Laurence_Bogan
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El productor sevillano Ricardo Pachón (Camarón, Veneno, Lole y Manuel, Pata Negra…) siempre ha reconocido la influencia que sobre él ejerció un disco titulado Rock Encounter, en el que el legendario tocaor flamenco Sabicas se encontró con el guitarrista de jazz y sesión Joe Beck. Grabado en Norteamérica a finales de los años sesenta, Pachón confesaba que había marcado toda su obra de una manera casi obsesiva, obsesión que se iría plasmando en sus producciones, en una progresiva incorporación de nuevas instrumentaciones para el flamenco y en la convivencia de este arte con otras músicas, la primera de ellas, el rock.
En esa línea, Pachón probó originalmente con el grupo de rock progresivo sevillano Smash, al que se incorporaría el cantaor y guitarrista Manuel Molina en una experiencia que ofreció unos resultados discretos pero interesantes, el más conocido, sin duda, el popular ‘Garrotín’. Su obra más satisfactoria en este sentido llegaría con La leyenda del tiempo de Camarón, una grabación en la que, junto al cante y a las guitarras flamencas, entraron en concurso bajo, batería y teclados. Este y otros trabajos influyeron en una imparable desaparición de barreras: las creaciones flamencas han continuado interactuando con otras músicas —rock, blues, jazz…— e incorporando nuevas instrumentaciones sin complejos y sin miedo a perder el carácter o la fuerza que le son propias a nuestro arte.
Algunas producciones recientes ilustran la tendencia. Dentro del acompañamiento al cante con banda de rock, el jerezano de La Plazuela José de los Camarones (José Galán García), tras su grabación de 2022, Anclé mi alma (Serie Gong Música), persiste en un proyecto eléctrico con el sólido apoyo de la banda que lidera el guitarrista Jorge Gómez. A ello añade una pose desenfada y rockera, con la que se pasea por los festivales indies.
El adelanto de parte de los temas que compondrán su próximo disco, Tenlo por cuenta, da buena cuenta del carácter, especialmente con el tema que le da nombre, que tiene la melodía de la colombiana de Marchena más unos aires rumberos que sostienen el piano de Josema Pelayo, que es también el productor empeñado en hacer confluir a cantaores de la tierra con músicos de rock, como ya hiciera con Juan Moneo ‘El Torta’ y el grupo Mixto Lobo, antes del inesperado fallecimiento del cantaor. Como en su disco anterior, el de los Camarones cantó vuelve a la inspiración de poetas clásicos y contemporáneos, como el asturiano Ángel González, para el que ha compuesto una canción basada en la praviana, un estilo originario del folclor de esa tierra que popularizó La Niña de los Peines. La última entrega, ‘Los tangos del renacido’, son un ejemplo de rock gitano, quizás en la línea que persiguió Pachón.
El flamenco y el blues siempre parecieron destinados a encontrarse. Dos lenguajes musicales distintos que comparten una misma sentimentalidad en su expresión del dolor y de la pena. En las formas de materializar ese encuentro, que han sido muy diversas, resulta inevitable acordarse del grupo Pata Negra, que fundió la guitarra de blues con la de Diego del Gastor en aquel memorable Blues de la frontera.
Fronteriza también ha sido de siempre la música del grupo de Úbeda (Jaén) Guadalupe Plata, que practica un blues de carácter sombrío y pantanoso con un tratamiento denso, lleno de efectos eléctricos, acoples, slides o ruidos. Esa mirada tan lejana no le ha impedido, sin embargo, mantener un ojo en las manifestaciones musicales locales, incluido el flamenco. Su guitarrista, Pedro de Dios, un tanto por azar, se atrevió a acompañar al cantaor de Granada Pedro Fernández sin abandonar en ningún momento su estética. El resultado se llama Cantes malditos, un sorprendente caso de entendimiento casi simbiótico: cada uno aporta lo que le es propio para terminar ofreciendo una manifestación quizás única, dentro de un panorama que parece ya curado de asombro.
Los cantes elegidos van al pelo con la oscuridad que sugiere la guitarra, y, aunque el blues o el flamenco pueden tener espacio para la alegría, aquí no se encuentra. El cante de Fernández remite a un grito ancestral y los estilos elegidos proclaman pena desde la misma zambra inicial a la fúnebre milonga final: ‘La hija de Juan Simón’. El antiguo fandango ‘A ese coche funeral’ es de infausto recuerdo, y le costó a Morente suspensión de concierto, calabozo y multa por cantarlo el mismo día del atentado a Carrero Blanco. La seguiriya, las soleares, el martinete y la toná abundan en lo mismo, llamando a la muerte entre eléctricas distorsiones. En ese contexto, la versión del popular ‘El Vito’ por el guitarrista en solitario resulta un oasis dentro de una grabación sugerente como pocas.
Desde finales del siglo pasado, el flamenco y el jazz han mantenido relaciones de aproximación caracterizadas por su reciprocidad y doble dirección: las sólidas estructuras rítmicas del primero se encuentran con la libertad armónica o las improvisaciones del segundo (o viceversa), y ambos descubren que la dialéctica es enriquecedora. Los encuentros suelen deparar resultados interesantes, como ilustra el disco del pianista Lorenzo Moya, que, en su mismo nombre, Influencias, incluye al jazz como uno de los componentes de su obra creativa. No es, evidentemente, el único, pues en su grabación conviven más y reconocidos ascendentes.
El clásico se muestra en la adaptación de los ‘Tangos del Sacromonte’ de J. Turina y el del flamenco en la misma elección de sus estilos para las composiciones propias: homenajea a su madre por bulerías y a su padre por taranta, además de adaptar la farruca ‘Punta y tacón’ de Sabicas en un notable ejercicio de piano solo. Otro homenaje encubierto (a Paco de Lucía) se encuentra en la rumba, mientras el pianismo más jazzístico se revela de forma especial en los cortes con formato de trío: la balada ‘Nina’ contiene hermosos desarrollos y el corte que cierra y nombra la grabación condensa todas las influencias. El discurso de Moya se sustenta en la percusión de Bandolero y el bajo de Kostan González, además de contar con aportaciones puntuales (Jorge Pardo, Antonio Serrano, Manuel Machado…) que añaden colorido a las tersas composiciones.
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En esa línea, Pachón probó originalmente con el grupo de rock progresivo sevillano Smash, al que se incorporaría el cantaor y guitarrista Manuel Molina en una experiencia que ofreció unos resultados discretos pero interesantes, el más conocido, sin duda, el popular ‘Garrotín’. Su obra más satisfactoria en este sentido llegaría con La leyenda del tiempo de Camarón, una grabación en la que, junto al cante y a las guitarras flamencas, entraron en concurso bajo, batería y teclados. Este y otros trabajos influyeron en una imparable desaparición de barreras: las creaciones flamencas han continuado interactuando con otras músicas —rock, blues, jazz…— e incorporando nuevas instrumentaciones sin complejos y sin miedo a perder el carácter o la fuerza que le son propias a nuestro arte.
Algunas producciones recientes ilustran la tendencia. Dentro del acompañamiento al cante con banda de rock, el jerezano de La Plazuela José de los Camarones (José Galán García), tras su grabación de 2022, Anclé mi alma (Serie Gong Música), persiste en un proyecto eléctrico con el sólido apoyo de la banda que lidera el guitarrista Jorge Gómez. A ello añade una pose desenfada y rockera, con la que se pasea por los festivales indies.
El adelanto de parte de los temas que compondrán su próximo disco, Tenlo por cuenta, da buena cuenta del carácter, especialmente con el tema que le da nombre, que tiene la melodía de la colombiana de Marchena más unos aires rumberos que sostienen el piano de Josema Pelayo, que es también el productor empeñado en hacer confluir a cantaores de la tierra con músicos de rock, como ya hiciera con Juan Moneo ‘El Torta’ y el grupo Mixto Lobo, antes del inesperado fallecimiento del cantaor. Como en su disco anterior, el de los Camarones cantó vuelve a la inspiración de poetas clásicos y contemporáneos, como el asturiano Ángel González, para el que ha compuesto una canción basada en la praviana, un estilo originario del folclor de esa tierra que popularizó La Niña de los Peines. La última entrega, ‘Los tangos del renacido’, son un ejemplo de rock gitano, quizás en la línea que persiguió Pachón.
El flamenco y el blues siempre parecieron destinados a encontrarse. Dos lenguajes musicales distintos que comparten una misma sentimentalidad en su expresión del dolor y de la pena. En las formas de materializar ese encuentro, que han sido muy diversas, resulta inevitable acordarse del grupo Pata Negra, que fundió la guitarra de blues con la de Diego del Gastor en aquel memorable Blues de la frontera.
Fronteriza también ha sido de siempre la música del grupo de Úbeda (Jaén) Guadalupe Plata, que practica un blues de carácter sombrío y pantanoso con un tratamiento denso, lleno de efectos eléctricos, acoples, slides o ruidos. Esa mirada tan lejana no le ha impedido, sin embargo, mantener un ojo en las manifestaciones musicales locales, incluido el flamenco. Su guitarrista, Pedro de Dios, un tanto por azar, se atrevió a acompañar al cantaor de Granada Pedro Fernández sin abandonar en ningún momento su estética. El resultado se llama Cantes malditos, un sorprendente caso de entendimiento casi simbiótico: cada uno aporta lo que le es propio para terminar ofreciendo una manifestación quizás única, dentro de un panorama que parece ya curado de asombro.
Los cantes elegidos van al pelo con la oscuridad que sugiere la guitarra, y, aunque el blues o el flamenco pueden tener espacio para la alegría, aquí no se encuentra. El cante de Fernández remite a un grito ancestral y los estilos elegidos proclaman pena desde la misma zambra inicial a la fúnebre milonga final: ‘La hija de Juan Simón’. El antiguo fandango ‘A ese coche funeral’ es de infausto recuerdo, y le costó a Morente suspensión de concierto, calabozo y multa por cantarlo el mismo día del atentado a Carrero Blanco. La seguiriya, las soleares, el martinete y la toná abundan en lo mismo, llamando a la muerte entre eléctricas distorsiones. En ese contexto, la versión del popular ‘El Vito’ por el guitarrista en solitario resulta un oasis dentro de una grabación sugerente como pocas.
Desde finales del siglo pasado, el flamenco y el jazz han mantenido relaciones de aproximación caracterizadas por su reciprocidad y doble dirección: las sólidas estructuras rítmicas del primero se encuentran con la libertad armónica o las improvisaciones del segundo (o viceversa), y ambos descubren que la dialéctica es enriquecedora. Los encuentros suelen deparar resultados interesantes, como ilustra el disco del pianista Lorenzo Moya, que, en su mismo nombre, Influencias, incluye al jazz como uno de los componentes de su obra creativa. No es, evidentemente, el único, pues en su grabación conviven más y reconocidos ascendentes.
El clásico se muestra en la adaptación de los ‘Tangos del Sacromonte’ de J. Turina y el del flamenco en la misma elección de sus estilos para las composiciones propias: homenajea a su madre por bulerías y a su padre por taranta, además de adaptar la farruca ‘Punta y tacón’ de Sabicas en un notable ejercicio de piano solo. Otro homenaje encubierto (a Paco de Lucía) se encuentra en la rumba, mientras el pianismo más jazzístico se revela de forma especial en los cortes con formato de trío: la balada ‘Nina’ contiene hermosos desarrollos y el corte que cierra y nombra la grabación condensa todas las influencias. El discurso de Moya se sustenta en la percusión de Bandolero y el bajo de Kostan González, además de contar con aportaciones puntuales (Jorge Pardo, Antonio Serrano, Manuel Machado…) que añaden colorido a las tersas composiciones.
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