ray44
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Telepasión ya no tiene el sentido de antaño. Se sostiene más por la inercia que por el aprendizaje de la creatividad de la que venimos. Que sería lo interesante. Cada año, TVE intenta sacar partido a esta histórica marca para promocionar su oferta audiovisual. Presentadores y actores se ponen a cantar pegadizas canciones que son envueltas con una espectacular realización visual, colorista y trepidante. Lo que permite al público imaginar. Hay que aprovechar la congregación de audiencia en torno a La 1 en Nochebuena para mostrar el poderío de la cadena pública. Y, de paso, intentar publicitar programas, series y comunicadores.
Sin embargo, en cada actuación sale tanta gente que es imposible retener prácticamente a nadie. Nada que ver con el Telepasión inicial que huía de coralidades excesivas y centraba cada versión musical en una o unas pocas personalidades de la tele. Solo en el colofón se reunían todas las estrellas de la cadena para crear una emocional foto finish de unión, compañía y amistad que se quedara en la retina del público. Pero, durante el programa, no se caía en la trampa del barullo por el barullo y las letras de las canciones no eran adaptaciones absurdas e intrascendentes. Había mensaje. Había ironía. Había pensamiento. Había interpretación. Porque Telepasión llegó para hacer autocrítica de la tele desde dentro.
Todo eso se ha ido olvidando y desvirtuando con el tiempo. No ayuda que ya, por suerte, casi todo el mundo canta todo el rato. En cambio, en el origen de Telepasión no estábamos habituados a ver a presentadores más "serios" saliendo de su área profesional para sentirse Raphael por un día. Esa era la gracia. Ese era el choque.
Dirán que ahora no hay caras en TVE como las de antes. Lógicamente, las audiencias están más diversificadas y hasta existe una popularidad "a la carta" dependiendo de los gustos e intereses de cada ciudadano. Aunque RTVE sí atesora nombres propios transversales, que puede potenciar. Lo que pasa es que, a diferencia de antes, no se les crea una actuación única que trascienda. Les engulle el brinco de la coralidad de karaoke. Con una realización muy bonita desde un lugar grandilocuente, sí. Pero sin una historia definida que cale. Así Telepasión se ha transformado en una plataforma útil para dar cariñete a los egos de los sueños de fama de decenas de trabajadores de la tele más que para despertar la curiosidad de una sociedad sintiéndose retratada en un programa de hoy. Y para lograr eso quizá es el momento de acabar con Telepasión.
Qué lejos queda cuando Telepasión Española, que con tal poético nombre se estrenó, sorprendía con canciones que no se elegían solamente por la manida popularidad y se escogían para armar una atmósfera con la retranca suficiente que hiciera levantar la mirada de un público en plena cena con la familia. Hay que volver a cuando la tele no quería solo replicar, prefería descubrir. Cuando las estrellas no querían estar porque hay que estar. Cuando la autoría no se confundía con mirarse el ombligo.
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