Teresa nació en 1932 en una familia que había llegado a Barcelona desde Ciudad Real y Aragón. A su padre lo mataron en la guerra, y sus restos descansan en alguna fosa que, décadas después, la hija de Teresa tratará de localizar con pruebas de ADN. Teresa crece sin su padre real, que pronto pasa a ser el padre imaginado, el padre idealizado en su mente de hija única, algo fantasiosa pero no ensimismada, pues no hay tiempo que perder: desde los nueve años, Teresa trabaja en la casa. Aprende a cocinar, bordar, remendar, cargar la compra y organizar la limpieza. Apenas va a la escuela. Guarda el recuerdo de las monjas señalando en una pizarra las partes anatómicas del caballo (curiosa elección para enseñar a escribir y memorizar), pero sigue siendo una niña cuando el recuerdo pierde lustro y va quedando lejos. Sin embargo, Teresa lee.
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La esperanza según Teresa
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