Los 50 mejores discos de 2024

Arlo_Funk

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27 Sep 2024
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POP-ROCK INTERNACIONAL

Dulce rendición​

Por Xavi Sancho​


No lo sabíamos, pero la verdad es que solo podía hacerlo él. Después de 17 años de silencio discográfico, Robert Smith publicó un nuevo álbum de The Cure. Logró desbloquear el hasta la fecha imposible reto de que una vieja gloria lanzara nuevo material, fuera lo mejor que se publicara ese año y, sobre todo, no sirviera para que los más jóvenes lo ignoraran por ser otro ejercicio de regresión, conservadurismo y fascismo musical, y los mayores lo celebraran como una victoria del antiguo régimen frente a las innumerables afrentas de la insustancialidad contemporánea. Songs of a lost world triunfa, primero, porque es un disco magnífico. Luego, porque no va contra nada. Simplemente, se atrinchera en la aceptación de lo inevitable. Para los que eran jóvenes cuando The Cure triunfaba, esta es la primera vez desde que les duele la rodilla cada vez que va a llover que un héroe de juventud les pide, simplemente, paciencia. Esta es tu puesta de sol, pero tampoco te vengas arriba, que mañana habrá otra. Mientras, a la gente que no había nacido cuando Friday I’m in love sonaba en las discotecas indies y también en bodas y bautizos de personas que jamás sintieron la necesidad de comprarse un mueble para los CD’s, este álbum les suena a una forma de entender la música —sin mirar a los lados, taciturna, enfadada solo con su misma futilidad— que jamás se ha dejado de hacer, solo que hoy apenas desde los márgenes de una industria musical que cada vez corre más rápido y por eso tal vez solo puede hacerlo en línea recta.

El otro gran hito del año ha sido el Brat de Charli XCX. Tras innumerables intentos por armar un revival de la primera década de este siglo, la inglesa dio con la tecla en este apabullante álbum de hyperpop, electro y EDM sucia. Recuperó el espíritu festivo y estupefaciente de aquel Los Ángeles que retrató Cobrasnake, donde los que eran famosos solo por ser famosos (entonces una nueva estirpe) fueron derrotados por los que eran famosos por ser los últimos en irse a dormir. Brat logró además ser un fenómeno social y cultural que bautizó nuestro verano y le dio un empujón en las encuestas durante un ratito a Kamala Harris. Esa tipografía de meme y ese verde Pantone 375C han sido ubicuos y, por primera vez en muchos años, la campaña de marketing que acompañaba un lanzamiento musical, lo enriquecía en vez de abaratarlo o uniformarlo.

Por su parte, Vampire Weekend regresaron con uno de sus mejores discos, Amyl & The Sniffers siguieron con su plan de convertirse en la banda de rock que con menos ambición más ha logrado en este y, bueno, Catriel & Paco Amoroso se convirtieron en nuestros nuevos mejores amigos. Por fin unos tipos con los que nos podríamos salir de fiesta aquellos a los que jamás nos dejaron pasar a la zona VIP de ningún local.

A la breve lista de cosas por las que vale la pena esperar más de 17 años tenemos que añadir, desde hace un par de meses, este disco. Imperial retorno de Robert Smith. Su mejor referencia desde que sus referencias se contaban por clásicos. Un canto al ocaso tremendamente actual y a la vez rematadamente contracultural.

Pocas veces el sexto álbum de una estrella del pop ha resultado ser un artefacto tan divertido, rompedor, exitoso y culturalmente transversal. En esta liga igual solo lo ha logrado Madonna. Charli XCX lo consigue con un disco que, además de ser un compendio de los sonidos que han dominado la pista de baile y los desfiles de moda en las últimas dos décadas, ha regalado el color más ubicuo de 2024, la palabra del año para el diccionario Collins (Brat) y la redefinición del verano. Un disco fenómeno… pero de verdad.

Llevan ya años siendo aquella banda de rock que pone de acuerdo a quienes ya daban el rock por perdido y a quienes creen que todo está perdido porque ya casi no hay rock. En este, su tercer álbum, los descacharrados australianos bajan el ritmo en algunos temas e incluso se atreven a modo de chiste con el autotune, pero jamás caen en la trampa de creer que deben reinventarse para seguir importando. Se saben tres acordes y, con ellos, hasta el fin del mundo.

Father of the Bride, su primer disco tras la marcha de Rostam —junto a Ezra Koening, compositor de casi todos los grandes temas de la banda neoyorquina— dejó un regusto algo agridulce. Cinco años más tarde, ya sin la necesidad de demostrar nada, los neoyorquinos retornaron con esta belleza de álbum, un manual de buen gusto y sensibilidad que confirman que fueron los más listos de la clase y ahora son los más vivos de todos aquellos ex alumnos de la última gran promoción del indie estadounidense.

Fue poco más de un cuarto de hora. Un concierto en la sede de la radio estadounidense NPR. Un Tiny Desk, formato por el que han pasado desde C Tangana hasta Dua Lipa, y que a ellos les sirvió para propulsarse como estrellas globales, banda viral del otoño y desde ya mismo, uno de los artistas más demandados para los festivales de 2025. La reciente gira por España de estos dos argentinos inenarrables ha sido en formato Tiny Desk, más orgánica que lo que se escucha aquí —trap canchero, digifunk de barra brava—, pero eso no quita que este puñado de canciones modernas y divertidísimas sean tremendas.

Llevábamos dos semanas de confinamiento por la pandemia en marzo de 2020 cuando esta artista nacida en Birmingham, Alabama, lanzaba St Cloud, el quinto largo de una carrera que empezaba a dejar de ser prometedora. El álbum fue un éxito comercial más que notable, se coló en casi todas las listas de lo mejor del año y se convirtió en la banda sonora del confinamiento de millones de personas en todo el mundo. Cuatro años más tarde confirma que puede escribir otro puñado de temas de indie americano de aires rurales y voz nasal igual de importantes, emocionantes y bellos que aquellos que lanzó en 2020. Un disco grande que tiene la virtud de parecer pequeño.

En 2021, este cuarteto irlandés lanzaba un EP titulado Manifesto. Les valió ser incluidos en el entonces boyante tercer o cuarto revival post punk. Pero lo suyo siempre fue un poco más áspero y combativo, más grunge, más simplemente punk. La fórmula la fueron refinando en posteriores EP’s, hasta que a principios de este 2024 publicaban este, su disco de debut. En él, caminan sobre lo caminado siempre atentos y siempre en busca de algo que nadie haya pisado antes. Lo que logran es algo de apariencia sencilla pero rematadamente complicado de alcanzar a estas alturas de la historia.

Lleva ya casi una década la colombiana Elsa Carvajal en busca de algo parecido al éxito. Lo intentó primero en EE UU. Luego se mudó a Ciudad de México, refinó su propuesta y se abandonó al estajanovismo. Por fin, con este fabuloso Palacio, consigue que su pop agridulce, con una pata en el indie más amable y la otra en el mainstream más revoltoso, cuaje gracias a un puñado de canciones impecablemente escritas y producidas con el cuidado del que maneja un cargamento de nitroglicerina por una carretera de los Andes. Como si Natalia Imbruglia pasara un verano en la casa que comparten en la playa Julieta Venegas y Shakira (antes del divorcio).

Es una bestia. Un torrente muy loco, que te arrastra y se te lleva por delante. Los discos de Villano Antillano son como aquellas pelis que te pasas la mitad del metraje rebobinando porque te has perdido algo vital. Cada frase se escupe a toda pastilla y cada frase significa algo, dice algo. En este Miss Misogyny, su segundo álbum, la puertorriqueña homenajea a las mujeres raperas del pasado y se alía con La Mala para despachar algo que es tan bueno que agobia.

No es raro pensar que Beth Gibbons ha pasado los últimos 10 años de su vida en la cocina de su casa, fumando mientras mira por la ventana cómo caen las hojas en otoño. Porque siempre es otoño en la vida de la vocalista de Portishead. Entre calada y calada, la inglesa ha grabado un disco. Pero despacio, a su ritmo, a su estilo, en un proceso en el que suponemos que ha llevado a la desesperación a quienes la rodean. Ha terminado entregando esta maravilla pastoral, pausada y melancólica. Su voz sigue siendo algo espectacular. En un par de momentos del metraje parece que está más enfadada que hastiada (no encuentra el mechero), y eso le sienta genial al tempo y al relato de este álbum. No ha cantado un tema malo en su vida.

POP-ROCK NACIONAL

Alcalá Norte, año cero​

Por Carlos Marcos​


Hacía tiempo que una banda nueva no producía tanto consenso. Crítica, aficionados, festivales… Todos muestran un entusiasmo justificado hacia un grupo del barrio de Ciudad Lineal, en Madrid. 2024 es el momento de Alcalá Norte. Si no se tuerce por algún flanco inesperado, el año cero del grupo madrileño será igual de trascendental que lo fueron los inicios de bandas tan en el corazón del aficionado como Radio Futura. Extremoduro o Los Planetas. Quizá Alcalá Norte no edite un álbum mejor que su debut. Da igual: ya habría cumplido, aunque suponemos y deseamos nuevas buenas músicas. Ha sido también el tiempo de regresar a lo básico. Músicos jóvenes empuñando los instrumentos eléctricos canónicos del pop y el rock (guitarra-bajo-batería) y tratando temáticas que provocan zozobra en la ciudadanía media, sobre todo en la juventud: el encarecimiento de la vivienda, los salarios exiguos, la dependencia digital, el aislamiento, el desequilibrio emocional, la intolerancia racial o de género… Ha sido un buen año para las músicas con mensaje, para tratar asuntos que se hablan en las calles. Los discos de Biznaga y Bala son trallazos (también en el contenido musical) de malestar social. Músicos conectados con su tiempo, una actitud que quizá se ha echado en falta en los últimos tiempos. Lo de Vetusta Morla en este sentido no supone una novedad, pero es reseñable que sigan metiendo el dedo en la llaga después de una carrera tan sólida y teniendo en cuenta que ya son tan grandes. Ser comprometidos estando arriba es más meritorio. Y cierra en quinteto maravilla de la temporada la música visceral y también con mensaje sobre la desazón que da el presente de Delaporte. Observando este panorama quizá alguien elucubre sobre el principio del fin del género urbano. No, sigue ahí, pero la cosecha discográfica ha sido repetitiva y en algunas ocasiones decepcionante.

El relato de una muerte accidental de un chico por extracción de hachís utilizando gas butano; la experiencia traumática de trabajar en Globo; las aspiraciones de un vecino de Lavapiés en 1935 después de tocarle el gordo. De esto tratan algunas de las canciones del debut de esta banda madrileña. La genialidad, la frikada, la originalidad y las ganas de comerse en mundo. Bendita inocencia la de Alcalá Norte, un grupo milagro: suenan a muchas cosas, pero resultan personales e inclasificables.

Después de tres discos donde colocaron las bases, con el cuarto, Besta, llega el definitivo paso para considerar a Bala una de las bandas españolas de rock más interesantes. Solo dos integrantes, las gallegas Anxela Baltar (guitarra y voz) y Violeta Mosquera (batería y voces), dos mujeres afinando la guitarra Gibson SG en grave y dando duro a la batería para acompañar una desgañitada voz. El mensaje está claro: hay que pasar a la acción, quedarse en el sofá no es la opción. Participan, entre otros, Ana Curra y Tanxugueiras.

La banda española de rock que más volcada está en denunciar los agujeros del sistema. Sin metáforas ni requiebros: a la yugular. Una banda de guitarras que factura canción social en toda regla. Precariedad laboral, el acceso a los cuidados de la salud mental solo para los más acudalados, los problemas para acceder a la vivienda… Canciones sobre el un sistema injusto e inviable cantadas con la vena del cuello hinchada.

La madrileña Sandra Delaporte y el italiano Sergio Salvi editaron a principios de año este latigazo tecno de tallaje pop y letras que desbrozan la vida moderna, muchas veces desde una perspectiva crítica. Se trata de brincar, de darle zapatilla al asunto, pero con la posibilidad de cantar y entonar estribillos. Siendo el disco uno de los mejores del año, los conciertos que ofrecieron en salas para presentarlo llevaron a otra dimensión el concepto de descargar adrenalina.

Antes de tomarse un año largo de descanso, el grupo madrileño entregó Figurantes, grabado entre actuaciones, inspirado y para nada transicional. Siguen siendo las letras del sexteto comprometidas, tanto si reivindican un Madrid distinto del que se quieren apropiar políticos populistas y fondos de inversión, como si apuestan por el concepto grupal de la sociedad (el hombro con hombro) para superar las torpezas y los desmanes provocados por decisiones de los que mandan. Otro gran álbum de Vetusta Morla.

HIP HOP, ‘R&B’ Y ELECTRÓNICA

Abriendo espacios​

Por Beatriz G. Aranda​


De existir dos géneros en los que el sonido puede abrir espacios sociales donde lo colectivo derribe a lo individual, estos son el hip hop y la electrónica. Con el R&B teniendo menos impacto y cuota, pero con otras formas de música negra como el grime y el drill ampliando su legado, 2024 ha sido un buen año para oyentes menos conformistas. Y con la tranquilidad que da saber que el hombre todavía domina a la máquina —los sonidos sintéticos y las voces futuristas siguen inspirándose en la naturaleza y la ciudad. La psicodelia vocal con el autotune como un instrumento más, la fuerza de los ritmos continuos del house y el techno y los sonidos rotos —las sesiones de influyentes Djs como Objekt y DjRUM son las verdaderas bandas sonoras de nuestro tiempo— dominan una escena donde el ocio adquiere forma de rave colectiva, de día o de noche, con o sin Fred Again, con o sin Peggy Gou, que publicaron álbumes. En el hip hop, Future mostró no estar en su mejor momento de inspiración, quedando esta vez por detrás de Roc Marciano, Vince Staples o Kendrick Lamar. Además, nombres fundamentales del R&B actual como Mary J Blige, SZA, FKA Twigs y Drake sacaron excelentes singles. Jamie XX, Four Tet, Floating Points, Jon Hopkins y Two Shells sacaron músculo para dejar claro que el reinado de la música de vanguardia sigue siendo ‘made in England’, aunque quizás no para siempre: desde las periferias chilena e italiana, Nicolas Jaar y Donato Dozzy tienen algo que decir. El sello WARP sigue vivo, lo demuestra el EP de Seefeel, grupo veterano que con su mezcla de trip-hop y shoegaze habla de un revival que ya está aquí, el de Massive Attack y otros de la época. Para emociones fuertes, uno de los recopilatorios de la década, Virtual Dreams II (Ambient Explorations In The House & Techno Age, Japan 1993-1999), del sello Music from Memory.

Por si no teníamos suficiente con el enorme Marciology, va el de Nueva York y saca Elegant para cerrar el año, sencillo funky junto a DJ Rude One, otro epígrafe más que añadir a su infinito legado. Di sí a los beats ralentizados hasta la exasperación, desnudando las bases, acortando el sampler hasta su mínima esencia —el esqueleto sobre el que su voz grave se arrastra y te noquea—.

En Agua pa fantasmas, incluido en su nuevo y doble disco, el compositor y productor chileno-estadounidense muestra todas sus caras, pasadas y futuras, manejando la sonoridad contemporánea y la nueva psicodelia vocal con un soltura innata. El resto de Piedras, cantado en castellano, ofrece mantras electrónicos, más o menos sintéticos, más o menos abstractos, que cuentan la historia de Chile como país colonizado.

Carismático y locuaz, el californiano ya no rapea sobre una infancia cruda sino que vive crudamente los efectos de la fama: el poeta urbano es creíble si es íntegro, con o sin dinero. En Dark Times, influenciado por el sonido viscoso de los clásicos Mobb Deep, entrega tres de los mejores temas hip-hop de 2024, Black&Blue, Shame on the Devil y la adictiva Little Homies, canción con la que triunfó en el Sónar.

Quince discos y 30 años de carrera. Mary J Blige sostiene su corona con clase y sin nostalgias. En plena crisis del R&B —el nihilismo trap se comió a la sensualidad del soul—, la Blige publica un disco con acertadísimos invitados: Fabolous, Jadakiss, Fat Joe y FERG. Además, Need You More o Here I am están entre sus mejores temas y nos devuelven a los años dorados de canciones sofisticadas.

Perfectamente asentado en la escena dance mundial, el productor italiano no ceja en su particular investigación de la electrónica inteligente. A principios de 2024 publicaba un disco de ambient-techno donde elementos cósmicos aparecen de forma natural, un viaje-continuum de 51 minutos capaz de ofrecer reposo y confort tras una larga noche de fiesta en el club-antro de turno. Que no es poco.

REEDICIONES

La era del mamotreto​

Por Diego A. Manrique​


Ante el panorama de reediciones publicadas en 2024, se hace muy evidente la presencia del elefante en la habitación. Es una tendencia tan preocupante como gratificante: están aumentando su tonelaje. Recuerden, en décadas anteriores se solía trabajar a partir de determinados álbumes, generalmente rescatados en finas versiones expandidas y remasterizadas. Naturalmente, siguen saliendo miles de este tipo de reediciones, a veces con la (cara) alternativa de las mezclas en alta resolución para audiófilos, disponibles en Blu-Ray. Pero en la actualidad vemos una avalancha de cajas apabullantes, aunque —todo sea dicho— sin llegar a las legendarias dimensiones de las integrales de Bach, Mozart o Beethoven.

¿Y que revelan esos lanzamientos voluminosos? El ansía de disponer de ediciones físicas y ordenadas, lejos del totum revolutum de las plataformas de streaming, donde se confunden distintas versiones del mismo repertorio, con una insegura calidad sonora. De fondo, pero no se explicita, el temor a una apocalíptica crisis de Internet que afecte a la fonoteca universal.

Así que se multiplican los sellos especializados, manejados por eruditos conectados con los circuitos de coleccionistas (aviso que estos nunca se dan por satisfechos y se sienten a obligados a denunciar ausencias o imperceptibles fallos técnicos). Lo que antes se hacía clandestinamente, con prensajes piratas, en vinilo o en CD-R, ahora requiere un sonido más que aceptable y el complemento de fotos raras, ensayos y material inédito.

La coyuntura impone sus condicionantes. La relativa escasez de fábricas de vinilos y de CD alarga los plazos. Se acabó el mundo ideal de otros tiempos, cuando las referencias se mantenían en catálogo durante varios años; hoy se hacen tiradas limitadas, para incentivar ventas rápidas y disminuir los costos de almacenaje. Se pueden imaginar las consecuencias: muchas de estas cajas se agotan y pasan al mercado secundario, con precios desorbitados. Están avisados.

En 27 CD, todos los conciertos que se conservan de la gira que llevó a Dylan y compañía por grandes recintos de Canadá y EEUU. Una fracción de esas grabaciones salió en el doble Before the flood; aquí podemos apreciar cómo evolucionó el repertorio y, ay, la voz del protagonista. No se incluyen los segmentos de The Band.

Con 19 CD, la mayor panorámica de esta potente cantante-compositora del Bronx neoyorquino con amplia paleta musical, generalmente cercana al soul. Bastantes canciones suyas triunfaron en otras voces aunque su propia carrera nunca se estabilizó debido a su fobia a la televisión, la querencia por la vida rural y demasiadas largas ausencias.

Durante su largo siglo de vida, el Olympia parisino ha acogido todo tipo de músicas. Pero pocas tan audaces como la propuesta de Can en 1973. El grupo de Colonia, aquí con Damo Suzuki al frente, improvisó cinco extensas piezas (algunas derivadas del elepé Ege Bamyasi), entre lo volcánico y lo esquelético.

Prodigioso guitarrista británico, teóricamente dedicado al folk, que grababa discos en solitario (y en 1964, con Shirley Collins). Asimiló con voracidad influencias del jazz, el blues y las músicas de la India o el Magreb. Su peligroso estilo de vida le alejó de los escenarios pero esta colección de 8 CD le muestra pletórico.

Edición deluxe de las cumbres del grupo de Jesús de la Rosa. Con el añadido de varios directos y un rebosante DVD, todo extraído de los infinitos archivos de RTVE. Las cintas originales han sido remezcladas en Sevilla con algunas alteraciones menores pero evidentes. Algo que perversamente lo convierte en futura pieza de coleccionistas.

JAZZ

Cosecha sólida​

Por Yahvé M. de la Cavada​


La cosecha jazzística de 2024 es muy sólida, empezando por las grabaciones históricas inéditas, que demasiado a menudo no pasan de oportunismo a costa de cintas desechadas originalmente por buenas razones. Este año, sin embargo, algunas destacan abiertamente entre lo mejor publicado, como el monumental Forces of Nature de Joe Henderson y McCoy Tyner, Bill Evans In Norway, uno de los mejores inéditos del pianista entre los publicados en los últimos años, Miles In France 1963 & 1964 —el mejor Bootleg Series de Miles Davis en muchos años—, The Mighty Warriors de Mal Waldron y Steve Lacy o el incendiario Webo de Charles Gayle. No es un dato irrelevante que dos de estos álbumes los publique un sello de Barcelona, que parece que en el jazz lo hacen todo los guiris, y no.

La buena salud —artística; no entremos en la fertilidad del entorno para los músicos— del género en nuestro país la certifican trabajos tan distintos entre sí como los de Baldo Martínez, Moisés Sánchez y David Sancho, o los de Chema Saiz y Federico Lechner, Abe Rábade y Rale Micic, Albert Marqués y Gonzalo del Val o Marco Mezquida y Chicuelo: cuatro dúos también muy diferentes que dan buena muestra de la riqueza de la escena nacional.

Aunque no tan clásicas como las mencionadas al principio, hay dos grabaciones también históricas, publicadas por ECM, que son auténticos hitos de 2024: The Old Country de Keith Jarrett, grabado en 1992 junto a Gary Peacock y Paul Motian, y Taking Turns de Jakob Bro, una preciosa sesión de 2014 con Lee Konitz, Jason Moran, Bill Frisell y Andrew Cyrille.

A pesar de toda esta belleza antigua, el jazz hoy siguen conduciéndolo artistas como Rodrigo Amado, Patricia Brennan, Tomeka Reid o Brian Marsella, entre otros, que empujan una música que siempre mira hacia adelante.

En realidad son dos los álbumes con los que Rodrigo Amado podría encabezar esta selección: solo 20 días después de La Grande Crue, el saxofonista publicó Wrecks, otro apabullante álbum a dúo con David Maranha que podría ser también el mejor del año, y que complementa perfectamente la excelencia que ha alcanzado el portugués en 2024. No ha sido repentino: Amado ha construido una discografía sin fisuras durante años, en la que no solo no hay disco malo, sino que no hay tampoco uno que no sea sobresaliente, como poco. El encuentro de la pianista francesa Eve Risser con el trío The Attic, liderado por Amado, es una cima del jazz europeo reciente, y un portento de improvisación colectiva que no flaquea ni por un momento, pasando por todo tipo de dinámicas y estados de ánimo.

Que en su tercer álbum como líder Brennan presente una obra tan arrolladora como esta da una idea del enorme talento que ha impactado en la escena norteamericana con ella. La vibrafonista mexicana ha ido desarrollando una voz muy poderosa en los últimos años, como muestran sus colaboraciones con Matt Mitchell, Mary Halvorson o Tomas Fujiwara, entre otros, y este mismo año figura en los créditos de otro álbumes muy destacables, como Cloudward de Mary Halvorson o Infinite Love Infinite Tears del legendario Alan Braufman, pero con Breaking Stretch ha firmado un disco absolutamente brillante que se nutre de sus inspiradas composiciones y de solistas como Mark Shim, Jon Irabagon, Adam O’Farrill o ella misma.

Tal vez por estar recurrentemente enmarcado en varios proyectos del universo de John Zorn, el teclista Brian Marsella no tiene la exposición ni el reconocimiento que merece, pero sin duda es uno de los improvisadores más elocuentes de la escena neoyorquina, además de un compositor muy polifacético. Medietas es una obra excesiva y ambiciosa que fluye con naturalidad a pesar de sus más de dos horas y media de duración. Decir que es un disco de jazz sería contar solo parte de la historia: hay sonidos que vienen de muchos otros géneros, pero el pulso narrativo de la escritura de Marsella unido a la espontaneidad de los solistas lo convierten en uno de los discos más inclasificables de los últimos tiempos.

Ban (piano) y Maneri (viola) llevan colaborando regularmente más de 15 años, desde aquel precioso disco en el que el pianista rumano reimaginaba la música de George Enesco, y aunque han grabado en diferentes formatos (trío, cuarteto, octeto…) es cuando tocan en dúo cuando surge su música más especial. Grabado en directo en Timișoara, este bellísimo álbum se compone de arreglos de varias melodías populares recopiladas por Béla Bartók en Transilvania, interpretadas con enorme complicidad y respeto por el dúo, que imprimen su personalidad al viejo folclore rumano y lo traen al siglo XXI sin extirparle su esencia. El resultado es mágico.

Aunque está metido en muchos fregados —a destacar este mismo año su álbum con los ex-Fugazi The Messthetics, A New Day de Giovanni Guidi, o el fabuloso Laugh Ash de Ches Smith—, el cuarto álbum de Lewis con su cuarteto regular sitúa al grupo entre las más importantes formaciones de la década. El saxofonista ha ido madurando proyecto a proyecto hasta alzarse como una voz esencial en el saxo tenor de hoy: es coltrainiano sin sonar a Coltrane, evoca a Rollins y los grandes tenores musculosos sin caer en mimetismos ni en músicas formulaicas y, sobre todo, suena completamente moderno. La música que genera con su cuarteto es tan vibrante y trascendente como los grandes grupos de la historia del jazz.

MÚSICAS DEL MUNDO

África, por encima de todo​

Por Javier Losilla​


Normalmente, en este epítome anual los tránsitos se relegan al final, pero en 2024 merecen ir al principio: Toumani Diabaté falleció en julio, y Maurice El Medioni, en marzo. La desaparición del gran intérprete malí de kora supone una enorme brecha en el movimiento internacional de los artistas de su generación; por otro lado, con la muerte del pianista y cantante argelino Maurice El Mediouni se cierran las puertas del viejo y exquisito cabaret magrebí. No dejamos África, pues Angola, que el año próximo celebrará 50 años de independencia, ha declarado la kizomba (música mezcla de ritmos locales y zouk antillano) patrimonio inmaterial nacional. Además, Mulatu Astatke (Jima, 80 años), rey del llamado jazz etíope, está de vuelta con Tension. También con brío, el rapero de Senegal Didier Awadi (exPositive Black Soul) ha demostrado en el festival Visa For Music que quiere volver a conquistar Europa. Y más recuperaciones notables: el congoleño Boni Bikaye, enredado con el combo francés TONN3RR3, y el grupo senegalés Dieuf-Dieul de Thiès. Brillante, por otro lado, ha sido la aportación de Mdou Moctar, músico tuareg de Níger, y reseñable, la de Sahra Halgan, cantante y activista de Somalilandia. Y no condenamos al olvido a Andreia, renovadora de la música de Cabo Verde; Bab L’Bluz, el grupo franco-marroquí que ha recorrido el mundo con el lisérgico trance norteafricano; Les Amazones D’Afrique; Ngwaka Son Systéma y Jemba Groove. En América han despuntado el soberbio recorrido sonoro de Residente, y las personalísimas apuestas de Eda Díaz, Ana Tijoux, Kevin Johansen y Meridian Brothers. Y ojo a la singular paquistaní-estadounidense Arooj Aftad, y a la voz, siempre eterna, de Nusrat Fateh Ali Khan y a su disco perdido en los 90 y hallado este año. Y Europa: la italiana Maria Mazzotta y la portuguesa Ana Lua Caiano, soberbias; los españoles Maestro Espada y La Búsqueda, excelentes.

Mdou Moctar es la voz de la conciencia de Níger y del pueblo Tuareg. Su banda se sitúa en esa taxonomía algo imprecisa conocida como blues del desierto, que cada vez escora más hacia un rock de guitarras incendiarias que pasan sin solución de continuidad del ritmo cafre a la melodía balsámica. Funeral for Justice es un rotundo artefacto anticolonialista repleto de canciones vibrantes. Entre estallidos y lamentos, la música de Mdou Moctar es un enorme campo de dunas.

El mar atraviesa Onde, bien como metáfora de estados de ánimo, bien como resaca que arroja ecos de otros territorios. Bombino pone su guitarra al servicio de Sula nu puei stare, y el trompetista Volker Goetze, bien conocido por sus aventuras africanas, sopla en Canto e sogno. Y el homenaje de Maria a la siciliana Rosa Balistreri (1927-1990) a través de la desgarradora Terra can un sentí, es apabullante. Un trabajo tan contemporáneo como brillante.

Ana Lua Caiano ha llegado a su estreno en disco grande con la pasión de la principiante y la seguridad que da las ideas claras. Canciones como O bicho anda por aí y Cansada, no ocultan que fueron escritas durante el confinamiento, y piezas como Os Meus Sapatos Não Tocam Nos Teus muestran un vigor electrizante. Pulso, texturas e incluso el tejido electrónico confeccionado con fallos (glitches) se conjugan con cánones, armonías y coros de músicas que vienen de la tradición oral.

Residente es una máquina deseante sin freno y Las letras ya no importan, un soberbio recorrido musical con bases arrolladoras y tránsitos que cabalgan el hip hop, el rock, la electrónica, el Caribe, la música árabe... El plantel de colaboradores y su variedad estilística es impresionante, y el resultado global, que cierra en compañía de Rubén Blades, soberbio. Residente, quien parece deprimido por el paso del tiempo, ha facturado un singular relato de amor y vida.

Los hermanos Alejandro y Víctor Hernández (Maestro Espada, o sea), cuyo contraste de voces, aguda la una, grave la otra, ofrece una interpretación singular, han facturado un trabajo hermoso, repleto de detalles, transformador. El celebrado Raül Refree produce las doce canciones de este álbum, inspiradas en la espléndida y poco conocida variedad del folclore de Murcia. Una reformulación heterodoxa que no pierde de vista el canon. Armonía y distorsión.

EXPERIMENTAL

Cornucopia​

Por Álex Sánchez​


La expresión inglesa horn of plenty (o “cornucopia”) hace referencia a un recipiente en forma de cuerno que simboliza la abundancia. No se me ocurre mejor paralelismo para calificar el extraordinario año de lanzamientos del sello londinense del mismo nombre: los nuevos discos de Jordan Deal (Seas of Triple Consciousness), Jim Strong (My Enemies Are Mine to Keep), Germ Lattice (Gipping Through the Ages) y Warm Currency (Petals) dan otra vuelta de tuerca a la canción de autor atravesada de spoken word, grabaciones de campo, música tradicional, electrónica de sonido analógico y collages sonoros. El art-rock de poderosa y rítmica hechura habita en los discos de Still House Plants (If I don’t make it, I love u) y Moin (You Never End). Allan Gilbert Balon (The Magnesia Suite, música escrita de inenarrable originalidad), Limpe Fuchs & Mark Fell (Dessogia / Queetch / Fauch, improvisación libre y musicalidad escondida de dos figuras referenciales) y Harry Bertoia (Mechanization I & II, grabación de archivo; puro y vibrante sonido industrial) configuran un posible pódium en lo que a composición contemporánea se refiere. The Handover (The Handover; Egipto), Gordan (Gordan; Serbia, Alemania, Austria) y BaBa ZuLa (İstanbul Sokakları; Turquía) avivan el diálogo entre músicas folclóricas e improvisación, rock experimental o psicodelia con sólidos resultados. Las inteligentes, evocadoras y multilingües armonías vocales de Tarta Relena (És pregunta), el autobiográfico trabajo de Carme López (Quintela) alrededor de las posibilidades sonoras de la gaita gallega o el recopilatorio Five Spanish Pioneers of Electronic and Experimental Music 1953-1969 sobre compositores españoles contemporáneos dirigido por Miguel Álvarez Fernández para la Early Electronic Series del prestigioso sello belga Sub Rosa son la tríada que muestra el excelente nivel nacional de las músicas libres en 2024. Citaremos para cerrar una pérdida que inauguraba tristemente este curso: el 8 de enero nos dejaba el fotógrafo, cineasta y compositor norteamericano Phill Niblock (1933 – 2024).

Pianista de formación clásica, percusionista de vanguardia, constructora de instrumentos, leyenda de la improvisación libre ella. Investigador polifacético y músico de electrónica experimental él. El encuentro entre la alemana Limpe Fuchs y el inglés Mark Fell es un soberbio ejercicio de improvisación libre articulada a través del modelo pregunta-respuesta, tubos de metal intervenidos a modo de instrumentos de viento o percusión, sintetizadores, manipulación del sonido en directo y la escucha atenta de ambos protagonistas a lo que suena en tiempo real. De una musicalidad y una belleza exigentes y extremas.

Artista multidisciplinar que trabaja en el campo de la escultura, la danza contemporánea, la performance y la música, este es el segundo trabajo discográfico de Jordan Deal. Grabado entre iglesias y monasterios de la Francia rural y su casa de Filadelfia, Seas of Triple Consciousness es un fascinante disco de cantautor en el que el blues y el piano son el hilo conductor y la vanguardia, el art brut, las grabaciones de campo y cierta épica en el tratamiento de las melodías vocales resultan en un disco-viaje sorprendente y evocador de principio a fin.

Cinco piezas ordenadas a modo de suite conforman el primer trabajo discográfico de Allan Gilbert Balon, artista transversal nacido en Guadalupe en 1986. Una narrativa propia, se diría que trabajada de un modo artesanal en la que suenan órganos, pianos verticales, experimentos con cinta magnética, delfines, palabra hablada, armonías corales… todo extrañamente suspendido en una atmósfera densa pero accesible, como sonando allá al fondo de un gigantesco y límpido océano de un azul irrepetible.

Aly Eissa (laúd y composición), Ayman Asfour (violín) y Jonas Cambien (teclados) conforman el trío egipcio The Handover. En su álbum de debut ponen en pie dos largas composiciones en las que la música ritualística egipcia (y árabe, más allá y por extensión) habla el mismo idioma que Sun Ra en sus viajes más psicodélicos e intergalácticos De una sofisticación rítmica, tímbrica y estructural incontestable.

Carme López (1992) es músico, profesora e investigadora que realiza su práctica en el mundo de la tradición folclórica oral gallega. En el disco que nos ocupa explora con profundidad de campo, amplitud de miras y resultados asombrosos las múltiples posibilidades sónicas de la gaita gallega. El drone es aquí la pista de juego y Éliane Radigue, Pauline Oliveros o Yoshi Wada árbitros y espectadores de excepción.

FLAMENCO

Nuevos caminos para el cante​

Por Fermín Lobatón​


En el flamenco, el cante ha mantenido su búsqueda permanente de formatos renovados que lo acompañen y diferencien. Más allá de la electrónica, el año que termina ha deparado la singularidad de la guitarra blues de Pedro de Dios escoltando al cantaor Pedro Fernández. Llama también la atención la coincidencia de grabaciones en las que ese cante, lejos de la tradicional guitarra, elige para el acompañamiento el trío de piano, un combo muy del jazz. No siempre se emplea con ese acento: la formación del pianista Pablo Suárez, en su en el cortejo al cantaor Miguel Ortega, ofrece una inspiración muy distinta a la que el trío del contrabajista Pablo Martín Caminero (con Daniel García al piano) aporta a la voz de David Carpio, que es decididamente jazzística. Los intercambios con el jazz se extienden a los trabajos de los pianistas Lorenzo Moya y Andrés Barrios, este con un acento más jondo.

Las seis cuerdas, en cualquier caso, siguen siendo fieles compañeras en trabajos como los de Sandra Carrasco con David de Arahal o el de Miguel Poveda con Jesús Guerrero, en el regreso discográfico de aquel a los estilos más puramente flamencos. También la disciplina de concierto mantiene su fortaleza con trabajos como el de Arahal, el del granadino José Fermín Fernández, el de José Almarcha y el del onubense Juan Carlos Romero. Otra tendencia dentro de esta disciplina ha sido la composición de conciertos para guitarra y orquesta, con trabajos de los jerezanos Santiago Lara y José Quevedo Bolita, este con cante de Marina Heredia. Las grabaciones en directo de estos trabajos solo se encuentran en canales de YouTube, mientras que el lebrijano Rycardo Moreno lo ha plasmado en su grabación La perla. El año trajo un regalo añadido: el libro con doble CD que recoge una selección de momentos de la gira 40 años de flamenco de la maestra Carmen Linares.

El guitarrista onubense firma una obra de madurez que se intuye como resultado de una prolongada introspección. Romero la refleja a través de unas composiciones, en las que la calma y la serenidad son predominantes, dentro de una grabación de marcado carácter evocativo y expresión abierta. En estilos tan propios de la disciplina de concierto como la soleá y la taranta, trasciende el canon formal con nuevas tonalidades. En otros cortes del disco, acompañado del Trío Arbós y con arreglos de Juan Carlos Garbayo, se siente libre para componer más allá del mismo canon.

El cantaor de Los Palacios (Sevilla) tuvo claro el concurso del pianista Pablo Suárez para su tercera grabación. Tras una colaboración previa para un concierto en directo, los arreglos preparados por Suárez encajaron de manera natural en los estilos tradicionales, que Ortega guardaba subrayando sus inflexiones y aportando a los cantes otras sonoridades y brillos. Un acompañamiento nada uniforme, con múltiples variaciones y colores, que realza a un artista que parece en estado de gracia.

Los cortes de esta grabación contienen diferentes estilos flamencos, e incluso se podría afirmar que el cante de Jerez es dominante. Su singularidad residiría en que conviven —y lo hacen fenomenalmente— con un trío de jazz-flamenco que, como no podría ser de otra forma, lo lidera un contrabajista habitual en esta escena. Su conocimiento del género, la solidez del combo —Daniel García (piano) y Shayan Fathi (percusión)— más el flamenquísimo metal de Carpio contribuyen al feliz resultado.

La cómoda mímesis no se contempla en este recuerdo al maestro. A cambio, su inspiración sí alienta un amplio cancionero compuesto de sus más conocidos estilos y dominado por su musicalidad, sus acentos y muchas de sus aportaciones. El tratamiento del repertorio, originalmente dotado de una cierta exuberancia, aporta rasgos sobrios basados en la expresión de contenida Carrasco y el toque del de Arahal, que navega a su lado con una armónica complicidad.

El cantaor de Utrera, heredero de una tradición histórica y, a la vez, artista inquieto por su evolución, protagoniza junto al dúo catalán ZA! la apuesta más radical del año. Estilos tan clásicos como la soleá, la seguiriya o los pregones se insertan en un contexto sonoro tan rompedor como variopinto. Los ecos de cantaores y cantaoras legendarios se reconocen entre el tupido telón sonoro que construyen las contundentes percusiones, las afiladas guitarras o las bases electrónicas. Lo arriesgado del encuentro no impide la fluidez del discurso.

CLÁSICA

Por fin, un rayo de luz​

Por Luis Gago​


Es la asignatura eternamente pendiente: sigue siendo casi imposible escuchar en condiciones, y con la asiduidad que merece, la mejor música nacida en España, nuestra polifonía renacentista, porque ni surgen ni se forma a intérpretes dispuestos a afrontar el reto de estudiarla y cantarla con denuedo y regularidad. Fallan las estructuras educativas, pero tampoco nuestra esclerotizada vida concertística, o la propia Iglesia, lo ponen nada fácil. Casi a contracorriente, el grupo Cantoría ha mostrado que, si se quiere, es posible y el pasado verano superó con nota el reto de ofrecer tres conciertos en el Festival de Música Antigua de Utrecht, el más veterano y prestigioso de su especialidad. Con las entradas agotadas los tres días, el cuarteto liderado por Jorge Losana, ampliado en función del repertorio sin perder por ello sus señas de identidad, triunfó rotundamente con una música soberbia que nació entre nosotros, pero que llevamos décadas escuchando casi en exclusiva a grupos británicos, belgas, franceses o italianos. Es el mejor recuerdo musical que nos deja 2024: iglesias llenas de un público muy ducho y veterano, que prodigó aplausos puesto en pie. Otra experiencia intensa fue poder ver por fin en un escenario español (el del Teatro Real), con cuatro años de retraso sobre la previsión inicial, la ópera La pasajera, del compositor polaco-soviético Mieczysław Weinberg. La ya clásica producción de David Pountney estrenada en Bregenz explica la obra a la perfección y activa de manera infalible nuestras emociones. En paralelo, la Fundación Juan March programó la integral de los cuartetos de cuerda de este músico en pleno proceso de resurrección interpretados por el Cuarteto Danel, su mejor y más pertinaz abogado. Y el Festival de Salzburgo puso la guinda en agosto con una nueva producción de El idiota, otra ópera cuasiignota de Weinberg inspirada en la novela de Fiódor Dostoyevski.

Este año se ha conmemorado el 500º aniversario del nacimiento de Pierre de Ronsard, conocido como “Príncipe de los Poetas” y cuyos versos han venido inspirando ininterrumpidamente a los compositores desde el Renacimiento, la época histórica en la que Denis Raisin Dadre se mueve como pez en el agua. Su programa, con cuatro poemas que escuchamos recitados y cantados con músicas de diferentes compositores del siglo XVI, contrasta con el repaso que hace ese extraordinario artista que es Marc Mauillon, secundado por la pianista Anne Le Bozec, de canciones compuestas a partir de otros poemas de Ronsard por una ilustre pléyade de músicos de los siglos XIX y XX, con Ravel, Saint-Saëns, Dukas o Poulenc entre ellos. La sombra del Príncipe es muy alargada.

Die schöne Müllerin, el primer ciclo de canciones compuesto por Franz Schubert, pide a gritos un intérprete joven y, preferiblemente, un tenor, a fin de cantar la obra en su tesitura original. Julian Prégardien —de casta le viene al galgo, porque su padre Christoph ha sido uno de los mayores y más versátiles liederistas de las últimas décadas— traduce el camino que conduce de la jovialidad inicial del joven molinero hasta su suicidio final con una naturalidad y credibilidad asombrosas. El piano de época que toca Kristian Bezuidenhout añade autenticidad histórica a una interpretación cuajada de matices de esta precuela imprescindible de Winterreise.

Estamos ante mucho más que un disco (o dos). Dan fe de ello no sólo su formato de libro con hechuras casi de elepé (y cerca de doscientas páginas de textos y ensayos trilingües firmados por músicos e historiadores), sino también su naturaleza casi de tesis, en este caso a partir de la propuesta de emparejamiento, tan sorprendente como natural, de las músicas de Claude Debussy y Komitas Vardapet, todas ellas nacidas en plena Primera Guerra Mundial. El padre de la música armenia, de la mano de uno de los impulsores de la moderna música occidental. El ideólogo, Kirill Gerstein, es también su formidable intérprete desde el piano, secundado por la cantante armenia Ruzan Mantashyan, la pianista grecorrusa Katia Skanavi y el compositor y pianista británico Thomas Adès. Una propuesta compleja y profunda para degustar, pero también sobre la que meditar, ahora que siguen arreciando las bombas: larga y pausadamente.

No es en rigor una integral de las canciones para voz y piano de Olivier Messiaen, pero sí que se escuchan aquí dos de sus puntales: los Poèmes pour Mi, una declaración de amor a su primera mujer, la desdichada Claire Delbos, y Chants de Terre et de Ciel, que parten, como la colección anterior, de poemas del propio compositor, impregnados de religiosidad y de amor a su hijo Pascal, con Bail avec Mi, la primera canción, como perfecto engarce entre ambas obras. Y es un privilegio poder escuchar La mort du nombre, una rareza juvenil que requiere también la presencia de violín (Vilde Frang) y tenor (Charles Sy), este último esencial para poder dar vida al diálogo entre dos almas imaginado por el siempre trascendente Messiaen. Barbara Hannigan y Bertrand Chamayou, expertísimos traductores de la música del siglo XX, interpretan las 16 canciones con unción y con una rara intensidad.

Ahora que, tras una década manejando el timón, Gustavo Gimeno afronta su última temporada como director titular de la Filarmónica de Luxemburgo para ocupar su nuevo puesto en el Teatro Real, no paran de sucederse grandes logros discográficos de uno y otra. Este es quizás el mayor de todos hasta la fecha: por la exigencia del repertorio y por la excelencia de los resultados. El concierto para violonchelo de Dutilleux, camuflado bajo el nombre de un verso de Charles Baudelaire, encuentra en Jean-Guihen Queyras al poeta perfecto, pródigo en recursos técnicos y expresivos, mientras que Métaboles y la Sinfonía núm. 1 conocen versiones que proclaman con claridad el descomunal talento mostrado por el músico francés en su primera madurez. Un homenaje generoso en duración y en concepción para reencontrarse con uno de los grandes compositores de la segunda mitad del siglo XX menos frecuentados.

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