Las huellas de un centenario

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vboyer

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UNA sencilla pero sabia canción popular cubana, con la que los guajiros, en la noche tropical encantan su bohío, cuenta que hay quien se va al camino y no deja huella, y no deja huella. Los nombres que aparecerán en este artículo dedicado al centenario de la fundación de la hermandad de los universitarios sevillanos dejaron su huella en el camino. El camino no siempre fácil y afortunado de fundar una hermandad de penitencia con profundo agarre en la devoción sevillana. Yo creo que la buena estrella alumbró ese camino porque la imagen titular es la luz con la que iluminó Juan de Mesa su tratado estético sobre la Buena Muerte. Eso debió parecerle a un estudiante llamado José Bernal Romero quien, en 1914, en la revista 'Alma Mater' de la universidad de la calle Laraña, escribió un artículo animando a que los estudiantes, como la mayoría de los gremios sevillanos, deberían tener su hermandad y que esa hermandad girara en torno del Cristo de Juan de Mesa. Fue el primer paso. El artículo dejó su huella. Tal es así que, diez años más tarde, en 1924, un grupo de universitarios recogen la idea de Bernal y en el laboratorio de Arte de Filosofía y Letras, se reúnen González-Nandín, Bago Quintanilla, Hernández Díaz y García y García entre otros. Y redactan las reglas de Los Estudiantes, inspiradas en las del Silencio y la Amargura. De la mejor literatura normativa que se despacha. Y el 17 de noviembre en Cabildo fundacional echa a andar el reloj de la hermandad recién fundada, jurando el vicerrector las Reglas en nombre del claustro universitario. Dos años más tarde, en la primavera de 1926, salió por vez primera en estación procesional, solo el Cristo, sobre un paso provisional de caoba que montó el ebanista Serradilla. Sabemos que la provisionalidad en Sevilla es sinónimo de eternidad. Para bien o para mal. El actual hermano mayor, Jesús Resa, con la aprobación del Cabildo General, ha propuesto un nuevo diseño de paso. Los macarenos cobijaron a una niña de San Gil que llegó encajonada y buscada por los dinamiteros, refugiándose en la antigua casa profesa de los jesuitas desde el 34 al 42. La huella de la hermandad seguía haciendo camino y aún le quedaba llegar a la Fábrica de Tabacos, donde el destino empezó a mover sus hilos para que el hermano mayor, Tomas de Aquino García y García, letrado, y Joaquín Gil y Salas, compañero de bufete y sanluqueño, trabajaran en una casa de Tomás de Ybarra. Esa casa, donde hoy cuelga la cartelería del centenario, con el tiempo, fue adquirida por el nieto de Joaquín Gil, hermano de los Estudiantes. Abogado también. Miro uno de sus balcones y brilla la mirada clara y sabia de un Antonio Burgos emocionado sintiendo el roce divino del milagro de Juan de Mesa. El camino de un centenario con sus huellas más indelebles…

 

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