Deshaun_Conroy
New member
- Registrado
- 27 Sep 2024
- Mensajes
- 57
Algunos pensarán que estamos en una edad de oro del género del documental. Ingenuos. Que existan muchos documentales no quiere decir que sea un buen momento para el documental. De hecho, hay una churrería de documentales, que podríamos llamar docuosadías, en donde siempre hablan mismos o parecidos predicadores. Aunque no tengan demasiada idea del tema a tratar. Pero tienen un podcast. Así que lo importante es que digan algún titular abrillantado para ser compartido en redes. Y para delante. Da igual que su proclama no sea fiel a la verdad. Da igual que no sean expertos de la historia o personaje a tratar. Un poco de Wikipedia antes de grabar, y listo. La ignorancia disfrazada de perspicacia se enmarca. También en los documentales.
El documental de RTVE sobre Jesús Quintero, El Loco, los silencios de Quintero, es una obra contracorriente en este sentido. Incluso un antídoto contra tanta habladuría. No podía ser de otra manera, pues Jesús Quintero fue el espíritu crítico personificado. Aquí no hablan famosos, aquí habla él en primera persona en su legado inmortalizado en miles de horas de videoteca y él a través de las personas próximas. La familia, la carnal y la electa.
La luminosa experiencia vivida y sentida de sus hijas, Andrea y Lola, narra esta inmersión en los claroscuros de la existencia de un genio de la teatralidad del periodismo. Quintero consiguió que "el silencio no pareciera un fallo". La que fuera su pareja, la periodista Joana Bonet, lo explica cristalinamente bien en el documental.
Las repreguntas rápidas pueden parecer un interrogatorio que asusta, los silencios abren la puerta a esa duda que invita a completar la respuesta y, entonces, surge la imprevisibilidad que da el tiempo extra. Los grandes directores de cine también lo hacen. No sueltan "¡corten!" nada más acabar de rodar la secuencia y dejan respirar el plano para que la espontaneidad del actor fluya, aparezca, irrumpa.
Pero qué complicado es manejar el silencio. Es hasta asfixiante. Despierta horror vacui. Quintero, en cambio, entendió la polisemia del silencio hasta dotarla de la expresividad de la comunicación no verbal que no te deja solo. "Cuando hay emoción, cuando hay sentimiento, se impone el silencio", decía. Así comprendió la radio y la televisión como ese arte en el que no basta con contar: hay que interpretar, en la máxima expresión de la palabra interpretar. Actuando, descifrando, creando atmósfera, despertando empatías.
Así entretejió pensamiento, intimidad y la escenografía del teatro. Porque somos seres teatrales. Somos seres de cortejo, como única salida para sobrellevar mejor los sobresaltos del crecer. Y del decrecer.
Quintero galanteaba con la seducción del baile de palabras y miradas. Hasta llevar al invitado a donde él quería. Lo conseguía porque abrazaba al matiz. A veces, al matiz alegórico. Otras, al costumbrismo sin medias tintas aunque con mucha poesía. Lo que nos conectaba con personas como nosotros, por muy estrellas o por muy estrellados que fueran.
Cuando hay emoción, cuando hay sentimiento, se impone el silencio".
Los matices son el sustento de todo. Y qué poco conseguimos sacarlos brillo en los medios de comunicación de la actualidad. No hay tiempo, Quintero se tomaba ese tiempo que se nos va de las manos para las entrevistas. Luego ya resumían y editaban para encajar lo mejor en la duración del programa. Un tiempo escuchando, más que azuzando. De ahí que Quintero lograra grandes retratos allá donde otros solo se quedaban en la superficie. Porque huía de las preguntas obvias a los artistas y de las preguntas condescendientes a los que eran vistos como raros. Lo contrario de los programas del corazón, por ejemplo. Él jugaba a conocer con ese punto granuja, él transmitía querer entender hasta lo que no entendía con ese punto de conquistador. Y, al final, él era el raro percatándose de que las rarezas son parte esencial de las cualidades que nos suelen hacer únicos.
Mientras hay escuelas de periodismo que enseñan a poner contra las cuerdas al invitado para arañar un efímero titular, mientras hay docus más preocupados por conseguir un vídeo viral en Instagram con una frase graciosilla de un aspirante a influencer, el documental de Quintero será eterno. Porque se centra en las emociones sin fecha de caducidad, las que no caben en un tuit: el conocimiento que inspira más que distrae, las contradicciones humanas de un genio que demostró que la conversación también puede ser un arte. Un arte que ha hecho un maravilloso retrato, pensado e interpretado, de cuarenta años de la historia de España.
Cargando…
www.20minutos.es