Phoebe_Franecki
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Podríamos jugar a las siete diferencias entre el discurso de Ana Pontón de hace cuatro años y el escuchado ayer en la clausura de la Asamblea Nacional del BNG que la eligió para que siga al timón de la nave cuatro años más. Pero habría que renunciar a los pocos minutos, porque podría haber replicado la intervención y le habría servido sin problema. El Bloque no cambia, sino que extiende el cheque de la confianza que le otorga a Pontón, sabedor de que ella es el hecho diferencial en términos electorales.Ya se encargó de recordarlo la propia portavoz nacional en su primer discurso, cuando se refirió al BNG «desnortado y confuso» que ella asumió hace ocho años, cuando la gestión de la UPG por persona interpuesta casi arroja a la organización a la papelera de la historia. Muchos de los que de aquella mandaban iban ayer en su candidatura, supervivientes profesionales, y estaban ayer sentados en el escenario. Tuvieron que escuchar la respuesta de Pontón a su comunicado de esta semana, en el que enmendaban a su líder con acusaciones veladas de presidencialismo y de falta de democracia interna. El sapo a tragarse no fue pequeño.«En política no basta con tener razón, la sociedad tiene que dártela», recetó Pontón a sus viejos camaradas de la UPG, creyentes en el marxismo-leninismo como solución para los males de Galicia. El BNG de Pontón se va a conceder cuatro años más para seguir «ensanchando la base». El primer paso son las municipales. La hoja de ruta parece clara, pero habrá que ver qué tiene que decir ese otro habitante de la izquierda, el PSdeG que tiene días de cohabitar sin rechistar y otros pretende ser crítico con las políticas nacionalistas. Van a seguir los mantras de estos últimos años, como que un concierto económico es bueno para Galicia, que hay que aplicar a marchamartillo la inmersión lingüística en todos los órdenes sociales de la Comunidad y que debe reconocerse el estatus de nación, además de la ya clásica postura contraria a cualquier industria transformadora novedosa, véase Altri. En eso el BNG sigue siendo muy conservador: defiende lo de siempre , ahora a cara descubierta, pero con una sonrisa en los labios. Empatía, siempre.Por no cambiar, tampoco lo hacen algunos de los ritos clásicos de una asamblea nacionalista. No faltó la denuncia de la «ofensiva colonial» que busca expoliar el viento y contaminar las aguas, la reclamación para que se disuelva la OTAN y una plegaria por la paz mundial, gritos de «Palestina vencerá» y alegatos varios contra el «genocidio del Estado sionista». Se aplaudió más a ERC que a Junts, pero sobre todo a las legaciones de Venezuela y Cuba –esas democracias– y Bildu, ese socio al que escondemos en nuestras papeletas. Que viene «el neofascismo», y que «para los nacionalistas nada de lo que pasa en el mundo nos es ajeno». Lo que lleva a pensar que Ucrania está en Marte, porque nadie se acordó de ella en las interminables causas apoyadas. Deben ser neofascistas, claro.
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