connelly.muhammad
New member
- Registrado
- 27 Sep 2024
- Mensajes
- 53
En la puerta del baño de un bar de Malasaña una puede encontrar un corazón con iniciales, una flecha hacia arriba y un burratacho que dice «Quique Peinado violador». La diferencia entre la puerta del baño de un bar de Malasaña y el Instagram de Cristina Fallarás es ninguna: tengo tantos motivos para creer a la mano desconocida que garabateó la acusación mientras su amiga hacía pis, que a la desconocida que le mandó un mensaje a la periodista desde una cuenta cualquiera. Cristina Fallarás saca un libro que podría ser la recopilación de garabatos de todas las puertas de bares de Malasaña y Lavapiés. Y el escándalo de Errejón, casualmente, le ha hecho la campaña. Tengo las mismas razones para creer todo lo que leo en las puertas de los baños de los bares que en el próximo libro de Fallarás. Porque lo que nos está pidiendo es que hagamos un acto de fe, un ejercicio superlativo de confianza en su palabra. Ella nos dice que alguien cuyo nombre no nos da, ni aporta prueba alguna de su existencia, fue abusada por alguien cuyo nombre nos escatima y, además, debemos creer, no solo que la persona A existe, sino que la persona B también y que eso que cuenta es cierto. Y que, tal cual, se lo ha contado a Fallarás. Son demasiadas cosas a creer, así de buenas a primeras. Eso no es periodismo, es chismorreo.Dudo que haya invertido tiempo y esfuerzo en comprobar siquiera que las cuentas que le escriben son reales, mucho menos que lo que le cuentan es real. Es decir, que tengo las mismas evidencias de que quien le escribe, relatando entre sollozos un desagradable encuentro con un fotoperiodista reconocido, es una joven abusada, que de quien escribe es un señor de cincuenta mientras se come un bollo de crema y se lo inventa. Y las mismas de que es la propia Fallarás mientras piensa en 'likes' y en platós. Y, ojo, quien frivolidad con los abusos no soy yo, es ella. Ella quien lo monetiza, ella quien se sube a sus hombros para sacar la cabeza, ella quien los utiliza a favor de obra. Es ella quien está banalizando los verdaderos abusos con relatos que, en algunos casos, parecen la fantasía erótica de alguien a quien en su infancia no abrazaron suficiente (o abrazaron demasiado) con dos copitas de más. Otros, no solo no refieren nada mínimamente delictivo, es que son de una mojigatería sonrojante. Pero lo verdaderamente escandaloso es que a eso, al chisme de toda la vida , a la habladuría, se le llame «espacio seguro». Hay que tener la cara de hormigón armado para subirse a la chepa de una realidad espeluznante para hacer caja. Pero para, encima, autocoronarse como heroína y salvadora de las mujeres hay que estar hecho de una pasta especial. Para ser tan cínico hay que valer, no basta con querer. Confío en que algún día nos demos cuenta todos de que no todo vale, ni siquiera en el nombre de la más justa de las causas.
Cargando…
www.abc.es