La española Layla Martínez opta al mayor galardón de las letras estadounidenses con una novela de terror en Cuenca

kmclaughlin

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Santa Gema escucha a los pobres. La mística italiana ejerció desde muy joven como ama de llaves en casa de una familia burguesa y, tras su muerte, ayuda a los devotos con sus migrañas o dolores de espalda. La patrona de la servidumbre cuenta con un santuario en Madrid donde se veneran sus reliquias. De pequeña, la escritora y editora Layla Martínez (Madrid, 37 años) lo frecuentaba junto a su abuela, que también trabajó como criada. Esta es la santa que vela por el alma de los desposeídos en Carcoma (Amor de madre, 2021), una novela de terror que escarba sin miedo en las heridas de la Guerra Civil. Publicada en un sello independiente, la obra ha vendido más de 20.000 ejemplares en tres años y se ha traducido a una veintena de idiomas. Ahora, Martínez opta por la reciente edición en inglés al National Book Award, el mayor galardón de las letras estadounidenses, que nunca ha recogido un español.

Carcoma es una historia de venganza escrita al dictado de los fantasmas. Espectros que toman partido en la lucha de los pobres contra los señoritos de un pueblo de Cuenca donde la represión franquista se cebó con dureza. Los espíritus cohabitan con una abuela y su nieta que viven solas. Levantada por el abuelo, un proxeneta fallecido en el frente, la casa tiene vida propia: respira y oculta secretos. “Es también una novela sobre las mujeres de mi familia, para que al menos en la ficción puedan resarcirse de toda la violencia que vivieron”, apunta Martínez en el Santuario de Santa Gema, donde ha querido darse cita. A la entrada del templo se ofrecen estampitas como las que su abuela guarda bajo el colchón y que en la trama adquieren un poder benefactor. Junto a la escalinata del presbiterio, la reliquia del corazón de la mística parece latir en el pecho de una escultura de plata.

“La propia historia de la zona se presta al terror”, desgrana Martínez. “En la sierra de Cuenca perdieron la vida muchos maquis que podrían encarnar la idea clásica de fantasma: alguien que muere de forma violenta y regresa para resolver cuentas pendientes. En este país no se ha resuelto el trauma de la guerra”, agrega la autora, que comparte nominación en la categoría de literatura traducida con otras 10 candidaturas. Dos de ellas corresponden a obras escritas originalmente en castellano, de Fernando Vallejo (Colombia) y Fernanda Trías (Uruguay). La traducción de Carcoma —que el jurado de la National Book Foundation ha calificado de “exuberante”— lleva la firma de otras dos mujeres: Sophie Hughes y Annie McDermott. El certamen dará a conocer el 1 de octubre el listado de cinco finalistas que acudirán a la tradicional ceremonia de entrega, una cena de etiqueta en el restaurante Manhattan de Nueva York.

Las fuerzas franquistas toman Alarcón (Cuenca), en noviembre de 1936.

El relato entrevera episodios reales con recursos propios de la literatura de terror, que vive su época dorada en español de la mano de autoras latinoamericanas como Mariana Enriquez o María Fernanda Ampuero. Martínez reivindica el carácter político de un género que, a su juicio, ofrece distintos niveles de lectura. “Es pura metáfora. Las casas encantadas, por ejemplo, cuentan historias de abuso infantil o violencia machista. A mí me sirve para abordar nuestro pasado, lo que algunos antropólogos han denominado memoria política paranormal: la manera en que el trauma de la guerra o la represión acaba emergiendo a través de apariciones, ovnis y otros fenómenos”, abunda la escritora, que ha disfrutado durante un año de la beca Finestres de ensayo para investigar los trances y visiones como ritos feministas, desde las pitonisas de la Antigua Grecia hasta el espiritismo del siglo XIX. Las mujeres, mantiene, encontraron en estas prácticas el poder y la influencia que se les había negado.

Licenciada en Ciencias Políticas, nacida en el madrileño barrio de Aluche, hija de un carretillero y de una dependienta, Martínez exhibe una conciencia de clase que resulta inusual en la industria cultural. “Tillie Olsen tenía que escribir en el autobús. Me gusta hablar de las condiciones materiales en que hice Carcoma hace cuatro años porque creo que la clase obrera no abunda en el sector. Llegué al acuerdo con la editorial de entregar un capítulo al mes. Entonces condensaba todo el trabajo freelance de traducciones y artículos para despejar una semana de cada cuatro y dedicarla al libro. Por eso es tan corto”, confiesa. Solo durante el proceso de corrección pudo percatarse de las flaquezas del texto. “Ahí llega el trabajo del editor, que es mucho más objetivo. Su labor me resulta muy importante, por eso nunca me he autopublicado”, aclara Martínez, timonel desde hace una década de Levanta Fuego, un sello independiente especializado en literatura política.

“Me gusta hablar de las condiciones materiales en que hice ‘Carcoma’, la clase obrera no abunda en el sector”

Esta editorial ha logrado abrir brecha en un mercado saturado que se reparten a su antojo los grandes grupos. “Los editores independientes somos entrenadores de segunda división. Descubrimos a los buenos jugadores, que luego fichan por equipos de primera”, bromea Martínez. En honor a la verdad, no solo se ha dedicado a publicar óperas primas, también saca a la luz manuscritos olvidados o títulos que incomprensiblemente nunca se habían traducido al castellano. Es el caso de Stone Butch Blues (1993), de Leslie Feinberg, el tierno testimonio de una lesbiana y activista transgénero en los sesenta, pero también una suerte de historia de la clase obrera estadounidense que pone de manifiesto su diversidad sexual. Feinberg sufrió internamientos psiquiátricos, miradas de desprecio en el trabajo, despidos y palizas de la policía. Y tras los disturbios de Stonewall en Nueva York, contra la redada en un pub en 1969, atestiguó el nacimiento de una comunidad que pervive a día de hoy.

Levanta Fuego se ha ido profesionalizando en los últimos años, convirtiéndose en el sustento de Martínez junto a becas y algunos encargos puntuales que ya no restan tiempo a sus proyectos. “La estabilidad económica da tranquilidad, y la tranquilidad ayuda a escribir. Mi próxima novela será más larga y compleja, con tramas que se entrecruzan y más personajes”, anuncia. Si Carcoma se inspira en la posguerra, la obra que ya ha comenzado a pergeñar desciende a los sótanos del tardofranquismo y la Transición, donde toma forma un mal que se ha apoderado de toda España. De nuevo, el terror servirá para nombrar tabúes del pasado y construir una obra estética a partir del dolor. “Nos queda la ficción, ya que no podemos juzgar a los responsables de aquello”, asegura. La literatura, como Santa Gema, consuela a sus fieles.

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