El lugar más sevillano del mundo es el patio de Monipodio, mucho más que la Giralda. Por eso la reventa de las sillas para la Magna estaba cantada. Picaresca hispalense. Sin embargo, esta vez la maniobra de los quiromantes es asombrosa. Es habitual cruzarse con reventas en los toros y en el fútbol a pesar de que tanto la empresa Pagés como los clubes hacen malabares para combatir el negocio ilegal, desde facilitar la cesión de los abonos a terceros por internet a retirar el carné de por vida si la persona que accede no es la titular. Pero lo de la Magna tiene otra dimensión. ¿Cómo han conseguido los trileros las localidades que revenden? Cualquiera que intentase comprar una de las 21.000 sillas disponibles sabe que el sistema de venta era un calvario. Yo vi a padres y madres en la puerta del colegio, mientras esperaban a que sus hijos entrasen, con el móvil en la mano manteniendo activa la pantalla para que no se les pasase el turno. Vi también a camareros del bar de los desayunos dejando de poner tostadas mientras la aplicación les avisaba de que estaban en cola. Vi a gente en la oficina protestando porque después de dos horas esperando que se quitase el relojito de su pantalla, les aparecía un lacónico mensaje: «Entradas agotadas». ¿Cómo es posible que los reventas hayan podido llegar antes? Durante la Semana Santa es habitual la oferta de sillas a lo largo de toda la carrera oficial. Hubo una época en la que los propios silleros manejaban el cotarro. Pero el Consejo se puso firme con el tema y actualmente sólo pueden mantener vivo este negocio los maestros del tongo. El sistema es tan sofisticado que es prácticamente imposible impedirlo, pero al menos se ha obligado a los buscavidas a trabajar un poco más. Ocurre lo mismo con los pases de casetas en la Feria. Hay un mercado negro archiconocido por todos los sevillanos en el que se practica la omertá. Mientras unos se ponen en la lista de espera y aguardan años hasta conseguir su abono cofrade o su módulo en el real, otros cogen el atajo que ofrecen los traficantes. En cambio, en el caso de la Magna se da una circunstancia novedosa: los principales demandantes de sillas por la vía ilegal son forasteros. Los visitantes están dispuestos a pagar lo que sea por un sitio en el cortejo y eso da a los vendedores de estraperlo mucho aire. Si se mira por la parte buena, esta picaresca demuestra que la clausura del Congreso de Hermandades y Piedad Popular ha generado una expectación histórica. Pero si se mira por la mala, también se puede pensar que muchos ven la Magna como un espectáculo y no como una procesión evangelizadora. La realidad es que por el momento, que yo sepa, no hay reventa de sillas para asistir a las conferencias de las grandes personalidades que van a hablarnos sobre la religiosidad cofradiera. Y no hay que descartar que alrededor de los accesos nos encontremos, recién llegado del patio de Monipodio, al que se pone la mata de romero en la Puerta del Príncipe todos los domingos de Resurrección y nos dice por lo bajini: «¿Localidades para hoy?».
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