Gwen_O'Connell
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Íñigo Errejón ha sido en estos 10 años de su etapa en primer plano de la política una persona y un personaje muy accesible para la prensa. En público y en privado. Pero también singular, peculiar, en ocasiones extraño, con un perfil notablemente ideológico e intelectual, ahora no frecuente, que le gustaba cuidar tanto como su imagen mediática. Después de haber experimentado desde la primera línea, pero también entre las tinieblas múltiples batallas orgánicas, fundacionales y traumáticas en distintas marcas de izquierdas, Errejón se acopló en ese movimiento por descifrar que se llama Sumar y que lidera Yolanda Díaz como su portavoz parlamentario en el Congreso. En estos meses parecía ahí a gusto, disfrutando de su incuestionable capacidad de oratoria sin papeles en la tribuna, forzando la introducción y discusión de asuntos inusuales como la salud mental o la reducción de la jornada laboral, despachando sin prisas ni cortapisas el último lugar en las semanales ruedas de prensa, concediendo innumerables corrillos of the record a los periodistas en los que regalaba buenas pistas e ideas sobre cualquier tema y resolviendo como podía el siempre ingrato trabajo de despacho de un proyecto no muy sencillo de coordinar. Hasta esta semana.
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Las últimas y raras 24 horas de Íñigo Errejón como portavoz de Sumar en el Congreso
El exdiputado se empleó a fondo en su postrera negociación para convencer de que era útil para la democracia ayudar al giro social del PP