El problema no es encontrar un mejor magnate que Elon Musk, sino cuestionar que la esfera pública dependa de la buena voluntad del multimillonario de turno. Migrar a Bluesky en busca de un algoritmo más compasivo que el de X es ya darse por vencido y aceptar que la plaza pública sea la propiedad privada de alguien que puede disponer de ella a su antojo. Por poner un ejemplo: si Habermas, uno de los grandes teóricos de la esfera pública, decidiese comprar X para imponer en ella sus reglas ideales de diálogo racional, tendríamos también que rechazarlo por muy buenas que fueran sus intenciones, pues una esfera pública que se puede comprar no es una esfera pública. Quizás la solución se encuentre en plataformas descentralizadas y de código abierto como Mastodon, que, por no ser la propiedad privada de nadie, parecen apuntar al ideal de una plaza pública abierta y gestionada por aquellos que, mediante sus palabras y acciones, la constituyen.
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