Lesly_Swaniawski
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Es de primero de propaganda: cuando las cosas van mal dentro, la mejor forma de diluir los problemas internos es buscar enemigos en el exterior. Sabemos que Del Nido Jr. cuenta con el asesoramiento de un psicólogo y coach, pero por su bien quizá debería hacerse también con los servicios de un buen asesor de comunicación que, en lugar de bailarle el agua para conservar la poltrona y la nómina, fuera capaz de decirle que hay determinados movimientos en comunicación política -porque la gestión de un club deportivo tiene, al cabo, más implicaciones políticas que las de un Ayuntamiento- que pueden resultar demasiado burdos. El corte de relaciones del Sevilla con el Betis, por su falta de proporción, por su tono barriobajero y por su deficiente control de los tiempos, denota una falta de calidad gestora que, por otro lado, no es un hecho aislado en los consejos de administración de los clubes deportivos españoles, y que encuentra su espejo en el otro club de la ciudad, en el que, en los últimos años, también han proliferado muestras de falta de altura sonrojantes.La Navidad es tiempo de tregua. Pero en esta bendita ciudad, béticos y sevillistas viven en un estado de tregua eterna. En estos días, en los cafés del desayuno, o a la hora del vermú, este lamentable desencuentro institucional ha sido objeto de coloridas tertulias entre aficionados de ambos equipos. El tono predominante es el de la guasa. Realmente, nadie que sea ajeno a los despachos y que viva la afición por su equipo a pie de calle, se ha tomado en serio el enfrentamiento. Resulta, además, tan antipático y desabrido, que ni siquiera merecerá engrosar la leyenda de los históricos momentos de pique entre ambos clubes. Hoy, estos legendarios momentos forman parte casi del patrimonio cultural de Sevilla: el célebre encontronazo de Lopera y Cuervas atemperado por Amparo Rubiales, el busto de Lopera acompañando a Del Nido en el palco del Benito Villamarín, el palo a Joan Jordan…Al hablar de nuestros gobernantes, siempre acabamos concluyendo lo mismo: no nos merecen como pueblo, no están a nuestra altura. De los presidentes de nuestros clubes, cabe decir lo mismo. Estoy convencido de que esta nueva guerra no representa a nadie en el Sevilla ni en el Betis. La afición está a otra cosa: quiere que sus equipos ganen. Y con respecto al equipo de enfrente, si pierde es siempre mucho mejor. Pero en el fondo, todos aspiramos, como sevillanos, ya seamos de la acera que sea, a poder seguir disfrutando de uno de los fenómenos genuinos que contribuyen a hacer de Sevilla una ciudad singular: la tregua eterna. Inquebrantable por más que dirigentes que un día desaparecerán del mapa sin pena ni gloria, obedeciendo a cálculos que a nadie le importan, se empeñen en romperla.
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