Lo previsto no ocurre jamás

Reilly_O'Kon

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27 Sep 2024
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Decía Galdós que, en España, lo previsto no ocurre jamás porque somos el país de los imprevistos, el país de las improvisaciones. Un país en el que siempre impera la ley de Murphy y en el que las cosas no salen mal, sino peor. Lo hemos visto estos últimos días. Ha pasado ya una semana de la tragedia de Valencia y aun no somos capaces de analizar serenamente la situación porque no solo se han desbordado los ríos y las ramblas, sembrando de muertos los campos y los pueblos, sino que se han desbordado los sentimientos que estaban contenidos por diques demasiado endebles, que se han derribado con el primer soplo de viento. Sentimientos interinos que han ocupado las plazas que correspondían a la cordura, a la gestión, al sentido común y que han terminado por aniquilar a una sociedad herida en su dignidad y en su orgullo. Una de las citas más recurrentes en los últimos días nos recuerda que la primera cosa que escasea en una inundación es el agua potable —como se pudo comprobar en las primeras horas de confusión y de desgarro— y, ante una tromba incontrolada de información lo primero que escasea es, precisamente eso, la información. Una información solvente y veraz, tanto para los afectados y sus familias como para aquellos que han ido a arrimar el hombro y la escoba.Hemos asistido a la ceremonia de la desinformación desde que empezó la pesadilla de la DANA. Las redes sociales se han encargado de encharcar y de enfangar lo que no había conseguido el agua. Lo dijo el Rey en Paiporta el pasado domingo: «No hagáis caso de todo lo que se publica porque hay mucha gente interesada en que haya caos», una frase que resume, de una manera dolorosa, lo que está ocurriendo en este país. El descrédito, la desconfianza, se han instalado cómodamente en la clase política, en la administración, en las fuerzas de orden público, en las instituciones, enturbiando el cauce normal de los acontecimientos. Porque la corriente de solidaridad, de compasión y de tristeza se ha visto empañada por la impunidad con las que los dirigentes políticos se han estado sacudiendo el barro de sus zapatos y se ha visto alimentada por los mensajes lanzados –muchas veces desde el anonimato- desde unas redes sociales en las que nos hemos visto envueltos y atrapados todos, sin excepción.Este país de los imprevistos ha sido capaz de mostrar al mundo su peor versión en el peor momento. Más allá del dolor, de la desesperación y del vacío, hemos sido capaces de encontrar un lugar para lanzarnos palos y piedras, como en el Duelo a garrotazos de Goya, porque no hemos aprendido absolutamente nada. Mientras los Reyes de España se fundían en abrazos —en los únicos abrazos institucionales— con la gente de Paiporta, las redes escupían odio y rencores que creíamos ya caducados.Lo previsto, que las instituciones y las primeras autoridades mostraran su apoyo y su amparo a una gente que lo ha perdido todo, no ocurrió. Lo mismo es que leemos poco a Galdós.

 

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