La postal suprema

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La Puerta de Alcalá está ahí, alcalde, viendo pasar el tiempo, como dice la canción, y el tiempo, que somos todos, miramos a la Puerta de Alcalá, que tiene mucho de postal suprema de Madrid, con la Puerta del Sol, y acaso con la Plaza de Cibeles . La Puerta de Alcalá fue eso, una Puerta, así con mayúsculas, porque cumplió, en su día, como una de las cinco entradas principales a la ciudad, hasta 1869, cuando la demolición de la tapia que hacía círculo a Madrid. Era, entonces, un monumento último, rumbo al este, camino de Alcalá de Henares, y hasta le funcionaban unas verjas de herrería que se cerraban a las diez de la noche, en invierno, y una hora más tarde, en verano. La Puerta de Alcalá, hoy, es el mismo monumento que Carlos III le encargó, en los albores del 1770, al arquitecto Sabatini, un monumento de casi veinte metros de altura que figura, único, y sin rival, entre los ejemplos de su género de la arquitectura del siglo XVIII, según avalan los historiadores.Noticia Relacionada Bala perdida opinion Si Sucursal del infierno Ángel Antonio Herrera La tragedia se ha ensañado en una España rural, en una España de piso bajoCon la demolición de la tapia que rodeaba la ciudad, se construyó la Plaza de la Independencia, una plaza de órbita amplia, con magnas casas de fachada solemne, y la embocadura del parque del Retiro, que pone en el lugar un principio de jardín, o un final del bosque, mientras las paseantes japonesas hacen foto de esa gran puerta enrejada, o de la placa que en una finca celebra el nacimiento ahí mismo del poeta José Bergamín, «poeta de una España peregrina». La Plaza de la Independencia es una plaza de gran desperezo, pero resulta más que una plaza, incluso, porque en ella entran y salen calles de tanta vitola como Serrano, Alfonso XII, o la propia Alcalá. Es un sitio muy arrellanado de aceras, con un par de quioscos de prensa y hasta un estanco de cuando en Madrid había estancos de acera . Por un costado, asoma alguna galería de arte, la Cámara de Comercio e Industria de Madrid, y un medio arco soberbio de portalones de los que salen en las series de época. Por el otro costado, se concreta una media luna de restaurantes o cafés sucesivos, casi hermanos, por el despliegue lujoso, que logran una atmósfera casi parisina de terrazas, en la noche, bajo la luz estupefaciente de las estufas de llama. Nunca sabremos si nos mira la Puerta de Alcalá, o la miramos.

 

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