Woodrow_Thompson
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Rachas de viento en Selhurst Park. Frío en Croydon. La tarde es oscura como la noche cerrada en Londres. La Oficina Meteorológica del Reino Unido ha bautizado a la tormenta: Darragh. El derby de Liverpool, previsto para el sábado al mediodía, se ha suspendido, pero el Manchester City salta al campo del Crystal Palace obligado a soportar la carga. Barrido por una epidemia de lesiones, el equipo cuenta una victoria, un empate y seis derrotas en los últimos ocho partidos. La penuria produce efectos secundarios. A menos probabilidades de éxito, más lesiones, y más desafección, en una cadena causal que afecta especialmente un aspecto del juego. Se nota a simple vista cuando los defensas salen conduciendo la pelota y levantan la mirada en busca de compañeros que se ofrezcan para recibir el pase. ¿A dónde están los valientes? Bernardo Silva es el primero en aparecer, seguido de Gündogan, del doliente De Bruyne con su tobillo maltrecho, de Haaland que traslada su cuerpo gigante desde el área, a veces del asustadizo Nunes, que la suelta rápido, y rara vez del contemplativo Savinho, otra vez víctima de la melancolía paralizante que envuelve a un equipo que solo podrá salir del remolino con grandes dosis de rebeldía.
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La melancolía de Savinho, síntoma peligroso de la crisis del Manchester City
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