Maida_Connelly
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El pasado sábado, caía la noche ya en España, el Madrid estaba a punto de saltar al césped en Balaídos, con su camiseta blanca y su Emirates en el pecho, Rafa Nadal, símbolo patrio del deporte español, recibía como obsequio después de su penúltimo partido, y a miles de kilómetros de distancia, una raqueta de oro macizo valorada en 250.000 euros de manos de Turki Al sheikh, jeque árabe, nacido en Arabia Saudí, propietario del Almería y asesor de la Corte Real del reino saudí, lo que vendría a ser un ministro al uso. De él nació esa Six Kings Slam que ha captado nuestra mirada, ni que fuera de reojo, para ver el último Djokovic–Nadal, una pachanga, si me disculpan; y el más reciente Sinner–Alcaraz, el que teóricamente debería ser el mejor partido de tenis del momento. Aunque no lo fuera esta vez. Descafeinado. Cosas de la falta de tensión. Por muchos millones que se repartieran al final del duelo: seis para el ganador, el italiano.
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