La guitarra de Paco de Lucía brilla de nuevo en Nueva York

Kamille_Flatley

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“No sabemos lo que vamos a ver”, decía Gabriela Canseco, viuda de Paco de Lucía, en la recepción previa al concierto homenaje al músico en el Carnegie Hall este martes 20 de febrero. Era el primero de los actos que se celebran en Nueva York hasta el próximo sábado en el marco del festival Paco de Lucía Legacy para conmemorar los diez años de la muerte del guitarrista de Algeciras.

La frase de su viuda era honesta y tenía sentido. No ha sido fácil coordinar 22 actuaciones en una con más de 30 artistas implicados y trasladar a cien personas en total hasta Nueva York para organizarlo todo en pocos días. Entre bambalinas, la sensación entre los participantes era parecida. Organizar algo con tantos cambios de escena era muy difícil. Y perfeccionarlo con solo dos días de ensayo, decían, lo hacía aún más complicado. Pero la mayoría del elenco le puso ganas y hasta alegría.

Silvia Pérez Cruz, cantando 'María la Portuguesa', con Javier Colina a la izquierda y Yerai Cortés y Josemi Carmona a la derecha.

No fue el caso de Diego el Cigala, que salió a escena como suele hacer últimamente: sin ganas, fuera de lugar y de tono. Y aun así, se le aplaudió. Suerte que en el evento, que organiza la Fundación Paco de Lucía, cantaron también Carmen Linares, que por alegrías recordó por qué sigue siendo la dueña y señora del cante; una Silvia Pérez Cruz impecable interpretando María la Portuguesa, y José Mercé, que abordó una seguiriya especialmene inspirado. Pero en el Carnegie Hall el pellizco con la voz lo dio Duquende. El catalán, medio desaparecido de la escena, volvió en Nueva York a ser aquel cantaor que a Paco de Lucía tanto le recordaba a Camarón.

El baile no tuvo una noche brillante en Nueva York. Y eso que estaban otros dos que gustaban al maestro: Farru y Farruquito, que son siempre efectivos (el zapateado fuerte, la facilidad para las piruetas y el magnetismo que sigue inspirando su saga nunca fallan), pero también fueron demasiado efectistas. Y el público los aplaudió con ahínco.

Músicos de altura​


Pero si algo elevó el concierto, y a qué altura, fueron los músicos. Para empezar, las guitarras: las de dos veteranos como Rafael Riqueni y Pepe Habichuela; la de una mente privilegiada como Dani de Morón; la de la frescura y el compás de Yerai Cortés, la de Antonio Rey, que interpretó unas tarantas del maestro que pusieron al público en pie, o la de José María Bandera, especialmente inspirado tocando Monasterio de sal junto a Carles Benavent. Una mención aparte merece Niño Josele, que sostuvo el espectáculo hasta cuando no era el protagonista y tuvo un gran momento cuando acompañó (¿o fue al revés?) a Rubén Blades. Josele y Josemi Carmona, que era el director artístico, ejercieron de contención de quienes no estaban tan concentrados y fueron generosos con todos.

Carmen Linares, con Yerai cortés a la izquierda y Antonio Sánchez a la derecha.

¿Quién debe homenajear a Paco de Lucía?​


Pero no solo guitarras hizo florecer Paco de Lucía y, por eso, no puede extrañar que uno de los más brillantes de la noche fuera el armonicista Antonio Serrano al marcarse uno de los grandes momentos musicales de la noche con el pianista Chano Domínguez. Juntos interpretaron Canción de amor, de Paco de Lucía, y entre los dos consiguieron que ni siquiera se echara de menos la guitarra.

Jorge Pardo, Javier Colina, Carles Benavent y Rubem Dantas demostraron también por qué fueron músicos a la altura de Paco de Lucía. Y viceversa, porque el talento no se contagia pero sí se pegan las formas. Por ejemplo, la de sentir respeto por la música, el público, los compañeros y uno mismo. De eso sabía mucho Paco de Lucía, y de eso dieron muestra anoche muchos de sus amigos, discípulos o ambas cosas. Y ese compromiso fue lo que suavizó en muchas ocasiones los errores.

Gracias a los guitarristas, los percusionistas y el resto de instrumentistas también acabó teniendo sentido este homenaje titulado Paco de Lucía Legacy, porque muchos estuvieron a la altura de su legado. ¿Cuál es y cómo se demostró en el Carnegie Hall? Aquí van tres apuntes.

Fin de fiesta, con todos los artistas en el escenario.

Uno, la profesionalidad que él tenía la pusieron en práctica quienes se esforzaron para enmendar carencias del espacio, de la falta de tiempo y de otros contratiempos relacionados con la propia ciudad de Nueva York y las exigencias del Carnegie Hall. Segundo, el don que tuvo el de Algeciras para, tocara con quien tocara, conseguir que el flamenco se mezclara en perfecta proporción con otras músicas, alimentándose de ellas y alimentándolas. Lo lograron en Nueva York Niño Josele con Blades y Josemi Carmona con Madou Diabaté. Tercer apunte: si Sabicas independizó la guitarra del cante y del baile y la convirtió en solista, Paco de Lucía la multiplicó al arrimarle armónicas, flautas, cajones y músicas de otras latitudes. De ese modo, puso el flamenco a un nivel altísimo. Y también muy exigente. Por eso cabe que plantearse si deben ser quienes responden a esa exigencia, y solo ellos y ellas, los que deben homenajear a Paco de Lucía. Sean o no guitarristas. Sean o no flamencos.

Quién es cada uno se pudo confirmar durante el fin de fiesta, en el que los ya citados salvaron los muebles y los de siempre, también citados, actuaron a su antojo convirtiendo el cierre del show en un pequeño sinsentido. Como nota final, los artistas subieron al escenario, con toda la razón y todo el mérito, a Pepe de Lucía, hermano del homenajeado que fue también su cantaor. La última experiencia, en el Teatro Real, no fue del todo bien pero en esta ocasión se mostró contento de que aunque no estuviera en el programa se acordaran de él, y zanjó un fin de fiesta caótico cantando un poquito de Buana Buana King Kong, las bulerías con las que su hermano cerraba muchos conciertos, y dando Pepe de Lucía una lección a más de uno en Nueva York.

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