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Jon Rivas
Guest
En 1972, Edurne Salsamendi, que tenía 24 años y trabajaba en el Banco de Bilbao, bilbaína e hincha del Athletic, armó la tremolina. Quiso hacerse socia y le dijeron que tenía que pagar 2.500 pesetas de entrada por el abono. Protestó: ella era hija de un socio, y se creía exenta, pero le explicaron que esa cláusula solo se aplicaba a los hijos, y que, además, no podía ser socia sino abonada. Llegó a casa indignada, se lo contó a su marido, que le dijo: “Las mujeres, mucho protestar, pero luego no hacéis nada”. Edurne reaccionó. Le habían tocado el amor propio.
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