bmurazik
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En 2024, la economía rusa ha estado marcada por una sucesión de problemas económicos que parecen retrotraerla a los días más oscuros del colapso de la URSS. El índice MOEX de la Bolsa de Moscú sufre una caída del 22% en el año, reflejo del escepticismo de los inversores. Paralelamente, el Banco Central de Rusia, liderado por Elvira Nabiúllina, ha llevado los tipos de interés al 21%, el nivel más alto desde 2003, en un intento desesperado por frenar una inflación que ya alcanza oficialmente el 8,5 %. Sin embargo, para muchos ciudadanos y analistas independientes, el aumento real de los precios podría ser mucho mayor, llegando hasta el 15%, según fuentes internas del Banco Central citadas por Reuters.
La depreciación del rublo agrava además esta situación. El tipo de cambio se sitúa actualmente en 104,59 rublos por dólar, un nivel que recuerda las primeras semanas de la guerra en Ucrania, cuando el rublo colapsó frente a las sanciones internacionales. Como comparación, antes de la invasión en 2022 cotizaba a 80, y hace una década, antes de la anexión de Crimea, estaba por debajo de los 40 por dólar. Según el Banco Central, esta depreciación ha añadido al menos 1,5 puntos porcentuales a la inflación desde el verano, intensificando aún más la presión sobre los precios.
Mientras tanto, las sanciones internacionales siguen apretando. Recientemente, Estados Unidos ha impuesto nuevas restricciones a Gazprombank, golpeando una de las principales fuentes de divisas del Kremlin. Estas medidas se suman al veto sobre otros cincuenta bancos rusos, aislando aún más a Rusia de los mercados globales. El impacto es palpable. Algunos socios tradicionales como Turquía, Egipto e Irán han suspendido exportaciones de frutas y otros productos básicos para el consumo ante la volatilidad del rublo.
Caída en picado del PIB de Rusia en 2025
En este contexto, el crecimiento económico previsto del 3,6% para este año por el Fondo Monetario Internacional (FMI) parece un contrasentido. Sin embargo, este crecimiento tiene un origen claro: el gasto militar. Solo en 2025, el presupuesto de defensa alcanzará los 13,5 billones de rublos (145.000 millones de dólares), representando el 6,31% del PIB. Vladimir Putin ha reconocido esta misma semana que esta partida ha aumentado un 2,5% del PIB desde el inicio de la guerra. Eso significa que más de un tercio del presupuesto nacional estará destinado a defensa y seguridad, dejando atrás otros sectores como educación, sanidad y políticas sociales.
En todo caso, el FMI sí prevé una fuerte desaceleración hasta el 1,3% del crecimiento previsto en 2025 por la caída del consumo privado y la inversión, de ahí que Putin haya decidido destinar aún más fondos a la principal industria del país.
Además, el esfuerzo militar ha provocado un déficit de mano de obra en otros sectores productivos. La movilización de cientos de miles de trabajadores hacia el frente, junto con la fuga de talentos al extranjero, está reduciendo la capacidad de las empresas para operar con normalidad. Industrias como la construcción y la tecnología se han visto particularmente afectados, lo que debilita aún más la capacidad de diversificar la economía rusa.
Gazprom y el impacto de las sanciones
El declive de una de las empresas rusas más conocidas a nivel mundial, Gazprom, simboliza los problemas más profundos de la economía rusa. Antes de la guerra, esta empresa dominaba el mercado internacional del gas, con beneficios anuales cercanos a los 30.000 millones de dólares y un papel determinante en la estrategia energética de Europa. Países como Alemania dependían en gran medida de sus gasoductos, y el futuro parecía prometedor con proyectos como el Nord Stream 2.
Todo cambió en 2022, cuando las sanciones internacionales bloquearon su acceso a mercados extranjeros y el gobierno ruso impuso restricciones legales que limitaban la venta de acciones por parte de inversores internacionales. Desde entonces, Gazprom ha perdido 7.000 millones de dólares anuales y depende más del petróleo que del gas para subsistir. Si hasta el 60% del gas que se consumía en Europa provenía de Rusia, actualmente esa cantidad apenas alcanza el 5%.
Las dificultades de Gazprom también repercuten en los consumidores rusos. Históricamente, esta empresa garantizaba energía barata en el mercado interno. Sin embargo, los precios regulados por el estado, combinados con la caída de los ingresos, han puesto en peligro esta ventaja competitiva y las familias tienen que hacer frente ahora a facturas de energía más elevadas.
Con todo, el verano de 2025 será una fecha clave para el Kremlin. Según los informes de inteligencia ucraniana, Rusia busca concluir la guerra antes de finales de ese año, consciente de que prolongarla podría desestabilizar la economía y generar mayores tensiones sociales internas. Mientras tanto, las alianzas con países del Sur Global, como China e India, ofrecen cierto alivio a su economía, pero no compensan completamente las pérdidas en los mercados occidentales.
Además, la presión monetaria y comercial sigue aumentando. La dependencia de mercados menos rentables y el encarecimiento del crédito interno debido a los altos tipos de interés dificultan aún más la recuperación. Aunque el gobierno ruso ha demostrado resiliencia en el corto plazo, las perspectivas a medio y largo plazo dibujan un panorama sombrío, con pocos signos de estabilización a la vista.
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