La vida fuera del fango digital

reichert.elvera

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La catástrofe a la que hemos asistido nos ha demostrado, una vez más, que la vida es todo aquello que ocurre fuera de las redes sociales. Muy especialmente de Twitter, ahora X, donde predominan mensajes, acusaciones y la utilización de la tragedia del modo más mísero y rastrero que se puede uno imaginar. También parece que algunos/as influyentes de la cosa, han puesto su granito de arena en la desinformación y la tragedia a tiempo real. Sumado a que muchos periodistas de pesebre, funcionarios de la infamia y profesionales del estiércol, han utilizado las redes para dejarnos claro que son la patulea responsable de la polarización de un país que se muere de pena. Hay algo que es, además, completamente proporcional a la tragedia en curso. Cuánto más duro es el golpe de la naturaleza, cuánto peor es el suceso que nos duele delante, peor es también el grado de infamia al que se aferran esos botarates que aprovechan hasta el último recurso de su necedad para sacar rédito. Lo más acojonante es que esas mismas personas son después, en el cara a cara, unos verdaderos encantadores de serpientes, una panda de cínicos que se mueven por los salones periodísticos y de los premios literarios con la barbilla bien alta y el rabo moviéndose como el del perro esperando una galletita. A veces me recuerdan al momento en el que salen del Congreso algunos artífices de esta peor España que estamos dejando a los que vienen por detrás. Ese colegueo de patio de colegio, el buen rollo que relucen tras llevar un poco más al extremo a una sociedad que va comprando las premisas que se difieren en la tribuna de oradores. Luego abrazotes, compadreo y palmaditas, con esa sonrisa tremebunda pintada en la cara.Tenemos la obligación moral de ayudar a nuestros hijos a no caer en ese submundo del hampa que rige algunas redacciones. No quiero decir que no se pueda criticar verificando las actuaciones de los que nos mandan, sino que debemos protegernos de aquellos que no tienen el valor de auditar el comportamiento de los suyos, precisamente, con mucho más ahínco de los que no son de tu cuerda. Esta premisa sirve para amigos, para periodistas y para los samaritanos de red social, todos aquellos que se mueren por demostrar lo bien que ayudan cuando se les necesita.Richard Ingrams, periodista y fundador de la revista satírica 'Private Eye', decía que «los niños ven mucha televisión, no sólo porque sus indolentes padres les dejan, sino porque el estándar de la mayoría de los programas está a su nivel». Puedo entender entonces que las redes sociales sean para los niños de hoy el cebo por el que se van enganchando a la tecnología. No sólo porque sus indolentes padres ganan tiempo mientras los niños no les dan la lata, sino porque algunos periodistas y voceros ideológicos están al mismo nivel que los niños que devoran su alpiste. No pongan el pestillo a la verdad. Pónganselo a los que le comen el coco a los suyos desde el fango de las redes sociales. Rigor, objetividad y verdad. Poco más.

 

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