La fiebre de los calendarios

Elias_Grant

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¡Ya es Navidad! Desde que comienza diciembre, y en algunos lados incluso antes, todos nos volvemos un poco locos con lo que acontece en estas fechas. De ellas hay algo que me llama mucho la atención: los calendarios de Adviento. En el año 2024, lo de abrir ventanitas de cartón para sacar chocolatinas ha alcanzado un nivel de sofisticación que… ¡algunos calendarios podrían estar nominados al Óscar a mejor película!

Hay calendarios de todo: con productos de maquillaje, con surtidos de ibéricos, de velas aromáticas, de creadores de contenido como Ibai y hasta de calcetines.

Dejando a un lado todas las connotaciones cristianas, católicas, apostólicas y romanas del Adviento, esta tradición del calendario es abrazada hasta por las marcas de lujo. Algunas venden cajitas con miniaturas de productos que cuestan más que el alquiler de un piso. ¿Realmente necesitamos 24 días de minibotes de cremas antiarrugas? Estamos tan metidos en la fiebre del calendario de Adviento que se nos va a quedar la piel más que tersa.

Lo más curioso de todo es que esta tradición, que en principio nos amenizaba la espera de la Navidad haciéndola más emocionante, se ha convertido en algo que, en ocasiones, nos genera hasta ansiedad. Abres las redes sociales y ahí está tu vecina presumiendo de su calendario de vinos gourmet, mientras tú te comes tu chocolatina del súper y piensas: "¿Tengo yo el problema?". Si a esto le sumas el trajín de los traviesos elfos navideños que cada mañana hacen trastadas… ¡Apaga y vámonos!

Ya estamos en la ventanita 13, hemos pasado el ecuador y es que ¡qué rápido pasa el tiempo! ¿Qué habrá en la casilla 24? Me siento como jugando en un concurso de la tele.

Al final, haya turrón del bueno o no, lo que importa de los calendarios de Adviento es la ilusión que generan, la unión de la familia y el placer de disfrutarlos sin culpa, sean chocolatinas baratas o muestras de cremas caras. Al final, la Navidad, además de la religión, la tradición y la unión en familia, también son estos momentos de felicidad envueltos en papel rojo, con lazos brillantes y un exceso de azúcar. ¡¿A quién no le va a gustar un buen calendario de Adviento?!

 

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