Las acuarelas de Carlos III: más talento del que le reconocen los críticos y menos del que le atribuyen los lacayos de Palacio

berniece28

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Vuelven a exponerse en Londres una decena de acuarelas del Rey Carlos acompañadas por litografías firmadas por él cuya venta se destinará a fines benéficos. Es una buena iniciativa porque hay muchos coleccionistas detrás de ellas, pero creo que habría sido mejor atribuir estas pinturas a su auténtico autor, el Príncipe Charles. Sé que a efectos biográficos son una y la misma persona, pero lo mismo a veces no es lo mismo.Del Rey Carlos suele hablarse con discreción, sin malas palabras, por respeto a la elevada magistratura que ocupa; en cambio, del Príncipe Charles se han dicho toda clase de cosas, a veces muy subidas de tono o tan directas como la que le dedicó Carmen Posadas en uno de sus libros autobiográficos. La uruguaya asistió de joven a una recepción en el palacio de Buckingham -un sitio que, según cuenta, olía a repollo, el color del realismo socialista- y tras padecer alguna impertinencia por parte del entonces príncipe heredero, lo calificó, con el desparpajo jacobino de una criolla sabrosona, de «gilipollas». No se asusten, yo mismo me burlé hace años de él, aunque en voz baja, como cristiano viejo que amontona agravios en su memoria histórica, al enterarme de que mandó transformar el motor del Aston Martin que le acababa de regalar su madre para que funcionara con bioetanol, un combustible fabricado con leche y vino blanco. ¡Vino blanco! Solo imaginar que la costumbre cundiera y nos viésemos obligados en el futuro a beber cerveza me puso los pelos de punta. Mi mala opinión cambió el día que vi una fotografía suya pintando frente a una montaña . Perfectamente calafateado, como corresponde al Príncipe de Gales, sentado en una sillita de tijera con la majestuosa compostura de un emperador bizantino, clavaba con puntería venatoria la cabeza de su pincel en una hoja de grano fino donde aparecía ya a todo color la mitad de la montaña que tenía delante. La escena me gustó, y más aún el comentario que hizo al autor del reportaje explicándole que siempre que salía a pintar llevaba por si las moscas un poco de whisky de los Lagos en una petaca. «¿Qué whisky?», le preguntó el reportero. «Laphroaig, mi favorito», respondió. Yo desconocía la marca, pero cuando tuve oportunidad de catarla fue una revelación. Un hombre que recomienda un whisky como este no puede ser tan malo como dicen.Noticia Relacionada estandar No Las acuarelas pintadas por Carlos III salen a la luz: copias a partir de 3.000 euros y un estilo amateur Ivannia Salazar | Corresponsal en LondresLos miembros de la realeza han sido coleccionistas de arte, raramente artistas. Nerón tocaba la lira, Carlos V arreglaba relojes, Catalina la Grande diseñaba muebles con motivos eróticos. Lo del Príncipe Charles es o era mucho más serio. No digo que haya sido nunca más que un diletante con talento (más talento del que le reconocen los críticos y menos del que le atribuyen los lacayos de Palacio), pero esto, la voluntariosa afición, no me parece poco. Que alguien que vive rodeado de pompa y circunstancia se muera de ganas por terminar con sus obligaciones protocolarias para irse corriendo a pintar es cosa que uno entiende bien. Que sea además un pintor humilde, al que no le importa repetir los temas, sin otra ambición que la de salir al campo, encontrar un motivo de su agrado y pasarse allí las horas tratando de captar el baile de la luz con las cosas, no creo que sea tampoco motivo de burla o de censura, todo lo contrario. ¿Verdad?La acuarela se lleva mal con la lluvia y por eso Charles solo pinta los días soleados , algo excepcional en su reino, un ex imperio donde jamás sale el sol. Su mundo estético es siempre bello, demasiado quizá para lo que hoy se considera decoroso en los círculos artísticos. En una entrevista declaró que la pintura le vuelve a uno más consciente de las cosas (se refería a la naturaleza) y que su práctica requiere una concentración muy intensa, razón por la cual la tiene por uno de los ejercicios más relajantes y terapéuticos que existen. Que no haya sido en su vida una actividad efímera prueba que no miente. La perseverancia con que la ha cultivado demuestra que se trata de una vocación de verdad. Para mí, bastante mejor que cazar zorros o burlarse de las uruguayas.

 

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