daisha66
New member
- Registrado
- 27 Sep 2024
- Mensajes
- 45
En el cine los conceptos de frontera y de conquista suelen venir asociados al wéstern: a sus esencias de fondo y a sus peculiaridades formales. Pero también a la aventura: la adulta, no la de parque de atracciones; la que vuelve su mirada a la historia de la humanidad para reflexionar al mismo tiempo sobre la exploración del territorio, sus condiciones económicas y sociales, y el lado más sombrío de la condición humana. Y en esos dos territorios fílmicos, el wéstern y la aventura, se mueve la insólita película chilena Los colonos, dirigida por Felipe Gálvez, elegida por la academia de su país para labrarse un camino hacia el Oscar a mejor película internacional.
Tratado teórico sobre el colonialismo sin necesidad de los excesos retóricos del discurso ni de la impostura, bello ejercicio visual y sonoro con un lenguaje cinematográfico lejos de la complacencia y de cualquier convencionalismo contemporáneo, y aguerrida representación de la crueldad y el salvajismo en nombre de una supuesta civilización, Los colonos es un viaje al corazón de las tinieblas ambientado en tierras fronterizas entre Chile y Argentina, en los alrededores del año 1900. La Tierra del Fuego es el escenario de un mandato y una búsqueda brutal: el encargo de un terrateniente blanco a tres de sus trabajadores, un mercenario estadounidense, un exmilitar inglés y un mestizo chileno, de intentar abrir una ruta para sus ovejas desde sus tierras y hasta el Océano Atlántico, aun a costa del sacrificio de cualquier pueblo o tribu nativos que se interponga en su camino.
En ese recorrido hay algo de conradiano, de “almas saciadas de emociones primitivas”, de personajes “ávidos de falsas glorias, de distinciones fingidas y de todas las apariencias que dan el éxito y el poder”. También, de locura a lo Werner Herzog, al estilo de Aguirre, la cólera de Dios o Fitzcarraldo, aunque cambiando la jungla por una senda abierta en la que los atardeceres y los amaneceres son retratados por la hermosa fotografía de Simone D’Arcangelo con preciosa rotundidad. La niebla nocturna, la fuerza de la naturaleza y la puntual calma de los escenarios de interior, iluminados de un modo delicado aunque brillante, contrastan con el ejercicio de bestialidad del poder y de la depravación, incluidas las violaciones.
“Una libra por cada oreja cortada”, reza el lema de la película en su póster, entresacando una frase y una acción dementes. “Matar salvajes” en beneficio del “desarrollo de las tierras”. En los confines del mundo, y con los posteriores acuerdos con el pueblo mapuche al fondo, resoluciones que recorren buena parte de la historia del país, Los colonos habla del antes sin que el aquí y el ahora dejen de estar presentes. Y tratándose además de una ópera prima, Gálvez narra su relato con el freno de mano quitado en el aspecto musical, con una banda sonora extraordinaria que a veces corre peligro de comerse las imágenes, pero que retumba como el grito de los indígenas y le acaba encajando a la perfección. La fuerza de su percusión, de sus contrabajos y sus trompetas estremece entre la imponencia de sus paisajes y las monstruosidades de sus personajes
Un programa doble junto a Los asesinos de la luna, de Martin Scorsese, que llega a los cines la semana que viene, como denuncia conjunta de los genocidios indígenas a manos de la corrupción, el dinero, el imperialismo y la barbarie, podría ser colosal.
Seguir leyendo
Tratado teórico sobre el colonialismo sin necesidad de los excesos retóricos del discurso ni de la impostura, bello ejercicio visual y sonoro con un lenguaje cinematográfico lejos de la complacencia y de cualquier convencionalismo contemporáneo, y aguerrida representación de la crueldad y el salvajismo en nombre de una supuesta civilización, Los colonos es un viaje al corazón de las tinieblas ambientado en tierras fronterizas entre Chile y Argentina, en los alrededores del año 1900. La Tierra del Fuego es el escenario de un mandato y una búsqueda brutal: el encargo de un terrateniente blanco a tres de sus trabajadores, un mercenario estadounidense, un exmilitar inglés y un mestizo chileno, de intentar abrir una ruta para sus ovejas desde sus tierras y hasta el Océano Atlántico, aun a costa del sacrificio de cualquier pueblo o tribu nativos que se interponga en su camino.
En ese recorrido hay algo de conradiano, de “almas saciadas de emociones primitivas”, de personajes “ávidos de falsas glorias, de distinciones fingidas y de todas las apariencias que dan el éxito y el poder”. También, de locura a lo Werner Herzog, al estilo de Aguirre, la cólera de Dios o Fitzcarraldo, aunque cambiando la jungla por una senda abierta en la que los atardeceres y los amaneceres son retratados por la hermosa fotografía de Simone D’Arcangelo con preciosa rotundidad. La niebla nocturna, la fuerza de la naturaleza y la puntual calma de los escenarios de interior, iluminados de un modo delicado aunque brillante, contrastan con el ejercicio de bestialidad del poder y de la depravación, incluidas las violaciones.
“Una libra por cada oreja cortada”, reza el lema de la película en su póster, entresacando una frase y una acción dementes. “Matar salvajes” en beneficio del “desarrollo de las tierras”. En los confines del mundo, y con los posteriores acuerdos con el pueblo mapuche al fondo, resoluciones que recorren buena parte de la historia del país, Los colonos habla del antes sin que el aquí y el ahora dejen de estar presentes. Y tratándose además de una ópera prima, Gálvez narra su relato con el freno de mano quitado en el aspecto musical, con una banda sonora extraordinaria que a veces corre peligro de comerse las imágenes, pero que retumba como el grito de los indígenas y le acaba encajando a la perfección. La fuerza de su percusión, de sus contrabajos y sus trompetas estremece entre la imponencia de sus paisajes y las monstruosidades de sus personajes
Un programa doble junto a Los asesinos de la luna, de Martin Scorsese, que llega a los cines la semana que viene, como denuncia conjunta de los genocidios indígenas a manos de la corrupción, el dinero, el imperialismo y la barbarie, podría ser colosal.
Seguir leyendo
‘Los colonos’: una denuncia histórica chilena con brío de wéstern salvaje y de aventura adulta
Chile envía a los Oscar este bello ejercicio visual y sonoro, un tratado sobre el colonialismo sin necesidad de los excesos retóricos del discurso ni de la impostura
elpais.com