‘La emperatriz rebelde’: Sissi se sentía sola y era yonki

Emilio_Zboncak

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Mi recuerdo de la emperatriz Sissi era en blanco y negro (la memoria puede ser engañosa o acomodaticia, tal vez fuera en color) y la encarnaba una actriz vivaracha, con sonrisa luminosa, llamada Romy Schneider. El cuento debía de ser edulcorado, un poco bobo, con estratégico final feliz. La nena encantadora se casaba con el emperador alto y rubio. Fueron felices y comieron perdices.

Muchos años más tarde me enamoré hasta los huesos de la impresionante actriz y mujer Romy Schneider. Cuando se hizo mayor. Era pura belleza, estilo, elegancia, autenticidad. Con huellas de que la vida le había golpeado muy duro, con interpretaciones inolvidables en Lo importante es amar, La muerte en directo, César y Rosalie, y tantas otras. Un día explotó. Su primer marido se ahorcó. Su hijo adolescente tuvo una muerte feroz. La devastación debía de ser absoluta para la hermosa y desgarrada dama. Decidió largarse. Hay un punto muy trágico en sus últimas interpretaciones. Mi amor hacia ella es a perpetuidad.

Y me vuelven a contar la historia de Sissi en La emperatriz rebelde. Lo hace la directora austriaca Marie Kreutzer. Con la vocación o la necesidad de retratar la cruda verdad sobre la vida de la emperatriz consorte, infelizmente casada con el emperador Francisco José. Ahora resulta que fue una víctima total de los hombres que la rodeaban, le negaron su libertad, la fueron asfixiando progresivamente, no atendieron a sus razones ni a sus sentimientos, la convirtieron en una marginada incomprendida y trágica.

¿Y qué le pasa a esta desesperada con sonrisa enigmática y permanente? Pues que se desplaza continuamente sin encontrar la paz, su marido ha dejado de desearla, su primo tampoco se lo monta con ella porque solo le gustan los mozos de cuadra, hace gimnasia para mantener en forma ese cuerpo amenazado por la madurez, descubre la consoladora heroína y anda todo el tiempo con la jeringa en la vena, recurre frecuentemente a la masturbación. En fin, que está muy sola y no la comprende ni dios. Y es todo tan revolucionario y moderno que en la banda sonora hay gente que canta Ruby Tuesday, ese pedazo de canción que se inventaron los Rolling Stones y Ayúdame a pasar la noche que inmortalizó la poderosa y emocionante voz de Kris Kristofferson. Estas cositas tan originales no se las ha inventado la directora Marie Kreutzer. Lo inició Sofía Coppola con música contemporánea para ambientar las fiestas de la guillotinada reina María Antonieta.

Informan de que esta película provocó admiración y consecuentes premios en diversos festivales donde se ha exhibido. Lo entiendo. Es coherente. Yo me aburro un poco con la revisión de las desgracias cotidianas de aquella incomprendida y tiranizada señora. El estilo presuntamente artístico que utilizan para contar su atormentada existencia se esfuerza en crear imágenes perdurables y en lograr una atmósfera adecuada. Pero no puedo evitar en algunos momentos la grosera apertura de mi boca. Aunque reconozco mi relativa fascinación por la actriz que interpreta a Sissi. Se llama Vicky Krieps. Creo haberla visto antes en El hilo invisible. Posee misterio y cadencia. Y una hermosura extraña. Algo es algo.

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