto arribaron a Barcelona y se trasladaron al panteón familiar en el madrileño cementerio de La Almudena. Solo pudieron asistir al sepelio 15 personas. Por no haber, no hubo siquiera un sacerdote. Su hijo Niceto se lamentaba en nota pública de lo que la familia deseaba y no pudo ser: “Que hubiesen concurrido otros familiares, amigos lealísimos, colaboradores suyos de cuando fue presidente, o paisanos de Priego.”

Frente al silencio, precisamente han sido los paisanos de Priego quienes más han contribuido a recuperar la figura de su vecino. Lo han hecho alrededor de su casa natal, donada al Ayuntamiento por sus hijas, Purificación e Isabel, en diciembre de 1986. Lo que fue un hogar se convirtió en museo. El interior se decoró con mimo, con piezas originales que reconstruyeron el hogar, pero también lo convirtieron en explicación didáctica de la trayectoria de don Niceto y del régimen republicano. En el rincón más emotivo, el sofá donde murió, con una lamparita siempre encendida, un reloj parado en la hora en la que falleció y una tricolor recordando aquella con la que quiso ser enterrado.

La casa se convirtió en el motor de algo más grande, un patronato que inició su camino en octubre de 1993. Su misión, gestionar el museo, contribuir al conocimiento de la figura del presidente e impulsar los estudios republicanos y del exilio. En estos 31 años, el patronato ha sido un hervidero de actividad. Jornadas, congresos, estudios, publicaciones… lo han convertido en lugar de referencia para los estudios republicanos, fuente de bibliografía esencial para los que trabajamos el periodo y visita obligada.

Y aunque es difícil personalizar un trabajo de grupo tan rico, dos nombres destacan en la historia del patronato: el de Francisco Durán y el de José Luis Casas, director y asesor desde los años noventa. Su trabajo altruista, generoso y entusiasta ha sido el cimiento de una labor impresionante, que ha sorteado dificultades y convivido con armonía bajo gobiernos municipales de todos los colores.

Por eso, resultan tan dolorosos los intentos del nuevo alcalde de Priego por descabezar el patronato y descontextualizar la figura de Alcalá-Zamora, que comienzan con la censura de la bandera republicana, retirada del programa de las jornadas del 30º aniversario del patronato por considerarla “una provocación política”. El último episodio: la creación de un cargo de confianza, remunerado y dependiente de la alcaldía, que vulnera los estatutos del patronato y anula los cargos de director y asesor, intentando someter a una entidad cultural autónoma y saboteando el trabajo de Durán y Casas, hasta lograr su marcha.

Como parecen haber aprendido bien algunos cargos del PP y muchos de Vox, no es necesario eliminar una institución cultural para acabar con ella. Basta con echar a quienes la sostienen y vaciarla de contenido.

Ojalá en Priego encuentren la manera de revertir la situación del patronato y este pueda recuperar su actividad y su independencia. Don Niceto no se merece un nuevo entierro clandestino.

En una versión anterior de esta columna se hablaba de una nota pública escrita por José, uno de los hijos de Niceto Alcalá-Zamora.
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