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ITER CRIMINIS por Carmen Corazzini
Venganzas, estafas amorosas, narcotráfico o salud mental. Son muchos los sucesos que han marcado la crónica negra española del 2024. Estos son los ocho crímenes más impactantes del año.
Las hermanas de Morata de Tajuña
El año arrancaba con una historia rocambolesca que conectaba una estafa amorosa con un despiadado asesino. Amelia y Ángeles, dos hermanas septuagenarias del pueblo de Morata de Tajuña, conocieron a sus amantes por Facebook. Decían ser militares estadounidenses destinados en Afganistán. Pero la relación a distancia resultó ser una estafa. Uno de los hombres les hizo creer que su compañero había fallecido y las había dejado una herencia millonaria. Para poder cobrarla, debían pagar los gastos del trámite. Las convenció y las hermanas acabaron enviándole más de 300.000 euros. Se endeudaron hasta las cejas para conseguirlo. Vendieron sus propiedades y pidieron dinero a familiares, amigos y vecinos. Entre estos se encontraba el que se convertiría en su asesino.
En paralelo, las dos mujeres, que vivían junto a Pepe, el tercer hermano, alquilaron una habitación a Dilawar, un hombre pakistaní apodado El Negro. Durante un tiempo convivieron los cuatro. Ellas le contaron que recibirían una gran cantidad de dinero y si las ayudaba con los gastos de la gestión, le darían una tajada. Dilawar les prestó cerca de 60.000 euros. El 17 de diciembre, cuando el hombre descubrió que se trataba de una estafa y no obtendría de vuelta su dinero, mató a los tres hermanos y les prendió fuego. Sus cuerpos fueron descubiertos al cabo de un mes. Pocos días después del hallazgo, Dilawar se presentó en comisaría y confesó el crimen. Ingresó en la cárcel de Estremera y unas semanas más tarde mató a su compañero de celda. Según el relato de testigos, lo hizo porque olía mal. El amor resultó ser un fraude y una fatal casualidad juntó a las hermanas con un criminal sin piedad.
Crimen de Castro Urdiales
La noche del 7 de febrero el cuerpo de una mujer fue hallado en el interior del maletero de su coche. Silvia estaba desnuda y maniatada. Una bolsa de plástico cubría su cabeza. La sorprendieron cuchillo en mano en su propia cocina e intentaron agredirla sexualmente tras golpearla. Los atacantes eran sus hijos adoptivos.
Tras el asesinato, los niños intentaron huir en coche, pero lo estrellaron contra el garaje. Tenían 15 y 13 años. Limpiaron la escena del crimen y dejaron una nota en la que podía leerse "ayuda". Pretendían despistar la investigación y simular un secuestro. Tras matarla fueron a una pastelería a merendar y llamaron por teléfono a la abuela. Le dijeron que habían sido raptados.
No coló. Las autoridades encontraron el cuerpo de la mujer y detuvieron a los niños. El mayor intentó escudarse en una presunta agresión. Dijo que la madre los maltrataba y ellos se habrían defendido. El entorno familiar, sin embargo, contradijo esa versión. Silvia era una persona tranquila y encantadora.
El mayor la acuchilló mientras el pequeño la sujetaba. Después, trató de abusar sexualmente de ella. Fue condenado a seis años de internamiento según lo dispuesto por la Ley del Menor. El pequeño fue puesto en libertad vigilada con orden de alejamiento de su padre adoptivo y familiares. No constaron atenuantes por alteración mental. Los niños eran plenamente conscientes de sus actos. Premeditaron el asesinato. Perdieron toda inocencia, si es que alguna vez la tuvieron.
Crimen de Barbate
La Guardia Civil había establecido un dispositivo especial para identificar los ocupantes de varias embarcaciones sospechosas de actividades ilícitas. El narcotráfico en Andalucía llevaba tiempo incrementando su poder. Durante la intervención, una narcolancha embistió a la patrullera del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas. Dos agentes fallecieron a causa del impacto.
La investigación duró meses. La grabación de un vídeo mostraba el momento de la embestida, pero parecía imposible dar con los autores. En septiembre, las autoridades arrestaron a Karim El Baqqali, presunto asesino de los guardias civiles, identificado como piloto de la embarcación. Llevaba meses huido en Marruecos y estaba en el punto de mira de la Guardia Civil.
El incidente reavivó las críticas a los recursos de las fuerzas de seguridad. No son pocas las veces que cuentan con infraestructuras de menor capacidad, en comparación con las utilizadas por los criminales. Las investigaciones continúan hoy día para esclarecer los detalles del suceso y depurar responsabilidades.
El abuelo de Huétor Tajar
El 20 de mayo, Pepe se atrincheró en su vivienda junto a sus dos nietos de 10 y 12 años. Acababa de discutir con su yerno, el padre de los menores, y tomó la decisión de secuestrarlos. Entre sus manos llevaba una escopeta de caza y disparó al aire desde la ventana. Los vecinos avisaron a la policía, alertados por los disparos.
Varios agentes de la Guardia Civil y la Unidad Especial de Intervención trataron de negociar durante toda la noche con el hombre. Buscaban disuadirlo para que soltara a los niños. A las 5 de la mañana el abuelo confirmó que los dejaría salir. Después, se hizo el silencio.
A las 8 de la mañana los agentes accedieron a la vivienda. Encontraron los cuerpos de los niños en habitaciones separadas. El abuelo se había suicidado. Todo ocurrió tras un trágico accidente de tráfico ocurrido poco tiempo atrás. El abuelo era el conductor y, tras sufrir un desvanecimiento, perdió el control del vehículo. El choque provocó la muerte de su esposa y su hija, la madre de los niños. Un episodio que Pepe, presuntamente, no habría sido capaz de superar, hasta llevarlo al extremo de perder la cordura y arrastrar consigo a sus nietos.
Asesinato de Borja Villacís
El vídeo circuló a toda velocidad por las redes sociales. Varios testigos habían grabado, en un descampado cerca de las inmediaciones de Mediaset España, a un hombre y una mujer cambiando la matrícula de un coche. Los sospechosos escondieron la placa y una bolsa tras un matorral, y salieron corriendo al sonido de las sirenas policiales. Acababan de matar a Borja Villacís, el hermano de la exvicealcaldesa de Madrid Begoña Villacís.
El crimen se había producido poco antes, en el km 6 de la carretera de Fuencarral-El Pardo. Se trataba de una emboscada. Ese 4 de junio de 2024, varios individuos, entre los que se encontraban Borja Villacís y su amigo Luis, habían quedado con unos viejos conocidos para resolver asuntos pendientes. Una madre y su hijo Kevin, junto a otro varón, llegaron a la cita en un BMW alquilado. Chocaron. Tras el colapso, sacaron un subfusil de asalto y una escopeta de caza y se liaron a tiros. Borja murió y su compañero salió malherido. En 24 horas, Policía Nacional y Guardia Civil dieron con los dos implicados, y semanas más tarde capturaron a un tercer sospechoso.
Salió así a la luz el presunto entramado delictivo que unía cabezas rapadas, ultras y narcotráfico, del que Borja Villacís habría formado parte. Su pasado como "guardés" de la cocaína saltó a los medios de comunicación. Una vida, sin embargo, que habría estado tratando de reconducir, como su círculo más cercano explicaría.
Los tres principales sospechosos, María José, su hijo Kevin P. y un joven marroquí de 18 años, se encuentran en prisión provisional mientras se siguen investigando los detalles del suceso. Una historia de la que todavía quedan varias subtramas por resolver.
Crimen de Gata de Gorgos
Le golpearon sin piedad hasta la muerte con un bate de béisbol. Los vecinos de Gata de Gorgos, en Alicante, llevaban tiempo quejándose de sus nuevos inquilinos. Varios individuos de origen marroquí vivían presuntamente como okupas en algunas viviendas de la zona. Según numerosos testimonios, eran beligerantes y molestaban a las mujeres del pueblo. David, de 38 años, les recriminó su conducta. Días después, el 22 de julio, fueron a buscarlo y se vengaron, matándolo.
Tres personas fueron detenidas y la localidad entera se alzó en protesta. La oleada de indignación se vio acrecentada tras la decisión del juez de dejar en libertad bajo fianza y medidas cautelares a uno de ellos, el presunto asesino. El detenido no pasó ni un mes encarcelado. El juez tomó la decisión basándose, entre otros motivos, en el informe de la autopsia. Según el escrito, la causa de muerte fue una parada cardíaca, no motivada directamente por los golpes recibidos. En Gata de Gorgos sigue la consternación, mientras varios familiares de la víctima piden que no se actúe desde el odio o el racismo. Una corriente que se vio incentivada, también, por el crimen de Mocejón.
El crimen de Mocejón
El 18 de agosto, Mateo, un niño de 11 años, fue apuñalado mortalmente mientras jugaba al fútbol en el polideportivo de Mocejón, en Toledo. El agresor era un chico de 20 años con una discapacidad intelectual del 75%. Al ser detenido explicó a las autoridades que no pudo controlarse y que el crimen lo había cometido "su otro yo".
El padre del detenido explicó que su hijo era un niño normal que jamás había conseguido tener amigos. Habría sufrido bullying desde pequeño a causa de su discapacidad. El joven ingresó en prisión provisional comunicada y, dado su estado mental, se solicitó el traslado a un centro especializado.
El suceso causó un gran revuelo en redes sociales a raíz de numerosos bulos que aseguraban que el asesino era un inmigrante. La tragedia reabrió del debate del racismo, el anonimato en internet y la salud mental.
El taxista Isidro
Cada vez más taxistas incorporan en el interior de sus vehículos una cámara. Lo hacen por seguridad. En este caso, esas imágenes facilitaron la detención de un asesino. Ocurrió a mediados de octubre. Los medios de comunicación difundieron el rostro del criminal y una madre reconoció a su hijo. Se trataba del verdugo.
Isidro, un taxista de 62 años, condujo junto a su asesino durante alrededor de una hora. El joven de 16 años se subió a su taxi sin una idea clara de a dónde ir. Deambularon durante un largo tiempo por las calles de Alcalá de Henares e incluso pararon en varias ocasiones, hasta estacionar cerca de un hospital. Cuando Isidro sacó el datáfono para cobrar la carrera, el chico lo apuñaló cinco veces con un cuchillo.
En las imágenes no se observan discusiones ni movimientos extraños. El joven, tras agredir al taxista, se quedó inmóvil en el asiento de atrás. Durante casi un minuto, mientras Isidro se desangraba, el chico, con total tranquilidad, recogió sus cosas y salió del coche sin mostrar emoción alguna. Isidro pidió ayuda, gritó que lo habían matado, pero tras horas en cuidados intensivos, falleció. El entorno del menor habría confirmado que se trataba de un chico conflictivo. Se ha especulado sobre su condición mental y es posible que no estuviese de acuerdo con el precio de la carrera. El móvil, hoy día, sigue siendo un misterio.
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