La genialidad de Katie Mitchell señala a 'Theodora'

Kelly_Hessel

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Crítica de ópera 'Theodora' Música Georg Friedrich Händel Libreto Thomas Morell Dirección musical Ivor Bolton Dirección de escena Katie Mitchell Escenografía Chloe Lamford Vestuario Sussie Juhlin-Wallén Iluminación y video James Farncombe Coreografía Sarita Piotrowski Coordinación de intimidad Ita O'Brien Intérpretes Julia Bullock, Joyce DiDonato, Iestyn Davies, Ed Lyon, Callum Thorpe, Thando Mjandana, Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real Lugar Teatro Real, Madrid 4Lo más obvio de la ' Theodora » que estos días programa el Teatro Real tiene que ver con todo aquello que se ha anunciado, de manera una tanto amarillista, en relación con la puesta en escena firmada por Katie Mitchell . Escenas violentas, gestos terroristas, acoso y explotación sexual son algunas de las guindas sobre las que el propio teatro advierte a los espectadores y a las que ha dado forma una coordinadora de intimidad . Ita O'Brien ya puso en orden la producción cuando se estrenó en el Covent Garden en 2002 y viaja ahora a Madrid junto con las dos protagonistas que también participaron en el estreno londinense: la soprano Julia Bullock y la mezzo Joyce DiDonato . De manera que, pese a los prejuicios, todo rueda a las mil maravillas en la ejecución del proyecto y más aún en su contemplación. 'Theodora' es impactante y todo un hito por razones que van más allá de lo supuestamente ofensivo.A la cabeza del 'escándalo' está la escena de la protagonista reflexionando «With Darkness Deep, as is My Woe» («Con oscuridad profunda, como es mi desdicha»), mientras dos prostitutas se contonean sobre dos barras con una destreza y cariño extraordinario. No es despreciable la manera en la que intercambian sus ropas Theodora y DiDymus, con todo lo que supone de asunción del comportamiento ajeno. Hay mucho de conmovedor en este entorno exquisitamente decorado y en el que coincide una música penetrante, diáfana y extraordinariamente vehemente con una acción opresivamente exhibicionista. El trabajo de la soprano Julia Bullock y el dibujo que propone de la compleja personalidad de Theodora explica la disposición al sacrificio y la defensa de la causa religiosa, a ojos de Mitchell mediante un justificado uso de la violencia. Bullock demuestra aquí, y a lo largo de la toda la obra, que es mucho más interesante el retrato que hace del personaje que las herramientas vocales que maneja.Quien conozca la trayectoria de Mitchell, hasta ahora inédita en Madrid, sabrá de su interés por convertir la escenificación en una ventana capaz de abrirse a una realidad no tan aparente. Con ello coloca al espectador en una posición voyerista, con todo lo que de excitante pueda haber en el término. En un visión de estricta contemporaneidad, Theodora es mártir pero también guerrillera y caudilla de su causa, lo que lleva la obra a un final imprevisiblemente razonable. Hay que insistir en la contundencia y elegancia visual de la representación, en la sensación de realidad, armada en varios escenarios, desde la cocina en la que todo se fragua al frigorífico en el que podría morir la esperanza, y que de manera sucesiva o simultánea aparecen ante el espectador. Y, mejor aún, en el desarrollo narrativo que se propone hilado en una continuidad intrigante, que enriquece las observaciones del libreto original de Thomas Morell e intensifican su orientación moral. El teatro de Katie Mitchell es inapelable desde una perspectiva dramática y estrictamente escrupuloso en su acatamiento musical. Para demostrarlo está el ritmo de la acción, los cambios de velocidad en el gesto y las disposiciones de los intérpretes.Entre los protagonistas de esta puesta en escena aparece también Joyce DiDonato aportando sustanciosa experiencia. Con ella prima la identidad de Irene y su calado emocional sobre la facilidad de ejecución. Merece la pena escuchar una interpretación tan corpórea y decididamente nutritiva. El contrapunto lo establece el contratenor británico Iestyn Davies , quien ya ofreció el papel en el Real en 2009 cuando 'Theodora' se programó en versión de concierto. Su actual vocalidad coloca al romano DiDymus en una posición reflexiva, sazonada de buen gusto y honradez. En otro orden de cosas, a la tosca interpretación que Callum Thorpe hace del gobernador Valens se une la asepsia con la que Ed Lyon resuelve el de Septimunus. Todo ello nace en el escenario para difuminarse en un foso desde el que Ivor Bolton plantea una versión desigual. Los estadios por lo que se pasó el lunes, día de estreno, fueron diversos: desde el arranque borroso al juego entre lo cansino y lo diligente. La falta de una sonoridad bien ensamblada en las cuerdas, la estrechez del margen dinámico y la uniforme continuidad en muchos tramos de la partitura contrastó con momentos meritorios teñidos de encanto y que fueron haciéndose más frecuentes según avanzaba la obra.Noticias Relacionadas estandar No El Teatro Real, historia y curiosidades de uno de los mejores escenarios de Europa Rocío Jiménez estandar Si 'Adriana Lecouvreur', un teatro de cartón para una ópera de carne y hueso Julio BravoCabe recordar el coro de cristianos que cierra el segundo acto, un fragmento al que Haendel tenía un especial cariño, o el mismo final de la obra en el que Dudymus y Theodora se unen en el dúo 'Streams of Pleasure'. La declaración sentencia la obra al unir definitivamente a los dos personajes, pero no es menor su importancia en referencia a todo aquello que esta producción proporciona al espectador. Porque la perspectiva sentimental es una baza importante, incluso se debería decir que es algo fundamental pues a través de ella Katie Mitchell afirma sus propias convicciones ideológicas, por cierto no tan lejanas a la posibilidad de que la verdadera Teodora actuara como defensora de los derechos de la mujer. Se vea con ojos críticos o no, lo cierto es que pocas veces ficción y realidad se unen con tanta facilidad; menos aún son las ocasiones en las que ambas se entrelazan con una calidad tan extraordinaria.

 

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