'La sombra de la tierra', el wéstern a «tumba abierta» de Elvira Mínguez

Sylvester_Ferry

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Como a tantos otros, a Elvira Mínguez le vino la inspiración rebuscando en la memoria, en el pasado. No encontró tristeza sino una historia en la forma en que su bisabuela, Atilana, decidió morir, tirándose a un pozo de cabeza, atándose las faldas para que al recoger su cuerpo no se le vieran las enaguas y dejando sus zapatos en el brocal para garantizar que la encontraran. «Eso fue el arranque de todo», cuenta la actriz, ahora creadora y directora de la serie que adapta su propia novela, 'La sombra de la tierra', que mañana estrena su tercer capítulo en Atresplayer. Y Garibalda, la otra protagonista de la historia del debut de Mínguez tras las cámaras, era en la vida real la vecina de Atilana. «Debía ser una persona bellísima, pero yo pensaba en Atilana y Garibalda y decía: 'Hostia segura'», asegura. Noticia Relacionada estandar Si 'La sombra de la tierra', el debut tras las cámaras de Elvira Mínguez que encoge el alma Lucía Cabanelas La actriz adapta su propia novela homónima en la serie, que se estrenará en AtresplayerEl resultado es casi como wéstern, un árido drama rural sobre las tensiones de poder en un pueblo de Zamora a finales del siglo XIX y sobre la rivalidad, el odio, de estas dos mujeres, a las que interpretan María Morales y Adelfa Calvo. «En algún momento se me pasó por la cabeza la locura de 'hacer un Eastwood', como yo lo llamo. Son personajes complicados, los que me hubiera gustado que me hubieran dado y no me dieron. El odio es una de las grandes fuerzas para trabajar, pero hace falta ser muy valiente. Sabía que los personajes iban a ir todos a tumba abierta y había una serie de riesgos, se podían hacer daño. Yo les prometí a ellas en privado que jamás lo iba a permitir, nunca iba a hacer un plano más si ellas sufrían. Y para eso necesitaba estar cerca, por si necesitaban un abrazo o una mano, y no hubiera podido hacerlo si estuviera actuando», admite Elvira Mínguez. Tan cerca estaba que, confiesa Adelfa Calvo, a veces le decía: «¿Me vas a poner la cámara un poquito más cerca? A ver si me puedo caer para atrás. Esto era horroroso». En efecto, cuando Mínguez enciende la cámara de la serie original de Atresplayer y Fonte Films, todo es drama, odio, dolor. «Durante el rodaje, a veces, me daba tanta ira que me entraban ganas de llorar. Y Elvira me decía: 'Haz lo que quieras, pero no llores'. Uf, es que me entraba por el cuerpo... qué ganas de inflarme a llorar cuando tenía que pegarle a Camila, que hace de mi hija, con esa carita que tiene. Me rompía el corazón», desvela Adelafa Calvo, irreconocible entre el maquillaje y la prótesis de la pierna de su Garibalda, una especie de caciquesa cuya misión en la vida es hundir a la Atilana de Morales. Cuando sonaba el «¡Corten!», sin embargo, todo era alegría. Reían, bailaban. Lo que fuera para olvidar la maldad de unos personajes tan instalados en el odio que parecen inhumanos. Y, aún así, agradecen el duro proceso, que en realidad no duró mucho aunque fue muy intenso. «Que a una actriz con mi edad, 62 años, le toque un personaje como este es un regalo porque es muy complicado. Ya sabe todo el mundo que las actrices tienen que ser jóvenes y bellas eternamente porque, si no, parece que no quedan bien en la pantalla», critica Calvo. Luz en la oscuridadQuien no iba a estar en la serie era Carmelo Gómez, nada aficionado a la pequeña pantalla pero que reivindica 'La sombra de la tierra' como «Cine», en mayúsculas. Por el buen hacer de su «amiga», sobre todo, que le regaló un papel que escribió pensando en él, el único personaje puramente bueno de toda la serie. «Me emocioné muchísimo, porque es un personaje de una bondad que es muy necesaria en todos los tiempos. Y hay mucho que ver entre aquella época donde aparentemente hay tanta maldad y la que estamos viviendo ahora», cuenta el actor.

 

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