La nueva música cubana se hace desde Barcelona

fgislason

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Lázaro Joao Aguilera, o Joao del Monte, (Guantánamo, Cuba, 30 años) su nombre artístico, cantante y bailarín cubano radicado en Barcelona, lanzará Soniquetón a inicios del próximo año. Un nuevo álbum musical que combina funk, soul y hip hop con reparto cubano: el nuevo fenómeno musical urbano de la isla. Las rastas teñidas de amarillo, las joyas en sus dientes o el gorro de cosaco ruso que usa en sus conciertos, reflejan la irreverencia y rebeldía de una nueva generación de músicos cubanos que ha llegado a Barcelona escapando de una penuria generalizada, en el contexto del mayor éxodo masivo que ha conocido la isla. Artistas como el propio Del Monte, Alcibiades Durruti, exintegrante de la reconocida orquesta Pupy y los que Son Son, el baterista Jay Kalo, el bajista Diego Coppinger o la flautista Marian Rivera, hija del cantante Mayito Rivera, son solo algunos de los músicos de la isla que han hecho de la capital catalana su trinchera creativa en los últimos cuatro años.

Tras graduarse del Instituto Superior de Arte de La Habana en 2019, al igual que miles de sus compatriotas, Del Monte aterrizó el año siguiente en España, huyendo de un escenario cultural “desesperanzador”, agravado por una crisis económica que ya causaba estragos entre las filas artísticas. Tras un “exilio forzado”, llegó a Barcelona para emprender proyectos individuales. “Cuando llegué después de la pandemia, la escena musical estaba desértica”. Poco a poco fue impulsando la Fiesta del Monte, una jam session que presenta de forma recurrente en el Marula Café o en Jamboree Jazz. “Cuando llegas aquí, te das de bruces con la realidad, es muy distinto hacer música fuera de Cuba; ser inmigrante te forma, o te hundes o te levantas”, explica.

Alcibiades Durruti (Guantánamo, 25 años) es otro de los talentos cubanos que ha aterrizado en la capital catalana después de la pandemia. Durruti nació en el oriente de la isla, y a los 14 años recibió una beca para estudiar guitarra clásica en la capital cubana. En 2016 se convirtió en uno de los miembros más jóvenes de la orquesta Adalberto Álvarez y Su Son. Tras quedar segundo en el concurso musical televisivo Sonando en Cuba, pasó a formar parte de la orquesta Pupy y los que Son Son, fundada por el mítico pianista César Pedroso. En 2021 aterrizó en Barcelona, y junto con Alberto Muguercia fundaron el conjunto Tumbakin. Durruti lanzará su nuevo Álbum titulado Musas, una fusión de géneros tradicionales, a inicios del próximo año.

“Yo no quiero ser un trabajador de la cultura, quiero ser un artista, hubiese sido imposible tener el proyecto que tenemos ahora dentro de Cuba, de mi generación de músicos han salido más del 70%”, asegura Durruti, quién confía en que en algún momento las discográficas grandes se interesen por su música. Actualmente, se presenta junto con el bajista Diego Coppinger o la flautista Marian Rivera en los bares Guzzo y Chicken de la capital catalana. Allí busca “alejarse de los clichés que tiene la gente de la música cubana y atraer a un público más diverso”. Además de ser músico, Durruti trabaja como camarero en un restaurante de la ciudad. “Servir a los demás te mantiene humilde”, agrega riendo.

Considerada durante mucho tiempo una potencia musical, el ambiente cultural de la isla se ha degradado hasta el punto de que en los últimos años han cerrado muchos de los teatros más importantes. “Cuba se ha convertido en la imagen de la persona que le habla a una pared”, explica Durruti, quién consiguió hace un mes la nacionalidad española, “un alivio” que le permitirá ver más seguido a una parte de su familia instalada en Estados Unidos. Marian Rivera, hija del legendario cantante Mayito Rivera, llegó a Barcelona hace tres meses. Antes estuvo viviendo nueve meses en Gran Canaria pero cuando llegó de visita a Barcelona se enamoró de la ciudad y decidió quedarse. “Me he vuelto a encontrar con casi todos los músicos de mi generación de la Escuela Nacional de Arte aquí en Barcelona”. Rivera también llegó a España escapando de la grave crisis que azota al país caribeño. “En Cuba hay un éxodo masivo de artistas y deportistas, todos han salido porque son actividades de las que ya no se puede vivir en la isla”, asegura.

Las últimas cifras indican que casi el 18% de la población ha abandonado la isla desde 2022, en una crisis marcada por una penuria de alimentos y productos de primera necesidad, la falta de luz y de combustible, todo en un contexto de desesperanza generalizada. Según el último estudio publicado, se trata de una crisis sin precedentes, el éxodo es mayor que todas las oleadas anteriores, incluida la del Mariel y la crisis de los balseros juntas: durante la primera, en 1980, 125.000 cubanos abandonaron la isla, y en la segunda, en 1994, lo hicieron 35.000. Aguilera ha encontrado “una familia adoptiva” en Barcelona, “aunque cada vez que abro la llave de agua, enciendo la luz o abro el refrigerador, siento dolor por mi familia que está en Cuba”.

Carlos Sarduy, verdadero prodigio de la trompeta, con dos Grammys en su haber, asegura que “Cuba siempre será un país exportador de talento, pero es verdad que en los últimos años muchísimos músicos jóvenes cubanos de una enorme gran calidad se han instalado en Barcelona, entre ellos el bajista Diego Coppinger, el baterista Jay Kalo o Rey Ponce”. Aunque el trompetista y percusionista se ha instalado recientemente en Formentera, vivió durante muchos años en Barcelona. Desde allí colaboró con el grupo Ojos de Brujo, o artistas de la talla de Chucho Valdés, Bebo Valdés, Steve Coleman, David Murray, Esperanza Spalding o Concha Buika. Pese a las distintas influencias musicales, “Ninguno de nosotros quiere ser un empleado de la cultura, somos todos artistas que aspiramos a otras cosas, tenemos otras necesidades y queremos emprender, tenemos el disco duro bastante limpio”, asegura Aguilera.



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