Una mujer ghanesa pide, al ser atendida por la Cruz Roja en Melilla, que la lleven al hospital. Se encuentra mal. Ha hecho un penoso viaje por cinco países, caminando sin agua ni comida por el desierto. En el camino, otra de las aspirantes a una vida mejor ha muerto en sus brazos. En el hospital comprueban que está embarazada. Ella se llama María Arthuer. Su marido, Félix Williams.
Al bebé le pondrán Iñaki, en homenaje al cura Iñaki Mardones, el primero en ayudarlos cuando son trasladados a Bilbao, donde, en 1994, nacerá el niño. María encontrará trabajo de limpiadora en el aeropuerto de Noáin (Pamplona). Su jornada empezará a las cinco de la madrugada. No tendrá coche y a esas horas todavía no habrá autobuses, así que todos los días se levantará de noche para ir caminando por la carretera desde Buztinxuri hasta su puesto, a nueve kilómetros. En 2002, nacerá Nico, el pequeño. Años después, con la crisis, Félix tendrá que irse a Londres a trabajar. Un día, al volver a casa, María se dará cuenta de que les han cortado el agua y la luz por impagos. Llorará. Iñaki, todavía un niño, le dirá: “Mamá, no llores porque yo voy a ser futbolista”.
Lo recuerda, emocionándose, la madre de los campeones de la Copa del Rey y, en el caso de Nico, también de la Eurocopa de este año en una escena del documental Los Williams, que acaba de estrenarse en el festival de cine de San Sebastián y que ha sido dirigido Raúl de la Fuente, ganador de tres premios Goya. Lloré en ese y otros momentos de la película y les reto a intentar verla sin que caigan un par de lágrimas. A mí me parece misión imposible, como no compartir la emoción de una ciudad feliz, Bilbao, al ver pasar a la gabarra por primera vez en 40 años —aunque no sea de allí—, o no indignarse al oír cómo llaman “mono” a los hermanos en algunos estadios —salvo que sea un racista—. “He crecido en un barrio humilde que me ha ayudado muchísimo”, explica Iñaki. “Era el único negro de mi colegio y todo el mundo me trató con muchísimo cariño”. El odio lo descubrió en el fútbol. También Nico, autor de uno de los goles que dio la victoria a España en la pasada Eurocopa. Después de fallar una ocasión de gol en otro encuentro, tuvo que cerrar sus redes sociales por los insultos que recibía.
El documental, de casi hora y media, la duración de un partido, acompaña a la familia durante dos años por tres continentes: África, Asia y Europa. De Noáin a Doha; de Ador Kope a Berlín. Es una epopeya, una historia que embellece al fútbol en mitad de su segunda plaga después de los ultras: los racistas. Esta semana, un juzgado de Palma ha condenado a un año de prisión y otros tres de prohibición de acceso a los estadios al hombre que insultó a Vinicius Júnior y Samu Chukwueze en febrero de 2023.
Había muchos elementos para la épica, factores que los alejaban de lo común. Cuando se acercaba el Mundial de Qatar, Iñaki decidió representar a Ghana, el país de sus padres y de su orgulloso abuelo, Opanin Kwame, quien murió después de ver a sus nietos en la Copa del Mundo. Nico eligió a España, el país donde había nacido. Era la primera vez que dos hermanos hijos de la misma madre competían en la gran fiesta del fútbol con selecciones diferentes. El equipo de ambos, el Athletic de Bilbao, también es un caso único porque su filosofía establece que solo pueden jugar en él quienes hayan nacido o se hayan formado en las canteras de la llamada Euskal Herria: Euskadi, Navarra y el País Vasco francés. Los Williams nacieron en Bilbao y en Pamplona, y a lo largo del documental se los ve con su cuadrilla de toda la vida —pocas cosas nos definen mejor que los amigos—.
Puede parecer que es una película sobre fútbol; incluso una historia que alude a otra manoseada palabra: superación. A mí me pareció que habla de dos chavales felices que han nacido con esa clase de talento capaz de hacer felices a miles; el que solo conocen algunos deportistas, artistas o humoristas; de dos jóvenes maduros con cabeza y corazón (africano y vasco) a los que no ha maleado ni el dinero, ni la envidia; que saben celebrar los éxitos del otro y sobre todo, a quiénes se los deben. Lo primero, el talento, es una lotería, pura suerte. Lo segundo, mérito de esa mujer valiente que un día, exhausta, sin poder pagar la luz y el agua, escuchó a su hijo anunciar: “No llores, mamá. Voy a ser futbolista”. Era tanto como decir: No te preocupes, somos un equipo.
Seguir leyendo
Al bebé le pondrán Iñaki, en homenaje al cura Iñaki Mardones, el primero en ayudarlos cuando son trasladados a Bilbao, donde, en 1994, nacerá el niño. María encontrará trabajo de limpiadora en el aeropuerto de Noáin (Pamplona). Su jornada empezará a las cinco de la madrugada. No tendrá coche y a esas horas todavía no habrá autobuses, así que todos los días se levantará de noche para ir caminando por la carretera desde Buztinxuri hasta su puesto, a nueve kilómetros. En 2002, nacerá Nico, el pequeño. Años después, con la crisis, Félix tendrá que irse a Londres a trabajar. Un día, al volver a casa, María se dará cuenta de que les han cortado el agua y la luz por impagos. Llorará. Iñaki, todavía un niño, le dirá: “Mamá, no llores porque yo voy a ser futbolista”.
Lo recuerda, emocionándose, la madre de los campeones de la Copa del Rey y, en el caso de Nico, también de la Eurocopa de este año en una escena del documental Los Williams, que acaba de estrenarse en el festival de cine de San Sebastián y que ha sido dirigido Raúl de la Fuente, ganador de tres premios Goya. Lloré en ese y otros momentos de la película y les reto a intentar verla sin que caigan un par de lágrimas. A mí me parece misión imposible, como no compartir la emoción de una ciudad feliz, Bilbao, al ver pasar a la gabarra por primera vez en 40 años —aunque no sea de allí—, o no indignarse al oír cómo llaman “mono” a los hermanos en algunos estadios —salvo que sea un racista—. “He crecido en un barrio humilde que me ha ayudado muchísimo”, explica Iñaki. “Era el único negro de mi colegio y todo el mundo me trató con muchísimo cariño”. El odio lo descubrió en el fútbol. También Nico, autor de uno de los goles que dio la victoria a España en la pasada Eurocopa. Después de fallar una ocasión de gol en otro encuentro, tuvo que cerrar sus redes sociales por los insultos que recibía.
El documental, de casi hora y media, la duración de un partido, acompaña a la familia durante dos años por tres continentes: África, Asia y Europa. De Noáin a Doha; de Ador Kope a Berlín. Es una epopeya, una historia que embellece al fútbol en mitad de su segunda plaga después de los ultras: los racistas. Esta semana, un juzgado de Palma ha condenado a un año de prisión y otros tres de prohibición de acceso a los estadios al hombre que insultó a Vinicius Júnior y Samu Chukwueze en febrero de 2023.
Había muchos elementos para la épica, factores que los alejaban de lo común. Cuando se acercaba el Mundial de Qatar, Iñaki decidió representar a Ghana, el país de sus padres y de su orgulloso abuelo, Opanin Kwame, quien murió después de ver a sus nietos en la Copa del Mundo. Nico eligió a España, el país donde había nacido. Era la primera vez que dos hermanos hijos de la misma madre competían en la gran fiesta del fútbol con selecciones diferentes. El equipo de ambos, el Athletic de Bilbao, también es un caso único porque su filosofía establece que solo pueden jugar en él quienes hayan nacido o se hayan formado en las canteras de la llamada Euskal Herria: Euskadi, Navarra y el País Vasco francés. Los Williams nacieron en Bilbao y en Pamplona, y a lo largo del documental se los ve con su cuadrilla de toda la vida —pocas cosas nos definen mejor que los amigos—.
Puede parecer que es una película sobre fútbol; incluso una historia que alude a otra manoseada palabra: superación. A mí me pareció que habla de dos chavales felices que han nacido con esa clase de talento capaz de hacer felices a miles; el que solo conocen algunos deportistas, artistas o humoristas; de dos jóvenes maduros con cabeza y corazón (africano y vasco) a los que no ha maleado ni el dinero, ni la envidia; que saben celebrar los éxitos del otro y sobre todo, a quiénes se los deben. Lo primero, el talento, es una lotería, pura suerte. Lo segundo, mérito de esa mujer valiente que un día, exhausta, sin poder pagar la luz y el agua, escuchó a su hijo anunciar: “No llores, mamá. Voy a ser futbolista”. Era tanto como decir: No te preocupes, somos un equipo.
Seguir leyendo
La historia de los hermanos Williams: “No llores mamá, voy a ser futbolista”
La de los hermanos del Athletic es una epopeya, una historia que embellece al fútbol en mitad de su segunda plaga después de los ultras: los racistas
elpais.com