jerome.emard
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Son muy pocos, apenas una excepción, los artistas extranjeros que han realizado una gira por Rusia desde que el país desató la guerra sobre Ucrania el 24 de febrero de 2022. Ninguna sanción lo impide y Europa sigue haciendo negocios con el Gobierno ruso, pero la mayoría de las estrellas rehúsan viajar por salvaguardar su prestigio o por solidaridad con la nación atacada. La compañía de Rafaela Carrasco, ganadora del Premio Nacional de Danza de 2023, actuará el próximo domingo 17 de noviembre dentro del Kremlin, el complejo histórico desde el que Vladímir Putin anunció la invasión al mundo. Además, no es la única figura de la cultura en la capital rusa estos días. Algunos amigos del régimen, como Emir Kusturica y Oliver Stone, también se han dejado ver por Moscú esta semana.
“Esta legendaria compañía representará su obra Nocturama. Arquitectura del insomnio, un fenómeno internacional”, anuncia con orgullo el cartel del Palacio Estatal del Kremlin, sede de conciertos y congresos dentro del conjunto histórico de Moscú. “Esta espectacular producción, que combina baile flamenco, música instrumental, un vestuario de lujo y unas magníficas voces, de pronto puede verse en Rusia”, enfatiza el anuncio.
La presencia de una reputada artista internacional es llamativa en una metrópolis que se ha habituado a los conciertos homenaje, una mera excusa para que bandas rusas de calidad dudosa imiten a las estrellas extranjeras y llenen el vacío dejado por ellas. “Una bailarina excepcional, una profesora sensible, una coreógrafa talentosa: cualquier cosa que haga Rafaela, inmediatamente se convierte en un acontecimiento”, manifiesta la organización del Palacio Estatal del Kremlin sobre la coreógrafa, que ya estuvo en la capital en 2011 para presentar su espectáculo de flamenco Vamos al Tiroteo-Versiones de un tiempo pasado. “Las obras de la sevillana Rafaela Carrasco no dejan indiferente a nadie”, agrega, citando directamente una antigua reseña publicada en EL PAÍS, la publicidad de la nueva obra. Otro reclamo del evento es la participación, a través de una grabación de voz, de Aitana Sánchez-Gijón, que recita poemas sobre la noche de fondo. “Aitana Sánchez-Gijón, una de las actrices más destacadas de España, es conocida por los espectadores rusos por las películas de Pedro Almodóvar”, recalca la organización.
La compañía de Rafaela Carrasco ha declinado responder a EL PAÍS sobre esta actuación en el Kremlin, a la que seguirá otra el 21 de noviembre en el festival Serguéi P. S. de San Petersburgo, ciudad donde Nacho Duato, exdirector de la Compañía Nacional de Danza, dirige el teatro Mijáilovski desde 2019. El coreógrafo, que en 2022 ofreció a los rusos una visión propia de El Quijote, estrenó este octubre la ópera Yevgueni Oneguin, de Piotr Chaikovski.
La invasión de Ucrania ha ahuyentado a los artistas occidentales de Rusia. El festival internacional Serguéi P. S. no contó con ninguna figura extranjera en 2022, el primer año de la guerra, y en 2023 apenas logró atraer a un puñado de compañías de China, aliada del Kremlin, e India, país que juega a tres bandas con Moscú, Kiev y Washington.
Sin embargo, el régimen ruso cuenta con el apoyo firme de una pequeña constelación de artistas rebeldes occidentales, muchos de ellos habituales tertulianos en los canales de la propaganda rusa. Emir Kusturica, Oliver Stone y Luc Besson han sido invitados al foro Cultura. Medios. Digital, que se celebra en Moscú esta semana.
Kusturica se reunió con Putin en el Kremlin en abril de este año. A pesar de que muchos artistas rusos se han exiliado por la persecución policial, y que el mundo de la cultura está atado al mecenazgo del Kremlin y sus oligarcas, el ganador de dos Palmas de Oro le dijo al autócrata ruso que Occidente está en decadencia “porque opera en un sistema donde la cultura juega un papel estatal”.
El Gobierno ruso ha vetado esta misma semana la película sobre la juventud del futuro presidente estadounidense, Donald Trump. Oliver Stone apoya la invasión de Ucrania y considera a Putin “un gran líder para su país”.
Otros nombres que frecuentan Rusia son Roger Waters, cofundador de Pink Floyd y representante del Kremlin en una sesión de la ONU en 2023, donde acusó a Occidente de ser “responsable” de la guerra desatada por Rusia. También actor estadounidense Steven Seagal, que fue invitado a la investidura de Putin este año y ha revelado que escribió una carta al mandatario el día después de que comenzase la invasión de Ucrania: “Estoy preparado para morir por Rusia”, aseguró el intérprete, que podría ser llamado a filas por haber recibido la nacionalidad rusa o podría alistarse voluntariamente. Sin embargo, sigue en su casa.
Las sanciones de la Unión Europea afectan directamente a 2.300 personas y entidades concretas cuyas acciones “ayudan a cometer violaciones de los derechos humanos en Rusia” o “menoscaban o amenazan la integridad territorial, la soberanía y la independencia de Ucrania”. No obstante, los artistas occidentales no tienen vetado actuar en el país, como tampoco visitarlo los turistas del bloque.
Además, la Unión Europea y Rusia no han roto definitivamente sus lazos. Las misiones diplomáticas siguen abiertas —con dificultades— y algunos negocios persisten. Por ejemplo, los países europeos siguen comprando hidrocarburos y derivados a Rusia a través de terceros Estados —Turquía e India, por ejemplo— o a través de vías no sancionadas: las importaciones de gas natural licuado ruso aumentaron un 37% entre 2021 y 2023, según el instituto Bruegel, mientras que el gasoducto que conecta ambas regiones a través de Ucrania seguirá operativo al menos hasta el 1 de enero de 2025, momento en el que expira el contrato de tránsito entre Moscú y Kiev.
Los artistas extranjeros son aclamados —salvo si se han pronunciado abiertamente en defensa de Ucrania—, pero los rusos son perseguidos. Las plataformas de música nacionales, como Yandex (la alternativa nacional de Google) y VK (la versión rusa de Facebook), etiquetan como agentes extranjeros a los creadores perseguidos por el Kremlin, y estos no pueden cobrar sus derechos desde 2023. Según la Sociedad de Autores Rusos, sus ingresos se depositan en una cuenta especial en rublos de la que solo se pueden retirar los fondos con un permiso especial del Gobierno.
Al menos dos decenas de bandas y músicos han sido declarados agentes extranjeros en Rusia hasta ahora. Un grupo crítico con el Kremlin y el régimen bielorruso, Bi-2, corrió el riesgo de ser deportado por Tailandia por una irregularidad en las licencias de un concierto a principios de este año. Tras varios meses bajo el temor de ser devueltos a la justicia rusa y bielorrusa, finalmente fueron acogidos por Israel.
La declaración de agente extranjero es el paso intermedio entre la cárcel —a menudo bajo la ley que persigue las críticas al ejército y al Gobierno por la guerra— y la inclusión en una lista negra que circula entre los promotores rusos. El diario independiente Viortska reveló hace un mes un listado con los nombres de 79 decenas de bandas rusas y artistas internacionales como Beyoncé, Lana del Rey y Metallica, que han sido vetados para dar conciertos en salas y festivales. Las fuentes de otro periódico perseguido por Moscú, Meduza, señalan que no existe una versión estándar de esta lista negra y los organizadores reciben hasta 200 nombres prohibidos según el evento.
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“Esta legendaria compañía representará su obra Nocturama. Arquitectura del insomnio, un fenómeno internacional”, anuncia con orgullo el cartel del Palacio Estatal del Kremlin, sede de conciertos y congresos dentro del conjunto histórico de Moscú. “Esta espectacular producción, que combina baile flamenco, música instrumental, un vestuario de lujo y unas magníficas voces, de pronto puede verse en Rusia”, enfatiza el anuncio.
La presencia de una reputada artista internacional es llamativa en una metrópolis que se ha habituado a los conciertos homenaje, una mera excusa para que bandas rusas de calidad dudosa imiten a las estrellas extranjeras y llenen el vacío dejado por ellas. “Una bailarina excepcional, una profesora sensible, una coreógrafa talentosa: cualquier cosa que haga Rafaela, inmediatamente se convierte en un acontecimiento”, manifiesta la organización del Palacio Estatal del Kremlin sobre la coreógrafa, que ya estuvo en la capital en 2011 para presentar su espectáculo de flamenco Vamos al Tiroteo-Versiones de un tiempo pasado. “Las obras de la sevillana Rafaela Carrasco no dejan indiferente a nadie”, agrega, citando directamente una antigua reseña publicada en EL PAÍS, la publicidad de la nueva obra. Otro reclamo del evento es la participación, a través de una grabación de voz, de Aitana Sánchez-Gijón, que recita poemas sobre la noche de fondo. “Aitana Sánchez-Gijón, una de las actrices más destacadas de España, es conocida por los espectadores rusos por las películas de Pedro Almodóvar”, recalca la organización.
La compañía de Rafaela Carrasco ha declinado responder a EL PAÍS sobre esta actuación en el Kremlin, a la que seguirá otra el 21 de noviembre en el festival Serguéi P. S. de San Petersburgo, ciudad donde Nacho Duato, exdirector de la Compañía Nacional de Danza, dirige el teatro Mijáilovski desde 2019. El coreógrafo, que en 2022 ofreció a los rusos una visión propia de El Quijote, estrenó este octubre la ópera Yevgueni Oneguin, de Piotr Chaikovski.
Un antes y después por la guerra
La invasión de Ucrania ha ahuyentado a los artistas occidentales de Rusia. El festival internacional Serguéi P. S. no contó con ninguna figura extranjera en 2022, el primer año de la guerra, y en 2023 apenas logró atraer a un puñado de compañías de China, aliada del Kremlin, e India, país que juega a tres bandas con Moscú, Kiev y Washington.
Sin embargo, el régimen ruso cuenta con el apoyo firme de una pequeña constelación de artistas rebeldes occidentales, muchos de ellos habituales tertulianos en los canales de la propaganda rusa. Emir Kusturica, Oliver Stone y Luc Besson han sido invitados al foro Cultura. Medios. Digital, que se celebra en Moscú esta semana.
Kusturica se reunió con Putin en el Kremlin en abril de este año. A pesar de que muchos artistas rusos se han exiliado por la persecución policial, y que el mundo de la cultura está atado al mecenazgo del Kremlin y sus oligarcas, el ganador de dos Palmas de Oro le dijo al autócrata ruso que Occidente está en decadencia “porque opera en un sistema donde la cultura juega un papel estatal”.
El Gobierno ruso ha vetado esta misma semana la película sobre la juventud del futuro presidente estadounidense, Donald Trump. Oliver Stone apoya la invasión de Ucrania y considera a Putin “un gran líder para su país”.
Otros nombres que frecuentan Rusia son Roger Waters, cofundador de Pink Floyd y representante del Kremlin en una sesión de la ONU en 2023, donde acusó a Occidente de ser “responsable” de la guerra desatada por Rusia. También actor estadounidense Steven Seagal, que fue invitado a la investidura de Putin este año y ha revelado que escribió una carta al mandatario el día después de que comenzase la invasión de Ucrania: “Estoy preparado para morir por Rusia”, aseguró el intérprete, que podría ser llamado a filas por haber recibido la nacionalidad rusa o podría alistarse voluntariamente. Sin embargo, sigue en su casa.
Las sanciones de la Unión Europea afectan directamente a 2.300 personas y entidades concretas cuyas acciones “ayudan a cometer violaciones de los derechos humanos en Rusia” o “menoscaban o amenazan la integridad territorial, la soberanía y la independencia de Ucrania”. No obstante, los artistas occidentales no tienen vetado actuar en el país, como tampoco visitarlo los turistas del bloque.
Además, la Unión Europea y Rusia no han roto definitivamente sus lazos. Las misiones diplomáticas siguen abiertas —con dificultades— y algunos negocios persisten. Por ejemplo, los países europeos siguen comprando hidrocarburos y derivados a Rusia a través de terceros Estados —Turquía e India, por ejemplo— o a través de vías no sancionadas: las importaciones de gas natural licuado ruso aumentaron un 37% entre 2021 y 2023, según el instituto Bruegel, mientras que el gasoducto que conecta ambas regiones a través de Ucrania seguirá operativo al menos hasta el 1 de enero de 2025, momento en el que expira el contrato de tránsito entre Moscú y Kiev.
Los artistas extranjeros son aclamados —salvo si se han pronunciado abiertamente en defensa de Ucrania—, pero los rusos son perseguidos. Las plataformas de música nacionales, como Yandex (la alternativa nacional de Google) y VK (la versión rusa de Facebook), etiquetan como agentes extranjeros a los creadores perseguidos por el Kremlin, y estos no pueden cobrar sus derechos desde 2023. Según la Sociedad de Autores Rusos, sus ingresos se depositan en una cuenta especial en rublos de la que solo se pueden retirar los fondos con un permiso especial del Gobierno.
Al menos dos decenas de bandas y músicos han sido declarados agentes extranjeros en Rusia hasta ahora. Un grupo crítico con el Kremlin y el régimen bielorruso, Bi-2, corrió el riesgo de ser deportado por Tailandia por una irregularidad en las licencias de un concierto a principios de este año. Tras varios meses bajo el temor de ser devueltos a la justicia rusa y bielorrusa, finalmente fueron acogidos por Israel.
La declaración de agente extranjero es el paso intermedio entre la cárcel —a menudo bajo la ley que persigue las críticas al ejército y al Gobierno por la guerra— y la inclusión en una lista negra que circula entre los promotores rusos. El diario independiente Viortska reveló hace un mes un listado con los nombres de 79 decenas de bandas rusas y artistas internacionales como Beyoncé, Lana del Rey y Metallica, que han sido vetados para dar conciertos en salas y festivales. Las fuentes de otro periódico perseguido por Moscú, Meduza, señalan que no existe una versión estándar de esta lista negra y los organizadores reciben hasta 200 nombres prohibidos según el evento.
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