La precabalgata

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zrohan

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La ilusión no quiere prisas. Su camino es la medida de un viaje del que nunca queremos evadirnos. Requiere paciencia, el paladar del espíritu. En su justo tiempo, en su lugar adecuado. Podemos estirarla frente a su sentido y existencia. Podemos perderla en un suspiro. Chocarnos con su inseparable reverso de la desilusión. Pero siempre en un juego natural, sin artificios, que se retroalimenta. El mundo y la sociedad de hoy anticipa esa ilusión y acorta el camino sin disfrute. Es la dictadura de lo inmediato. Como un atolondrado ejercicio que engulle sin saborear. Y que huye de la frustración y la contrariedad. Porque cuando las intuye, cuando atisba que se dará de bruces con la realidad, ya cuenta con herramientas suficientes para crear un artificio que le salve en el último momento de la caída.Hemos sido capaces de encender la Navidad casi el Día de Difuntos . Inventar días de preferia para adelantar el estallido de la fiesta citada al día y la hora indicadas. Abriendo las casetas antes de que las trompetas de pólvora anuncien el principio. Hemos alterado el sentido de una boda y su banquete ancestral y ceremonioso ingeniando juergas previas que acaban robando la plenitud de lo añorado ( preboda ). De lo fechado con suficiente antelación como para dotar a esa cita de su carácter extraordinario. Adelantamos la última noche del año ante un reloj y su inexorable discurso de campanadas con un eufemismo ( preuvas ) que tira desesperadamente de la espera para no aguardar hasta el último cuarto y golpe de bronce. Rompiendo convenciones y límites, como si todo fuera voluble e indistinto. Venciendo al tiempo que nos caduca.Hoy podremos encontrarnos en cualquier calle de esas ciudades como Córdoba donde se ha adelantado la Cabalgata de Reyes Magos la paradoja de niños que aún sigan esperando que Sus Majestades dejen regalos junto a su árbol navideño mientras contemplan atónitos que otros ya disfrutan plácidamente en una plaza de ellos. Una ruptura de guion. Habrá padres que hayan optado por no cortar la cadencia de un relato pactado durante siglos en el silencio cómplice de unos padres que antes fueron niños y la ingenuidad de unos niños que algún día serán padres. Hemos decidido fracturar el hechizo y la verdadera magia de la ilusión queriendo anticipar la derrota de ese tiempo que nos caduca, y armando otra realidad y otra historia que nos evite el resbalón. Es el dintel de una sociedad cada vez más infantil, precisamente, que siembra pequeñas tiranías para evitar el despojo de una tormenta. No hay que quitarle la ilusión a un niño, pero tampoco fabricársela al vacío. Puede que la lluvia y el desconsuelo le enseñen más que un luminoso escenario forzado.Puede que el año que viene vuelva a llover hoy. O no. O puede que llueva más días. Y entonces el mismo niño y los mismos padres convertirán su dilema en un gran interrogante sobre el calendario. Y pujando esa querencia por derrotar al tiempo que nos caduca, seguiremos anticipando las ilusiones para que no se mojen . Tanto si es un patio como si es una cofradía, el carnaval, la llegada de la Navidad o un simple beso.

 

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