estrella96
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El Sevilla se ha acostumbrado a vivir medio tranquilo. Viendo del lugar que viene y el jaleo que tiene montado de puertas de sus despachos para dentro, no es poca cosa. Con el sufrimiento que algunos equipos de Primera (algunos importantes, eliminados) para pasar de ronda en la Copa , los de Nervión casi ni se inmutaron. Y eso que el arbitraje pudiera ser considerado canallesco. Se tiró un poco al callejón con un penalti en contra, pero Álvaro salvó la papeleta bajo palos. Se ve que tiene más eficiencia entre palos desde los once metros que en esos córners donde su figura empequeñece ante los rivales. Con esa papeleta copera solventada, ya que sin competir en Europa ha ganado en importancia, toca cambiar el chip y proyectar lo que resta de año mirando sólo a LaLiga. Sin que entre el temblor de piernas, claro . Porque el empate ante Osasuna debe ser considerado entre malo y malísimo. El Sevilla está cómodo en la clasificación, pero no libre de pecado. El partido ante el Celta, en la despedida oficial de Jesús Navas a su estadio, ha ganado en relevancia. Encima, entre tanto homenaje siempre aparece quien te puede aguar la fiesta. Quien no vea esto a la legua es que ha pisado poco el Sánchez-Pizjuán . Y cerrando como un bocadillo esta despedida local a la leyenda, una doble visita a la capital de España, de esas que al Sevilla le sale sarpullido de tanto hacer el ridículo. Con un equipo igual de cortito al actual, el Sevilla cayó derrotado el pasado año en el Metropolitano (hasta por dos veces) y en el Bernabéu , dejando la imagen de conjunto que ya no tiene argumentos para vencer, pero que tampoco iba a regalar nada. Era ese Sevilla de Quique corajudo, con piel de guerrero vencido, pero guerrero al fin y al cabo. García Pimienta está tratando de que esa piel sevillista mute en otro sentido. Que no se pierda la competitividad, dotando a sus hombres de una idea de fútbol algo más relevante, con peso y cuajo. El Barcelona ya le pintó la cara con dos destellos . Más bien cinco. Otra vez se veía a ese Sevilla que pensaba que podía mantener el pulso ante un grande en su estadio y se iba a casa con el rabo entre las piernas. Las lecciones están para aprender de ellas. Porque todo lo que se construye en el actual Sevilla resulta en muchos casos como un castillo en el aire, por lo liviano que son sus cimientos . Dos revolcones serios en dos semanas, con el parón navideño de por medio, abrirían otra vez esa herida que no para de supurar por tiempo que pase.Es cierto que el aficionado sevillista ha asumido esta época de transición como remedio a irse al hoyo por las bravas, en lo deportivo y económico. Ha aceptado que jugadores irrelevantes deban ser considerados como titulares indiscutibles. Ha asimilado que aspirar a disputar una competición europea es comparable al porcentaje de opciones que se tiene de salir premiado en la lotería navideña. Tiene los pies en la tierra. Incluso alguno insinuaba días atrás que el partido importante de esta semana era en Olot. Lo mismo no le falta razón. Pero me niego a pensar en que el Sevilla haya llegado hasta ese punto de aspirar a no salir goleado del Metropolitano o el Bernabéu . Pese a que en los mejores años de su historia no haya sido capaz de dar un puñetazo en la mesa en este tipo de estadios, no hay que olvidar qué escudo representan sus jugadores, técnicos o directivos. Esa historia que tan bien ha defendido Jesús Navas no puede ni debe ser ensuciada en su adiós. Quien ha sido un valiente hasta su último aliento deportivo no merece rodearse de cobardes. Aquí es donde se ve al entrenador con personalidad. García Pimienta, te toca mover pieza. La piel del Sevilla no puede ser malvendida al primero que pase.
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