sammie.cummerata
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Desde el nacimiento, Noa tenía la piel sensible, pero al principio eso no llamaba especialmente la atención a sus padres. Sin embargo, su piel fue empeorando poco a poco hasta que los tratamientos tópicos recomendados por la pediatra no fueron suficiente y llegó el diagnóstico: dermatitis atópica grave. Elsa Moreno, madre de Noa, cuenta que la pequeña tuvo la primera lesión cuando tenía un año. “Recuerdo que era difícil de curar y fue provocada por el sudor y el calor en verano. Al cumplir los dos años ya no éramos capaces de manejar los brotes”, dice.
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La lucha de vivir con dermatitis atópica: “En el baño apagaba la luz para no verme la cara”
Esta enfermedad de la piel, diagnosticada a menudo en la infancia, provoca brotes constantes de picazón y dolor que condicionan la vida de los pacientes y de sus familias
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