Esta_Renner
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Manu Sarabia, empecemos por aquí, es dueño de uno de los mejores apodos futbolísticos de siempre: la Pantera Rosa. Y qué difícil es estar tan arriba con tan lustrosa competencia argentina: desde Avioncito Rambert hasta Discoteca Núñez, pasando por el delantero Tecla Farías, llamado así porque se le quedó de chico un diente negro. Sarabia fue un delantero de clase tremenda en un club ochentero tan british como el Athletic. Después de las dos ligas que ganaron en los ochenta, en Bilbao se detonó una bomba imprevisible, o no tanto: el conflicto histórico entre el delantero de calidad y el entrenador de carácter. La cosa acabó con Clemente anunciando que Sarabia no jugaría más y con la directiva echando a Clemente en enero. Todo lo cuenta Jon Rivas en un extraordinario reportaje del que me llaman la atención dos cosas: el silencio de Sarabia durante 38 años, roto ahora con la publicación de un libro (Chaval, ¿quieres venir al Athletic?), en el que dice que fue víctima de acoso laboral y tuvo contestación rápida de Clemente (“Pobre, van a pensar que es tonto”), y el hecho de que se alternen (un año va uno, otro año va otro) en las comidas anuales de homenaje que se da la plantilla campeona de los años 1983 y 1984.
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La promesa de la Pantera Rosa a su hermano Lázaro
El hermano mayor de Sarabia no pudo inscribirse en el Athletic porque vieron en su DNI que había nacido en Jaén aunque llevase toda la vida viviendo en el País Vasco. Él le prometió que sí jugaría porque ya había nacido allí
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