kamille46
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Descubro con estupefacción que llevo una larga temporada escribiendo semana tras semana de cine español. Ya no dispongo de la cartelera. La han quitado de los periódicos de papel porque les resultará más económico. Solo puedes acceder a ella a través de Internet o recorrer la ciudad yendo a los propios cines para ver lo que ponen. Sorprendentemente, no hay protestas contra medida tan injusta por parte de la sufrida y despreciada ancianidad que sigue enganchada al papel, como tampoco existen revueltas contra la salvaje imposición de los bancos imponiendo a la maltratada clientela que recurra exclusivamente a máquinas si pretende averiguar el estado de salud de su dinero. Imagino que se sigue estrenando cine de múltiples nacionalidades y que es imposible que no exista calidad en algunas de sus propuestas, pero debido a razones extrañas casi todo el cine que veo es de la misma nacionalidad, aunque está hablado en castellano, catalán, euskera, gallego o mezcla de ellos.
Y constato que la gran parte del cine español que veo está firmado por mujeres. Y que en casi todas las temáticas prevalecen los problemas sociales, el intimismo, las cosas del aquí y ahora protagonizadas mayoritariamente por mujeres. Lo encuentro lógico y coherente. Es el signo de los tiempos, aunque añoro que no aparezcan escritoras con registros más variados, como la genial Patricia Highsmith, obsesionada con intrigas que estallan frecuentemente en asesinatos, o directoras de cine de acción como Kathryn Bigelow, autora de la tensa y magnífica La noche más oscura. En fin, desbarres que cruzan por mi caprichosa e insensata cabeza.
Y, por supuesto, entre estas directoras tan sensibles existen lamentables propagadoras de eslóganes humanistas, previsibles y convenientes, descritos de forma pretenciosa y boba, y otras que tienen muy claro lo que pretenden contar, saben de lo que hablan y lo hacen con un lenguaje primoroso. Consiguen autenticidad en las historias que cuentan, dotan de complejidad a sus personajes, les otorgan matices, logran que el espectador les comprenda, sienta piedad o cercanía hacia sus problemas, se los crea. Una de esas directoras es Pilar Palomero. En Las niñas, su primera película, se ocupaba de un grupo de crías, de sus alegrías y de algunas crueldades, de su ansia de conocimiento, de miedos e incertidumbres. El mundo de la niña que la protagonizaba me resulta memorable. También, la atmósfera que desprendía. Y su pequeña, sorprendente y muy natural actriz protagonista.
En La Maternal, Pilar Palomero vuelve a retratar a mujeres. Están dejando de ser niñas. Hay una adolescente excesivamente problemática, arisca, chula, secretamente tierna, inquietante, en posesión de mala hostia. Vive con una madre desinhibida y endurecida, una superviviente con la que se entiende a ratos, aunque en su convivencia prevalezca la bronca. La deslenguada adolescente consume porno en el móvil y se queda embarazada de su único, juguetón y dominado colega, alegando insistentemente que no es su amor. La ingresan en un centro de acogida para mujeres sin recursos que van a parir. Sus compañeras son mayores que ella. Han padecido malos tratos por parte de sus parejas o naufragios familiares y sentimentales. Están muy bien descritas. También, el trato entre ellas. Se otorgan calor y complicidad, pero todas arrastran sufrimiento, temor ante el futuro y a enfrentarse a la responsabilidad de haber traído una criatura a este mundo.
Tal y como lo narra Pilar Palomero, resulta veraz y atractivo, la película está llena de pequeños y reveladores gestos, te introduce en el corazón y en los problemas de esa gente. Es una directora con estilo y sensibilidad. Pero tengo mucha curiosidad por ver cómo evoluciona, si sería capaz de abordar otros argumentos, otros universos. Está claro que sabe un montón de lo que ocurre en el cerebro y en el alma de determinadas niñas, adolescentes y jóvenes. Pero me gustaría que ampliara su territorio emocional, que en el futuro también se acercara a otros géneros. Y me fascina la personalidad, el descaro, el misterio que desprende una niña llamada Carla Quílez. Habrá que seguirle la pista. Su interpretación en La Maternal merece que no le falte trabajo. Y que le escriban papeles sabrosos.
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Y constato que la gran parte del cine español que veo está firmado por mujeres. Y que en casi todas las temáticas prevalecen los problemas sociales, el intimismo, las cosas del aquí y ahora protagonizadas mayoritariamente por mujeres. Lo encuentro lógico y coherente. Es el signo de los tiempos, aunque añoro que no aparezcan escritoras con registros más variados, como la genial Patricia Highsmith, obsesionada con intrigas que estallan frecuentemente en asesinatos, o directoras de cine de acción como Kathryn Bigelow, autora de la tensa y magnífica La noche más oscura. En fin, desbarres que cruzan por mi caprichosa e insensata cabeza.
Y, por supuesto, entre estas directoras tan sensibles existen lamentables propagadoras de eslóganes humanistas, previsibles y convenientes, descritos de forma pretenciosa y boba, y otras que tienen muy claro lo que pretenden contar, saben de lo que hablan y lo hacen con un lenguaje primoroso. Consiguen autenticidad en las historias que cuentan, dotan de complejidad a sus personajes, les otorgan matices, logran que el espectador les comprenda, sienta piedad o cercanía hacia sus problemas, se los crea. Una de esas directoras es Pilar Palomero. En Las niñas, su primera película, se ocupaba de un grupo de crías, de sus alegrías y de algunas crueldades, de su ansia de conocimiento, de miedos e incertidumbres. El mundo de la niña que la protagonizaba me resulta memorable. También, la atmósfera que desprendía. Y su pequeña, sorprendente y muy natural actriz protagonista.
En La Maternal, Pilar Palomero vuelve a retratar a mujeres. Están dejando de ser niñas. Hay una adolescente excesivamente problemática, arisca, chula, secretamente tierna, inquietante, en posesión de mala hostia. Vive con una madre desinhibida y endurecida, una superviviente con la que se entiende a ratos, aunque en su convivencia prevalezca la bronca. La deslenguada adolescente consume porno en el móvil y se queda embarazada de su único, juguetón y dominado colega, alegando insistentemente que no es su amor. La ingresan en un centro de acogida para mujeres sin recursos que van a parir. Sus compañeras son mayores que ella. Han padecido malos tratos por parte de sus parejas o naufragios familiares y sentimentales. Están muy bien descritas. También, el trato entre ellas. Se otorgan calor y complicidad, pero todas arrastran sufrimiento, temor ante el futuro y a enfrentarse a la responsabilidad de haber traído una criatura a este mundo.
Tal y como lo narra Pilar Palomero, resulta veraz y atractivo, la película está llena de pequeños y reveladores gestos, te introduce en el corazón y en los problemas de esa gente. Es una directora con estilo y sensibilidad. Pero tengo mucha curiosidad por ver cómo evoluciona, si sería capaz de abordar otros argumentos, otros universos. Está claro que sabe un montón de lo que ocurre en el cerebro y en el alma de determinadas niñas, adolescentes y jóvenes. Pero me gustaría que ampliara su territorio emocional, que en el futuro también se acercara a otros géneros. Y me fascina la personalidad, el descaro, el misterio que desprende una niña llamada Carla Quílez. Habrá que seguirle la pista. Su interpretación en La Maternal merece que no le falte trabajo. Y que le escriban papeles sabrosos.
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‘La Maternal’: esa niña hosca, peleona y fascinante
Pilar Palomero narra de manera veraz y atractiva, la película está llena de pequeños y reveladores gestos, te introduce en el corazón y en los problemas de estas adolescentes embarazadas
elpais.com