‘Las dos caras de la justicia’: víctimas y criminales frente a frente

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Con su carrera de actriz cada vez más aparcada, la francesa Jeanne Herry se adentra en Las dos caras de la justicia en el trabajo social que desde 2014 llevan a cabo en Francia los profesionales de la llamada justicia restaurativa. Se trata de un sistema de mediación y apoyo que proporciona a víctimas y criminales la posibilidad de buscar juntos una vía para la reparación y el perdón.

Sin miedo a caer en una mirada candorosa, Herry no esconde su fe en los resultados de un procedimiento frágil. Para ello, la directora construye su película de forma sencilla y eficaz a través de dos terapias, una individual y otra de grupo, que ocurren en paralelo y que le valen para exponer en qué consiste esta forma de reinserción social. Una película coral en la que destacan la actriz Adèle Exarchopoulos en la piel de una joven que se enfrenta a su pasado, una infancia y adolescencia marcada por los abusos sexuales de su hermano mayor, y el actor Dali Benssalah como un atracador de largo recorrido encarcelado tras su último golpe. Rostros conocidos del cine francés, Élodie Bouchez, Jean-Pierre Darroussin, Gilles Lellouche o la madre de la directora, la veterana Miou-Miou, completan un elenco que da vida a terapeutas, víctimas y criminales dispuestos a hurgar en sus peores pesadillas.

Los casos puestos sobre la mesa son todos robos con violencia, menos el que protagoniza Exarchopoulos, una actriz que una vez más llena de alma todo lo que toca. Su personaje muestra con pudor la herida abierta y los laberintos emocionales de una víctima cuando su agresor vuelve a la calle y ella requiere ayuda para esquivar su sombra. El escalofriante encuentro final entre ambos es valiente y da sentido a la película.

A Las dos caras de la justicia le sobran los flashbacks y un estilo demasiado formateado a la hora de exponer traumas y procesos tan dolorosos como los que se abordan. Aun así, la película ofrece algo de indudable valor sociológico; la certeza de que vivimos en sociedades que cultivan de una forma tan descarada el odio que convierten en necesario y hasta subversivo el trabajo de la justicia restaurativa.

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