Lo que no es cultura

bmurazik

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La ausencia de Ernest Urtasun (y, por extensión, de España) en la reapertura de la Catedral de Notr Dame uno de los grandes eventos internacionales del año, tras el devastador incendio de 2019, es una muestra más de lo que podríamos llamar ‘Urtasun Style.’ Es esta una forma de hacer (de no hacer) cuyo rasgo definitorio sería la confusión entre lo que se es y lo que se representa: para Urtasun, la cultura es él. Y él es la cultura. Y se representa a sí mismo, imponiéndose a todo y a todos. Así, si la tauromaquia no le gusta , particular e íntimamente, la tauromaquia sale del ámbito de la cultura. Ya no es cultura, es otra cosa. Será barbarie, casi crimen; será ofensa y será maltrato. Pero jamás cultura. Se retirarán los premios y, a la que pueda, las ayudas y las subvenciones. Y si a él le apetece, pongamos por caso, ir al circo, pues el circo es más cultura que una catedral gótica del XII recientemente restaurada. ‘Urtasun Style’. A Ernest Urtasun ya tuvieron que recordarle durante la negociación de la EMFA en Bruselas, durante la presidencia española del Consejo de la UE, que él no se representaba exclusivamente a sí mismo y a su lista. Se le olvidaba, criatura, a la hora de afrontar la redacción definitiva de determinados artículos conflictivos, que ya no era el vicepresidente del Grupo de los Verdes/Alianza Libre Europea sino el ministro de Cultura de España. Y que había, además y frente a él, otros Estados miembros con sus especiales puntos de vista. Y se le sigue olvidando; ora con la tauromaquia, ora con las relaciones internacionales.A Urtasun ya tuvieron que recordarle, en Bruselas, que él no se representaba exclusivamente a sí mismo y a su listaTodo esto viene a cuento de que sería más fácil creer que se debe todo a un malentendido con la Casa Real y no a un simple capricho (llámenlo capricho, llámenlo compromiso familiar) del titular de la cartera de Cultura si se levantara sobre otros mimbres su carrera. Tiene todo, por herencia y trayectoria, un cierto tufillo a la alergia patológica de Urtasun a todo lo que pueda recordar levemente a tradición occidental. Desde Asuntos Exteriores aprovechan para hacerse los ofendidos y dicen que a ellos nadie les había comunicado nada, ni Zarzuela ni Cultura. Y, los unos por los otros, la casa por barrer. Lo único cierto es que en la ceremonia de reapertura en París no hubo nadie representando a España, y sí estuvieron, sin embargo, el príncipe Guillermo de Inglaterra, Donald Trump, Elon Musk, Giorgia Meloni, Felipe y Matilde de Bélgica, Alberto de Mónaco, Frank-Walter Steinmeier o Salma Hayek. Ese acto, culminación de la reconstrucción de una joya arquitectónica, era motivo de alegría y celebración para todos, no solo para creyentes, para cualquiera que respete y aprecie su valor cultural. Y quizá esté ahí la clave de la ausencia de Urtasun, disfrazada ahora de desencuentro entre ministerios, de malentendido funcionarial: es uno más de sus desprecios a los símbolos de nuestras raíces, a la herencia y la tradición católica. Y tal vez debería saber que su cargo está por encima de su persona, al menos mientras lo ejerce. Lo que no podremos es decir que no sabíamos la que se nos venía encima, Urtasun llegó avisando. «La cultura –dijo– es una herramienta de combate contra la ultraderecha». Y, puesto que toda disidencia es ultraderecha, la cultura, pues, reducida a vehículo de adoctrinamiento, a instrumento para el adocenamiento. Es la cultura para él una parcela tan mínima de la actividad humana que, hermanado con el concepto que de ella tenía el idealismo alemán del XIX, como bien apunta el filósofo Manuel Ruiz Zamora, dice ‘Cultura’ cuando lo que quiere decir es ‘Propaganda’.

 

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